Música

¿Medellín es aún la capital del rock en Colombia?

Tras la explosión de bandas en la década de los 80, el género se apagó. Esto dicen los expertos.

Periodista, apasionado por el cine, la televisión y el fútbol. Egresado de la U. de A, y envigadeño de nacimiento y residencia.

11 de septiembre de 2020

Desde antes de que se realizará en 1971 el Festival Ancón, ahí a la orilla del río Medellín y que se alcanzó a conocer como el Woodstock criollo, el rock local ya sonaba en Antioquia de la mano Los Yetis.

La banda, que comenzó en los 60 del siglo pasado, fue la pionera y el referente del movimiento rockero que explotó en la ciudad una década después y que llevó a que Medellín fuera conocida como la capital del rock en Colombia, por la cantidad de grupos y canciones que se gestaron, así lo recuerda el crítico musical Diego Londoño.

Esos años 70 no fueron el mejor escenario para el rock paisa, dice el periodista y experto musical Santiago Arango, que recuerda que el movimiento debió cargar con un estigma social, tras la realización del Festival de Ancón, por el supuesto “abuso de drogas”. Londoño agrega que adicionalmente esa generación que creció en los 70 fue conquistada por la salsa y la música tropical, que dominaban el mercado de discos y la programación radial.

Con la llegada de los 80 surgieron agrupaciones como Kraken (la primera en adelantar gira nacional de conciertos), Carbure, Masacre, Mutantex y El Faltón, que rápidamente, comenta Arango, supieron recorrer el camino que había trazado Los Yetis.

El también comunicador e investigador musical Luis Grisales comenta que ya en los 80 el rock apareció como catarsis ante los problemas sociales y de violencia. “El rock sirvió para contar, de manera explícita, las historias que pasaban en las esquinas, el sicariato, el narcotráfico y la desigualdad”.

En el mismo sentido, el crítico Londoño coincide en que ese boom está ligado a esa realidad social de Medellín “que llevó una efervescencia de propuestas, cargadas de realidad e irreverencia a la hora de contar historias, por eso hay temas tan viscerales”.

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Esas características de las canciones rockeras “eran crónicas de lo que pasaba “, dice Grisales, y cautivaron a los jóvenes.


Se masifica

Ese naciente movimiento de rock se afianzó gracias a que los músicos crearon sus propios sellos discográficos (con casetes) y estudios de producción “caseros”, que les permitió llegar a nuevos públicos y masificar su trabajo. En la ciudad se dieron, además, conciertos importantes: en el teatro Carlos Vieco (La Batalla de las Bandas 1985) y el Polideportivo de Envigado (donde debutó Ekhymosis), y se hicieron giras por ciudades cercanas como Pereira y Manizales.

“Además aparecieron las emisoras exclusivas como Radio Disco, La Voz del cine, Veracruz, Todelar y La Superestación que trajeron sonidos de países como Argentina, Chile, España y México”, recuerda Arango, director de contenidos de la página www.hagalau.net.

Grisales señala que ese sonido de Medellín de los 80 quedó plasmado en la banda sonora de la película Rodrigo D, no futuro, de Víctor Gaviria.

A finales de esa década ochentera ya había una escena musical consolidada por dos movimientos, por un lado el punk, y por el otro el metal, de los que aparecieron distintos subgéneros, mientras que el Hip Hop se habría camino.

¿Ocaso?

En los noventa con bandas locales como Estados Alterados, Bajo Tierra, Juanita Dientes Verdes, El Pez, Ekhymosis y Frankie ha muerto (algunas ya venían desde finales de los ochenta) se alcanzó una identidad musical y de letras, “hay más producción y montajes más perfeccionados”, tal y como lo señala Grisales, mientras que el ska y el reggae incursionó de la mano de bandas como Coffee Makers y el mismo Rey Gordiflón.

Sin embargo, pese a esa explosión de bandas y sonidos, el movimiento se estancó, motivado básicamente por la crisis económica del país. Para Arango, las experiencias discográficas (por primera vez los sellos comerciales como Codiscos, Sonolux o Victoria grabaron con rockeros locales) no fueron las más afortunadas, tanto para los músicos como para las empresas de grabación. “Fue un modelo que fracasó, las ventas no fueron las mejores y los músicos se sintieron fuera de lugar, a veces grabando productos con los que no estaban de acuerdo, más enfocados a otros géneros que para los productores eran más comerciales”.

A mitad de la década del 90 la industria del disco entró en crisis, que no solo afectó al rock, sino a todos los géneros a partir de la piratería de los CD y del acceso de la música gratis en internet (luego vendría la regulación) y llevó a la quiebra a muchas disqueras, recuerda Londoño. “Igualmente la economía del país estaba muy mal y muchos músicos debían decidir si trabajar para subsistir o seguir tocando”, dice Arango.

¿Culpa de quién?

El siglo XXI llegó acompañado por el boom urbano que, apunta Arango, desplazó no solo al rock, sino a otros géneros como el pop y la salsa de los medios masivos.

Grisales acota que echarle la culpa al reguetón es una mirada simplista, que solo hay que ver lo que está sucediendo con la popular, que ha logrado sobreponerse al fenómeno y sus ventas son muy importantes. “Ellos están haciendo lo que deben hacer los músicos: ir de pueblo en pueblo con su propuesta”.

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El crítico musical Londoño añade que las fusiones son la marca característica de la música en este siglo XXI, lo que permitió más diversidad y facilitó la apertura del reguetón, pero tampoco cree que este sea responsable de un supuesto rezago rockero, representado en la cantidad de reproducciones en las plataformas, muy por debajo de géneros como reguetón, hip hop o R&B, y la perdida de presencia en la radio. “El rock debe aprender de la nuevas dinámicas del mercado musical”.

Frente a ese rezago ante otros movimientos, Arango cuenta que el rock no ha sabido aprovechar todo el ecosistema digital existente para visibilizar sus contenidos.

Hoy el panorama es mucho más claro, más que hace diez años, con la aparición de nuevas bandas y sonidos que le dan vitalidad. “Medellín es una fábrica impresionante de rock”, remata Grisales al mencionar agrupaciones como La Doble A, La Banda del Bisonte y Margarita Siempre Viva, que mantienen lo sembrado por Los Yetis, Kraken, Carbure y Masacre. Arango concluye: “Hoy hay más bandas y producciones que antes”.