Las figuras literarias dan picante a la literatura
Las comparaciones, las exageraciones, las ironías ayudan a los escritores a contar historias.
Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.
“¡Oh, oh!”, dijo la zorra mientras la boca se le hacía agua. “El zumo dulce de uva sacia mi sed!”.
¡Una zorra emitiendo tales ideas! ¿Acaso habla, como el humano? Ni siquiera repite como la lora y la urraca... Y, sin embargo, habla. La hizo hablar Esopo en su fábula La zorra y las uvas. Así mismo Fedro, Tomás de Iriarte, Félix María Samaniego y Jean de la Fontaine, quienes hicieron hablar, pensar y trabajar a los animales, a las plantas y a los elementos de la Naturaleza.
Los fabulistas se apropian de una figura literaria y la convierten en soporte de su mensaje. En este caso, la prosopopeya o personificación, con la que le dan atributos de seres animados a los inanimados.
Hay otros que se apropian de una o varias figuras, de dicción y de pensamiento. Comparan, argumentan o ficcionan. Sirven para convencer o para conmover.
Las de ficción —que son de pensamiento—, dan como reales situaciones imaginarias. En ellas, la personificación y la idolopeya. Con esta le dirigen la palabra a quien está muerto como si estuviera vivo. En el poema del español Jorge Manrique, Coplas por la muerte de su padre, le habla al papá muerto:
Recuerde el alma dormida/ avive el seso y despierte/ contemplando/ como se pasa la vida/ como se viene la muerte (...).
Lo más importante es que los escritores, con el uso magistral de las figuras literarias, consiguen seducir, encantar, porque sus historias quedan mejor contadas.