La Linterna de Cali, una historia de resistencia cultural
La litografía caleña, que nació en 1934, llega con sus aires renovados a Medellín.
Periodista cultural del área de Tendencias de EL COLOMBIANO.
Son dos golpes de suerte los que llevaron a La Linterna a no cerrar. El más definitivo, que a Fabian Villa se le hubiera ocurrido ir a hacer un cartel a la vieja litografía de su barrio, San Antonio, en 2015. Para ese momento, los maestros impresores Olmedo Franco, Jaime García y Héctor Otálvaro estaban alistándose para chatarrizar la imprenta tipográfica Heidelberg alemana, la prensa tipográfica Marinoni importada de París, la Babcock Printing Press newyorquina y la impresora AB Dick, modelo 360.
Estas máquinas habían hecho parte de la historia del cine, la literatura y la música de Cali y Colombia a lo largo del siglo XX. A La Linterna iba Andrés Caicedo a sacar sus manifiestos, como el famoso “El pueblo de Cali rechaza a los Graduados, Los Hispanos y demás cultores del sonido paisa”, uno de los más vendidos en Medellín, de acuerdo con el maestro Otálvaro. Allá se imprimieron los carteles de los primeros conciertos de Metallica y Guns n’ Roses en el país, y, por supuesto, los de los conciertos de los salseros más grandes que han pisado Cali.
La impresión acabó con el negocio, y el dueño, que vivía en Bogotá, había decidido cerrar, el plazo final era agosto de 2017. Con la venta de las máquinas como chatarra iba a liquidar a los maestros, que habían trabajado ahí toda su vida y no sabían hacer nada más. A Patricia Prado, gestora cultural, se le ocurrió sacar una serie de carteles para vender y ayudar a los maestros, que se encontraban al borde de un precipicio. La venta fue un éxito, así como el evento que se hizo para lanzarlos, donde el público pudo acceder al taller y conocer su funcionamiento, lo que a Fabian le parecía lo más mágico.
Esa serie dio paso a otra y a otra, con más y más eventos. La producción se dividía en algunos carteles para el artista, otros para la litografía y otros para pegar en la calle. Con esa forma de trueque funcionan todavía.
El espacio renació, pero el dueño no aparecía, cuando finalmente lo hizo, se les ocurrió pedirle que les cediera las máquinas a los maestros, a lo que accedió, pero quedaba la cuestión del local, donde se adeudaba el alquiler de un poco más de dos años. Sacar las máquinas no era la mejor opción, pero se logró llegar a un acuerdo y a punta de colaboraciones, la litografía hoy es sostenible. Además, es una empresa familiar, los hijos de los maestros ahora son grabadores y expertos en la elaboración de retablo, y Amparo Pasos, esposa de Héctor, se encarga de la administración de la tienda.
El otro golpe de suerte fue haberse mudado del centro en los años 80, donde se fundó la empresa, al barrio San Antonio, un sector aledaño de casas coloniales que hoy es uno de los puntos turísticos más importantes de Cali. Ahora está lleno de bares, restaurantes y otros negocios que le han dado mayor atractivo, como la misma Linterna.
El arte popular, el cartel publicitario y la historia de la gráfica caleña se encuentran en este espacio que renació de manera inesperada. El artista mexicano Cesar Dubinin, quien llegó en 2020 a hacer una residencia de cuatro días y se quedó gravitando como luciérnaga, dice que su particularidad se debe a la diversidad del territorio.