Sense: un colectivo de danza hace acupuntura
Conformado en su mayoría por mujeres, se realiza esta semana un encuentro cultural en el Aeropuerto Olaya Herrera. El lunes presentó allí su obra El Tiempo del Silencio.
Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.
El hecho de apagar las bombillas trasfigura los espacios. También son otros si se los visita en horarios nuevos. El lunes a las ocho de la noche el colectivo de arte Sense desveló un rostro inédito del aeropuerto Olaya Herrera: lo convirtió en el escenario de El Tiempo del Silencio, un acto de danza y contemplación. Un círculo de arena, sonido en vivo, luces tenues fueron los ingredientes de una apuesta estética pensada para interrogar al reloj y poner en jaque sus apremios. Durante sesenta y cuatro minutos, el público presenció los movimientos –por instantes libres, en otros no– de dieciséis mujeres. La obra “propone un tiempo de presente puro”, afirma la coreógrafa Adelaida Mejía, una de sus directoras.
El Tiempo del Silencio se cocinó a fuego lento. A partir del 12 de febrero, el grupo se reunió los viernes cada quince días en la casa de Sense –San Lucas, El Poblado– a formularse preguntas y tratar de enfocarlas con las ópticas de la ciencia, la filosofía, la historia, las vivencias propias. Tres dudas fueron el punto de partida de las reflexiones: “¿Qué diría tu cuerpo sobre el tiempo en el 2020? ¿Qué diría tu voz? ¿Qué diría tu alma?”, se lee en la pieza promocional de las sesiones. La artista Carolina Daza, fundadora de Sense, invitó a la bióloga Carolina Gaviria y a Mejía a codirigir con ella la residencia artística y el producto resultante. Las tres conformaron una trenza creativa. Incluso, en un momento crucial de El Tiempo del Silencio, Daza, Gaviria y Mejía se atraen, rozan, derriban suavemente, tararean y cantan. Adquieren un protagonismo magnético.
La escogencia del Olaya Herrera no fue gratuita. Daza menciona la acupuntura urbana: se trata de intervenciones artísticas efímeras que pretenden “detonar transformaciones. Resignificar espacios fantasmales”. En años anteriores, un criterio similar guio la elección de los sitios: la bodega de un restaurante del parque de El Poblado, una casa cultural en Laureles y una abandonada en Manila, el Claustro de San Ignacio, etc. Como se ve, lugares atípicos para el circuito del arte. Además de su naturaleza itinerante, un rasgo de Sense es el de constituir un pop-up sensorial. Para explicar el concepto, Daza recurre a la imagen didáctica: “¿Recuerda los libros de la infancia que uno abría y salía un castillo? Eso es lo pop-up. En nuestro caso, esto responde a la consciencia de que los espacios cambian continuamente”. En efecto, los días de la pandemia ratificaron dicha afirmación.
“El tiempo de la mujer es distinto al del hombre: abraza otros tiempos”, apunta Adelaida Mejía. Ella misma encarna la idea: atiende la entrevista mientras cuida a sus hijos pequeños. A diferencia del masculino, el ritmo femenino se afinca en la lentitud, en la espera: “se centra en el ser, no tanto al quehacer”, continúa Mejía. Aunque no se rechaza a los varones, quienes participan en Sense son en su mayoría mujeres. “Con nuestra fuerza femenina invitamos a las nuevas masculinidades”, acota Carolina Daza. La escultora Ana María Velázquez lo corrobora al hablar de los meses previos a la obra, de los rituales que entre todas tejieron: “Fue un espacio muy amoroso, sensible y poético para enfrentar miedos y crear nuevos lazos”.
De múltiples formas El Tiempo del Silencio fue un gesto estético de ruptura. Tanto para las artistas como para los asistentes. La obra estuvo solo una vez en escena. El resto de la programación de Sense en el Olaya Herrera –irá hasta el 15 de noviembre– está compuesta por conferencias, charlas, relatos. Un acto nuevo cada jornada. También para Mejía significó un cambió en su oficio: “A diferencia del trabajo con bailarines profesionales, aquí las mujeres descubrieron su cuerpo, sus movimientos. La obra no se diseñó de una forma clásica, el ritmo ellas lo encontraron”. En el caso de Velázquez la novedad radicó en la camaradería. Le permitió salir de sí y encontrarse con distintas miradas y experiencias: “suelo trabajar muy sola, muy independiente. Colaborar con mujeres fue muy enriquecedor: la voz de las otras se vuelve la de uno y viceversa”.
Al concluir la obra, las mujeres se internaron en la oscuridad del aeropuerto vacío. El público aplaudió: por un rato habitó una línea temporal distinta a la de la calle, las oficinas, la rutina. La gente caminó despacio: El Tiempo del Silencio y el aguacero del lunes en la noche apaciguaron las prisas. La narrativa del baile hiló el cuerpo, la voz y la palabra de quienes vieron y de las bailarinas. Las luces estuvieron bajas, la puerta se abrió. Los asistentes lentamente se acoplaron al vértigo normal. El arte ofrece una luz novedosa para mirar el mundo y sus cosas.
Sense es un proyecto vástago de Humanese, un ecosistema cultural y de creación. Fundado en 2014 por Daza, le brinda apoyo a iniciativas de disímil cariz cultural. Desde ya el colectivo piensa y prepara la novena entrega de su recorrido. Alista la aguja de su arte para clavarla en un punto de la geofrafía medellinense y con ello distensionar los nervios de la ciudad.