Chopin cambió las reglas sobre las teclas del piano
Han pasado 210 años de su nacimiento y sigue siendo uno de los músicos esenciales para el repertorio de ese instrumento.
Periodista que entiende mejor el mundo gracias a la música, que atrapa cada momento que puede a través de su lente fotográfico y a la que le fascina contar historias usando su voz.
No alcanzó a cumplir 40 años y aún así se convirtió en uno de los compositores más celebrados del romanticismo. Era enfermizo y falleció tras padecer complicaciones que se derivaron de la tuberculosis.
Veneró las teclas del piano y ellas, sin vacilación, le devolvieron con creces esa devoción. De acuerdo con la revista especializada Gramophone, Frédéric Chopin, uno de los compositores polacos más interesantes del siglo XIX, apenas tuvo unas 30 presentaciones públicas y eso fue suficiente para que la admiración por él fuera desbordante en su natal Polonia.
De hecho, aunque sus restos mortales reposan en Francia, su corazón está enterrado en la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia, uno de los lugares turísticos más concurridos de esa ciudad.
Su carta de presentación durante el romanticismo fueron los nocturnos, las baladas, los scherzos y las sonatas, aunque hay quienes dicen que Chopin no hacía sonatas en el más estricto sentido.
Se convirtió en docente, a eso dedicó gran parte de su vida, y hasta los estudios que componía, piezas que servían para desarrollar una gama de habilidades en los pianistas, se volvieron obras de concierto. “Eso no era algo usual”, relata el pianista Juan David Mora, doctorado en Música con Énfasis en Interpretación en la Université de Montréal.
Debutó siendo un niño, a los 8, y Robert Schumann lo llamó genio así de temprano en la vida. Tuvo composiciones que involucraron chelo y orquesta, pero en definitiva fue un compositor para piano.
Aunque sea prácticamente inútil preguntarse cosas partiendo del “¿qué hubiera sido sí?”, a 210 años de su nacimiento, el panorama de la composición para piano y hasta la forma en la que muchos pianistas se acercan a él probablemente sería muy diferente si Chopin no hubiera pasado por la tierra o si algún otro oficio o pasión se hubiera cruzado en su camino.
Inagotables emociones
Mucho de lo que Chopin transmitía a través de las teclas estaba ligado a sus emociones: “tuvo que abandonar su tierra cuando estaba muy joven por asuntos de violencia, entonces se fue con muchísima nostalgia. Siempre tuvo una conexión muy profunda con Polonia”, expresa Ana María Orduz, coordinadora del área de Piano de la Universidad de Antioquia y directora de la Fundación Pianissimo.
Se habla mucho del amor por su país, el que dejó entrando a su vida adulta. Tomó danzas tradicionales de ese territorio como las mazurcas, originarias de zonas rurales, las reinterpretó y las llevó a las salas de conciertos.
Ivan Moshchuk, solista del más reciente concierto de temporada de la Filarmed e Iberacademy en el Metropolitano, dice que compositores como Brahms y Beethoven también llevaron parte de sus tradiciones nacionales a sus obras.
Se imagina que como en la cultura polaca aman el baile, “seguramente, si lo hubiéramos conocido personalmente, nos daríamos cuenta de que era un gran bailarín. Estaba muy conectado a su cultura”, bromea.
Lo que sí destaca Moshchuk es que el músico exploraba lo inusual y lo desconocido en su trabajo. Se permitía vivir entre emociones complejas y las hacía música. Destaca que no se enfocaba solo en danzas, “ponía su mente en metas más grandes y es por eso que su música sigue sonando hoy”.
Además, se dio a conocer como compositor de piezas cortas como nocturnos y preludios. Lo hizo con mucho rigor y seriedad, indica el profesor de historia musical, Sebastián Mejía de Eafit.
“Chopin renovó, durante su época, una manera de escribir piezas breves pero muy expresivas. No era usual en el romanticismo, que por lo general se basaba en obras trascendentales e inmensas como la 9na Sinfonía de Beethoven”, añade.
Un piano muy personal
El instrumento se llevaba puliendo con los años y uno de los aportes de artistas como Chopin fue “el desarrollo de la técnica de piano moderna”, considera Mora. ¿Cómo se podrían mover los dedos de quienes se sentaban a interpretarlo?
Él pensó en maneras diversas para acercarse al piano, considerando la comodidad de cada pianista, señala Moshchuk. El polaco encontró nuevas maneras para poner las manos sobre las teclas, por ejemplo. “Desde mi perspectiva, creo que una de las razones más grandes por las que hizo eso fue porque él creía que todo cuerpo humano es diferente y cada pianista tiene que encontrar su propia manera de tocar”, añade.
Hubo otros motivos: “Una de las cosas que marcó la obra de Chopin en la literatura pianística y la ejecución es que tenía un gusto muy particular por la línea melódica. Se centraba en el canto y la ópera para componer”, señala Orduz.
“Esa búsqueda de una línea melódica pide unos movimientos específicos y unas estrategias acústicas que tienen que ver con el ataque de los dedos al piano”, explica, cómo se aproximan ellos a la tecla.
Mora destaca que usaba un registro más amplio en el piano. Alcanzaba notas más altas y bajas en una misma obra, algo que Mozart y Beethoven habían explorado, pero que el polaco buscaba con insistencia.
Sin Chopin la historia habría sido otra. Schumann lo supo cuando escuchó a ese niño tocando el piano y Frédéric estuvo a la altura: cambió las reglas de esas teclas blancas y negras.