La ciudad con el teatro en las calles
Hace 50 años, Manizales decidió salir de las salas y hoy se precia de tener un público fiel a la escena.
En una esquina de la Estación Cable de Manizales, junto al centro comercial Cable Plaza y la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, la tropa Alboroto en Banda hacía desternillar de risa al público con sus ocurrencias. Rula, Cartucho, Mambo y Fatiga, el grupo de cuatro animadores y acróbatas argentinos, saltaban mientras sus dos bebés reían entre el público con sus niñeras.
El teatro callejero tiene otro aire en Manizales. En los últimos 35 años, el Festival Internacional de esa ciudad decidió apostarle a la calle. Hoy, en su edición 51, 37 de los 83 espectáculos son al aire libre.
Las tablas cambian por calles, parques, plazas, miradores y universidades; las sillas por el piso, una acera o un muro. El público, no obstante, está forjado por el caldero del tiempo, 50 años viendo teatro.
De dónde viene
Cuando Octavio Arbeláez y Elvira Escobar, luego de 10 años de inactividad, “resucitaron” el Festival Internacional de Teatro de Manizales (Fitm), hicieron una apuesta decidida por la calle. No solo ir a la escena se normalizó con el tiempo, sino que se volvió un plan de todas las generaciones.
Octavio, director actual, desde su oficina en un segundo piso de la que ahora es la casa del Festival, en el barrio La Estrella, cuenta que a partir de 1984 decidieron volver la calle un escenario. Recuerda dos compañías: Bread and Puppets, íconos del teatro callejero en el mundo, que ese año actuaron ante cerca de 10.000 personas en la Plaza Bolívar; también que el artista Peter Schumann hizo un homenaje a monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo salvadoreño asesinado en 1980. Montó un horno gigante allí y su performance consistió en repartir pan al que se acercara, como una ofrenda.
Así empezaron a cambiar los aires teatrales callejeros, para entonces habituados a las comparsas y bailes de zancos. Con apuestas arriesgadas, el formato se mantuvo en evolución. 10 años, con el programa ‘La calle es el escenario’, el Fitm hizo “que la gente fuera consciente de ello”.
Afuera
Ver teatro así es conocer también la ciudad, con un rincón para cada gusto.
Uno de ellos lo encontró el poeta y premio Nobel chileno, Pablo Neruda, quien estuvo dos veces en Manizales y le puso nombre a la ciudad: “La fábrica de atardeceres”, por sus famosas caídas de sol.
Las propuestas se pueden ver desde Chipre, un barrio alto de la localidad donde la gente va a caminar, a comer helados y obleas, y a pasar la tarde. También en la Media Torta de Chipre, donde se presentó la compañía francesa Rékupertou, un grupo de cinco músicos que tocó con instrumentos hechos a partir de reciclaje, una estética peculiar que la gente disfrutó.
En el Centro estuvo la compañía canadiense Los Cazadores de Sueños con un show que se salió de lo ordinario. Sus criaturas imaginarias mecánicas se acercaron al público con puestas en escena.
“No hacemos historias, sino que es un instante poético que no tiene principio ni final”, cuenta Jocelyne Meugnier, directora de esta compañía que ha actuado con Disney, en el parque Animal Kingdom, y en espectáculos del Circo del Sol. Uno de sus shows fue desde la Plaza Bolívar, el emblemático espacio coronado por la estatua “Bolívar Cóndor”, de Rodrigo Arenas Betancourt.
En el Parque Ernesto Gutiérrez hay un pequeño escenario para presentaciones públicas. Los organizadores del Festival dicen que es muy concurrido, en parte porque tiene un centro comercial cerca. También están las universidades que, desde hace 51 años, se han vinculado a este encuentro y han contribuido a la formación que tiene Manizales en las artes escénicas.
Formación
Los grupos que se presentaron coincidieron en una cosa: al público es el mejor de Colombia. “La gente se conecta, hay magia, se dejan llevar a ese lugar extraordinario de la imaginación”. Jocelyne, de Los Cazadores de Sueños, dice que actuar en la calle es más difícil, porque el espectador no está obligado a quedarse. “Si no lo retienes se va”, dice.
Por eso uno de los temas que habla del Festival es el de la conexión con el espectador. Mientras explicaba el estilo narrativo de sus montajes, el actor Bernardo García, de Petra (Bogotá), citó al dramaturgo inglés Declan Donnellan, que decía que el teatro no era solo un “espacio literal, sino también un lugar donde soñamos juntos”.
Modelo
Llegar a ese punto es el reto para Medellín, así lo ve el actor Juan Camilo Baena, de Pantolocos. Él cree que es por la calidad de los montajes, el tras escena (lo técnico) y la importancia que se le da al espectáculo de calle en Manizales, que se diferencia con otras ciudades. “El público de alguna manera ya está atrapado por el Festival, la curaduría y la trayectoria del evento”, comenta.
Así piensa José Félix Londoño, director de El Trueque de Medellín, que ha participado dos veces y que esta vez estuvo en una rueda de negocios durante el evento. Dice que este encuentro ha dignificado para artistas y espectadores por igual. “Se ve el cuidado en el teatro de sala pero sin descuidar el callejero”, explica.
Una mezcla entre calidad, curaduría y experiencia formaron el público que tiene Manizales, ese que sueña con los actores en las calles, incluso cuando cae la tarde.