Él es el “Nobel de literatura infantil” que está en Medellín
Roger Mello, con más de 30 años de experiencia creando libros infantiles, participa en la Fiesta del Libro.
Periodista. Hago preguntas para entender la realidad. Curioso, muy curioso. Creo en el poder de las historias para intentar comprender la vida.
El escritor Roger Mello creció mirando una realidad compleja. Entre los años 60 y 70 fue testigo de cómo la dictadura militar en Brasil desaparecía a los amigos de su familia por el simple hecho de tener libros que eran considerados prohibidos. Libros que paraban en los ríos o terminaban en cenizas.
Roger escuchaba cómo las amigas de su madre Mariadyr eran llevadas a prisión por ser lectoras, por gustarles leer. Entonces en ese instante, dice él, se dio cuenta de que el libro es una herramienta poderosa, que revoluciona.
A los tres años hizo sus primeros dibujos, recuerdos que su madre aún conserva. Hay, sobre todo, trazos de animales. A pesar de tanto dolor por la pérdida de las personas cercanas, el brasileño tuvo una niñez llena de amor que le daban sus padres, tías y tíos.
Actualmente, Mello ha ilustrado más de 100 libros y escrito 26. En 2014 ganó el Premio Internacional Hans Christian Andersen, en la categoría Ilustrador, reconocimiento concedido por el International Board on Books for Young People (IBBY) y considerado el Premio Nobel de Literatura Infantil y Juvenil.
¿En sus libros el lector se encuentra con esa nostalgia que usted vivió en su niñez?
“En muchos de mis libros hay mucha nostalgia. En uno que escribí que se llama Clarice, que ilustró mi sobrino Felipe Cavalcante, se refleja las presiones, las personas perseguidas, los artistas, las personas desaparecidas”.
¿Por qué el color es tan importante en sus libros?
“El color, tanto en el idioma español como en el portugués, rima con el dolor, entonces para mí es más que una cuestión de gusto o carnavalizar, y más bien de sentir. En cada color encuentro una relación con la luz del Sol, como fuente de la vida”.
¿Y en su proceso creativo qué papel juega?
“Más allá del significado cultural, me interesa ver el color como un personaje, como una relación presencial con la niña o niño lector. A veces empiezo a escribir, otras a dibujar”.
Su estilo literario es muy particular, ¿cómo lo define?
“Es una que cruza una frontera muy tenue entre la imagen y la palabra. Me encanta hacer libros que les parezcan locos a los niños y niñas, que sean experimentales. A veces los hago para ellos, pero también para mí, como un egoísmo que resulta más real al otro porque todo lo que se hace para sí mismo termina siendo generoso, así sea una contradicción desde el arte”.
¿Su apuesta entonces es por hacer libros diferentes?
“Con tantas producciones y de tan buena calidad lo que hago es hablar de las cosas de niños de latinoamérica con sus propias características, trabajo con referencias que muchas veces quedan apartadas porque aún hay una mirada muy específica”.
¿Cómo son los personajes que cuentan sus historias?
“Son niños y niñas latinoamericanos siendo personajes y no siendo solamente un número en las estadísticas o como piezas humanas de un sistema centrado en el mercado, son personas con voz y pueden hablar con la contemporaneidad, con animales o plantas, porque todo esto hace parte de nuestra cultura”.
¿Hace una especie de retrato de la realidad?
“Sí. En el libro Los Carvoeirinhos, por ejemplo, está una realidad como el trabajo infantil, pero no muestro al niño solo en esta condición sino como un humano, para no transformar esto en un elemento antropológico la manera que encontré fue hacerlo con un narrador no humano, en este caso una abispa que ve la vida humana como algo raro. Mis temas son la muerte, la guerra, la separación, el hambre, el desplazamiento, la destrucción de la naturaleza”.
¿Qué significó ganar el Premio Nobel de Literatura Infantil y Juvenil?
“Fue fantástico porque era la primera vez que un latinoamericano ganaba este premio. Fue la posibilidad de conectarme más firmemente con más niños, niñas y promotores de lectura en todo el mundo, fue también transmitir la expresión de América Latina por medio de la narración de imágenes”.
¿Está trabajando en algún nuevo libro?
“Sí, en dos que espero lanzar antes de que termine este año. Uno se llama U507, es sobre la llegada de un submarino a Brasil durante la Segunda Guerra Mundial, una niña, que en realidad es mi madre, le toca ver los destrozos en la playa. El otro es Espinho de Arraia y es sobre las personas que viven en la orilla del río Amazonas”.