Ciclismo

Julián Cardona, el refuerzo paisa del Cannondale

Así lo reconoce Julián Cardona, quien, de estar a punto de perderse para el ciclismo, pasó a ser contratado por uno de los mejores equipos del mundo.

Periodista del área de Deportes

05 de noviembre de 2017

Además del brillo verde de sus ojos, esos que parecen achinados cuando suelta una sonrisa, en Julián Cardona resalta una palabra tatuada en su brazo derecho y que en letra cursiva dice “familia”, seres que, como expresa, hicieron que enderezara el camino.

El corredor, que nació hace 20 años en el municipio antioqueño de La Unión, y que desde la próxima temporada competirá en uno de los mejores equipos del mundo, el Cannondale-Drapac, al lado de su compatriota Rigoberto Urán, confiesa que por culpa del licor sus sueños como ciclista por poco se truncan.

En 2015 deslumbró con su potencial al ganar la Vuelta del Porvenir, el giro juvenil de Venezuela y las medallas de oro, en contrarreloj, en el Nacional en Pereira y el Panamericano en México. Además, este 2017 en Bogotá, en la categoría sub-23, volvió a triunfar en el campeonato colombiano en dicha modalidad.

Pero cuando se creyó que continuaría imponiendo sus condiciones, las cuales le permiten defenderse también en la montaña, el ritmo demoledor de Julián, a quien apodan “Boti”, empezó a perder fuerza.

El espigado deportista, que mide 1.80 metros, no quería entender su bajón competitivo ni el motivo de no ser tenido en cuenta para nuevas carreras en la escuadra Medellín-Inder.

“Uno cuando es pela’o ni oye, ni entiende, ni ve”, indica Cardona, al rememorar que su padre, el hombre que se ve reflejado en él, lo cantaleteaba constantemente. “Me decía que los errores que se cometen por fuera de la bicicleta, luego se pagan en la propia carretera”, recuerda de Jaime Alberto Cardona, su papá.

Un día, tras llegar a su casa en la vereda Chuscalito, y luego de una noche de copas al lado de sus amigos de La Unión, Julián comprendió que iba por el rumbo equivocado. Los rostros de preocupación, angustia, desconsuelo y dolor de su papá y su abuela Luz Elena Botero, quien se encargó de levantarlo cuando a sus dos años falleció su madre, fueron como un baldado de agua fría para que reaccionara. Por fortuna despertó a tiempo, y ahora, con su talento, espera conquistar las carreteras europeas.

Hasta Rigoberto Urán, cuando lo presentó como coequipero ante el público medellinense en el velódromo de Medellín, hizo un llamado.

Dijo, entre risas, que te pusieras las pilas y dejaras de tomar “chorro” en La Unión y que si lo veían tomando por ahí, que lo llamaran para jalarle las orejas...

“Hermano, usted sabe que de joven se cometen errores. A esa edad gusta mucho de salir, estar con los amigos y tomando cualquier cosa que lo perjudica a uno como deportista. Pero muchas veces uno no piensa en cuidarse sino en seguir en la fiesta, en el ambiente de la rumba. Como le dije a Rigo ese día, y a las demás personas, eso ya quedó atrás”.

¿Por qué lo dice?

“Porque no solo sufrí yo, también hice sufrir a mis seres queridos. En el equipo ya no me tenían en cuenta para algunas carreras. Estaba trasnochando y no me recuperaba bien, no salía a entrenar como debía. Mi familia me ayudó a sentar cabeza. Me daba dolor ver la cara de tristeza de mi papá cuando me vía llegar de una fiesta. También comprendí que estaba acabando con mi cuerpo y mis fortalezas. Ya todo cambió, y ahora más que se me presentó esta bonita oportunidad de correr en territorio europeo”.

¿Qué siente al saber que a tan temprana edad dará el salto al ciclismo europeo?

“Ese es el anhelo de todo corredor, y lograrlo no se puede explicar con palabras, aún más al saber que estaré al lado de un grande como Rigo, quien me ayudó para que se me abrieran las puertas allí. Es una felicidad inmensa, un sueño que se hará realidad”.

¿Cuál es el primer objetivo que se traza?

“Varios, pero primero que todo quiero aprender y ayudar al equipo. He adquirido experiencia al lado de mis compañeros en el Medellín Inder, sobre todo con Óscar Sevilla, pero sé que el ciclismo de afuera es muy distinto al de Colombia, entonces necesito tiempo para adaptarme y luego mostrar mis condiciones, porque sé que tengo mucho por dar”.

¿Con esas condiciones, qué desea alcanzar?

“Quiero lograr grandes cosas. Después de aprender, sueño lucirme en las tres carreras grandes (Giro, Tour, Vuelta), en un Mundial, unos Olímpicos, deseo alcanzar títulos importantes, ir día a día para dejar en alto el nombre de mi familia y del país”.

¿Por qué lo apodan Boti?

“Cuando empecé en el club de La Unión (tenía 11 años), yo era muy bajito y barrigón, entonces me apodaron Botija, así como el personaje de Chespirito. Con el paso del tiempo me dejaron Boti. A mí me gusta que me digan así, aunque a mi abuela le da rabia”.

¿Qué le dice su abuela?

“Que me maneje muy bien, y que siga para adelante”.

¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado Rigoberto?

“Que aproveche esta oportunidad. Así como él, mi familia me recalca que siga luchando por los sueños y aún más en una escuadra que creyó en mí”.

¿Por qué dice que su papá se ve reflejado en usted?

“Él intentó ser ciclista profesional, pero la situación económica fue muy dura, entonces le tocó ponerse a trabajar. Me dice que, cuando mi mamá quedó en embarazo, él soñaba tener un hijo varón para ver si lograba lo que no pudo cuando era joven. Ahora quiero que cuando me vea por televisión se sienta orgulloso y que diga que ese es su hijo el que va tirando del grupo o del equipo”.

¿Qué cree será lo más duro?

“Alejarme de mi familia. Pero como les digo, el sacrificio de dejarlos un tiempo será un beneficio, no solo para mí, sino también para ellos. Quiero honrarlos y brindarles lo que se merecen”.

¿Y qué le dice ahora su padre?

“Que entre más humilde sea, más grande seré”.