Paco Porrúa, partero de buenas obras
Este año despidió también a uno
de los grandes editores del mundo. Publicó Cien años de Soledad.
Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Paco Porrúa nunca quiso estar por delante de los libros que editó.
Con humildad de partero, creía que lo que tenía en sus manos, el libro recién nacido, era el dueño absoluto del valor y el mérito.
Editor y traductor, este hombre, del que no muchos conocen, es uno de los artífices del llamado “boom latinoamericano” de literatura.
Francisco Porrúa fue el primer editor de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. El primero también, de Rayuela, de Julio Cortázar. Ambas obras, pilares de ese movimiento literario, cuando laboraba en la editorial Sudamericana. A esta casa editorial llegó tras la llamada del dueño, el exiliado republicano Antonio López Llausás, en 1958, como asesor editorial.
“Varios editores republicanos salieron de España —recuerda el escritor Darío Ruiz Gómez— y se exilaron en México y Argentina, especialmente. En Argentina crearon Eudeba, la Editorial Universitaria de Buenos Aires; Losada, con el español Gonzalo José Bernardo Juan Losada Benítez. En México, desde principios de siglo XX, la editorial Porrúa, cuyos fundadores eran familiares de Paco Porrúa”, el editor cuya muerte ahora lamentamos, sucedida el pasado 18 de diciembre, cuando tenía 92 años, a causa de las complicaciones de una neumonía por la que había sido internado casi tres semanas antes en el Hospital de la Esperanza, de Barcelona, España. Ciudad donde residía y se le veía andar con un bastón de caña, fumando siempre.
De Verne a Minotauro
Hijo de un marino, cuando tenía un año y medio la familia se trasladó a Comodoro, Rivadavia, en la Patagonia argentina. Por eso, Paco tiene las dos nacionalidades: española y argentina. En el país suramericano nacieron tres hermanos suyos. Se crió aires de libertad entre el mar y el desierto, leyendo libros de Julio Verne y H. G. Wells. Al final de su adolescencia se trasladó a la capital, para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires.
A la hora de buscar trabajo, lo encontró como editor en una enciclopedia y traduciendo decenas de obras del inglés y el francés al español. Pero fiel a su consigna de permanecer oculto, detrás del libro, usó seudónimos diversos: Luis Domènech, Ricardo Gosseyn, Francisco Abelenda o F. A. Su hermana Maricarmen Porrúa dijo el día de su funeral: “Paco no era ostentoso. Ese era su estilo”.
En 1955, leyendo un artículo de Jean-Paul Sartre, se dio cuenta de que existía un autor gringo llamado Ray Bradbury, que escribía historias de ciencia ficción. Y, claro, hechizado desde la infancia con Verne y Wells, fue tras la huella de ese escritor. Leyó El hombre ilustrado, publicado en 1951. Esa simpática saga de cuentos en los cuales su personajes es un sujeto con el cuerpo completamente tatuado o, mejor dicho, ilustrado, que sirve al autor para demostrar que la tecnología puede destruir a la humanidad. Muy pronto se hizo a los derechos de dos obras de Bradbury y de Theodore Sturgeon y Clifford D. Simak y con ellas fundó Minotauro Editores: una de las editoriales más importantes de Hispanoamérica en ciencia ficción.
Algunos autores publicados en Minotauro son Brian W. Aldiss, J. G. Ballard, Alfred Bester, Ray Bradbury, Angela Carter, Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin, Cordwainer Smith, Olaf Stapledon, Theodore Sturgeon, J. R. R. Tolkien y Roger Zelazny. Algunos de habla hispana como Carlos Gardini, Eduardo Goligorsky, Angélica Gorodischer, Mario Levrero, Ana María Shua y Alberto Vanasco.
Fue el primero en publicar en español Crónicas marcianas, de Bradbury, y El señor de los anillos, de Tolkien.
Visión y libertad
Dejándose llevar por su gusto, publicó por primera vez Cien años de soledad y Rayuela, en Editorial Sudamericana. En una entrevista publicada por Letras Libres, en 2005, Porrúa dice: “es lo que he hecho siempre, publicar lo que me gusta. (...) en Sudamericana trabajé durante largos años y nunca me encontré con problemas”.
Desvinculado de Sudamericana, en 1977 se trasladó a Barcelona, donde siguió con su Minotauro, editorial que vendió a Planeta en 2001.
En la revista Arcadia recuerdan una frase de Paco Porrúa que resume su filosofía:
“El editor debe ser anónimo, el editor no es más que su catálogo, no cuenta más que con eso. Si el catálogo es bueno, tú eres un buen editor; si no, lo eres malo (...) El editor desaparece con su muerte y no deja más que unos libros editados” .