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El mito del cuerpo perfecto en el deporte quedó roto: estos atletas lo probaron

¿Puede un físico fuera del molde desafiar la biología y llegar a la cima? La historia demuestra que sí.

hace 2 horas

Durante décadas, la élite deportiva ha sido considerada sinónimo de cuerpos “perfectos”: músculos definidos, proporciones atléticas ideales, altura acorde al deporte. Pero la ciencia y los ejemplos de atletas que rompen moldes demuestran que el fenotipo —esa combinación genética, estructura corporal y metabolismo— influye en el rendimiento, sí, pero no es un destino irreductible. Este artículo explora cómo se formó el estándar atlético, quiénes lo desafían y por qué las barreras físicas pueden superarse con disciplina, entrenamiento y mentalidad.

¿Por qué un nadador velocista debe ser extremadamente flaco y alto? O, ¿por qué una gimnasta debe ser “pequeña y ligera”? Aunque la ciencia ha demostrado que ciertos genes y características físicas pueden dar ventaja en una disciplina, no deben ser factores que impidan que un atleta que no cumpla con dichos estándares triunfe en el deporte de sus amores.

En un estudio publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina (EE. UU.), se explica que variantes genéticas como ACTN3 —también llamado “gen del atleta”, que condiciona la fibra muscular— o el ACE, que se relaciona con mayor rendimiento en deportes de potencia y fuerza, influyen en si una persona tiene más facilidad para la velocidad explosiva o para la resistencia, por ejemplo. Pero lo importante es entender que la predisposición genética no es una sentencia o un destino que no podemos modificar.

La historia está llena de atletas que rompieron con esos estándares. La gimnasta mexicana Alexa Moreno fue duramente criticada durante años por no encajar en el molde de las gimnastas de élite, tradicionalmente bajitas y extremadamente delgadas o tonificadas. Su cuerpo, más musculoso y fuerte, fue objeto de burlas y críticas por un supuesto sobrepeso en una atleta de alto rendimiento.

Otro caso emblemático y casi increíble es el de Usain Bolt. El atleta más rápido del mundo y que rompió innumerables récords fue, en algún momento, cuestionado por su altura. Durante décadas, los entrenadores aseguraban que un velocista demasiado alto no podía tener éxito porque su salida sería lenta. Bolt, con sus 1,95 metros de estatura, desafió esta teoría y reescribió la historia del atletismo: ocho oros olímpicos y récords mundiales que aún siguen intactos.

El fútbol también tiene ejemplos llamativos. El español Adama Traoré se convirtió en una rareza en las canchas. Un futbolista con músculos de culturista era una aberración que la sociedad se negaba a aceptar. Su supuesto físico anormal parecía un obstáculo para la agilidad del juego moderno, pero resultó ser su mayor arma al otorgarle explosión, potencia y una zancada imposible de frenar.

Carlos Javier Puche Ortega, médico de actividad física y deporte de la Universidad Pontificia Bolivariana, y deportólogo de Indeportes Córdoba con énfasis en alto rendimiento deportivo y lesiones deportivas, afirma que tanto genotipo (características genéticas) como fenotipo (características visibles que surgen del genotipo) están intrínsecamente relacionados y determinan las destrezas o habilidades de una persona.

A modo de ejemplo, históricamente los y las gimnastas, boxeadores o patinadores suelen tener estatura baja, mayor masa muscular y una fibra muscular alta. Ese sería el “molde ideal o perfecto” porque, según Puche, tienen un centro de gravedad más bajo que les proporciona mayor equilibrio y estabilidad. Ahora bien, Carlos aclara que aunque esto es importante, nunca va a garantizar un éxito deportivo al 100 %. También influyen aspectos como la alimentación y otras capacidades físicas como la fuerza, la potencia o la resistencia, además de la parte psicológica, que influye fuertemente en el nivel deportivo de los atletas.

Aunque Puche afirma que puede ser totalmente nocivo encasillar a un atleta en un deporte únicamente porque tiene las características para practicarlo, también puede ser igual de nocivo excluir al que no las tiene.

Sin embargo, es también necesario que cada atleta evalúe conscientemente si le es posible alcanzar ciertas capacidades que requiere cada disciplina y así darse cuenta de si podría o no practicarla. “El deporte es el que se encarga de escoger al deportista y no el deportista al deporte que quiere practicar”, afirma Puche.

Uno de los casos que más resalta Carlos es el del ciclista sprinter colombiano Fernando Gaviria, quien no tiene una composición corporal con una masa muscular importante en el tren inferior. Sin embargo, Gaviria desarrolló una habilidad impresionante de leer muy bien las carreras y diseñar estrategias exitosas con las que ganó múltiples etapas, incluso por encima de ciclistas que tenían mucha mayor ventaja física pero que no conocían el momento indicado para atacar.

Ahora bien, no necesariamente es un escenario trágico el hecho de que un deportista se cambie de disciplina porque sus características físicas le favorezcan más en una nueva. Un caso exitoso es el de la reina del salto Caterine Ibargüen, quien inicialmente practicaba atletismo de distancia, donde era buena pero no la mejor. En alguna ocasión su entrenadora le dijo: “¿Por qué no te cambias de modalidad deportiva y hacemos triple salto?”, y de ahí el resto es historia dorada.

Científicamente, las investigaciones afirman que el 70 % del rendimiento deportivo viene de los genes y que ese otro 30 % se divide entre la alimentación, el sueño, el entrenamiento y los buenos hábitos. Por lo que resulta desproporcionado abandonar un deporte únicamente porque las condiciones genéticas o físicas no lo favorecen.

Ahora bien, la duda es: ¿le toca entrenar más duro a un atleta que no tenga las condiciones físicas que el que sí las tiene? Carlos opina que no tiene que ser así necesariamente. Todo dependerá de que los entrenamientos se enfoquen en las fortalezas del atleta en específico. Es decir, las cargas de trabajo y la progresión son características específicas de la condición de cada atleta, y su preparación debe ser planificada en consecuencia.

La historia, sin embargo, nos deja claro algo: el cuerpo se puede transformar de múltiples maneras y con objetivos muy específicos si se trabaja para ello. Incluso hay ocasiones en que la disciplina puede lograr lo mismo o más de lo que la genética le puede otorgar a una persona, y de esta manera le permitirá practicar el deporte que desee.

La clave está en no dejarse encasillar

Uno de los genes más estudiados en la ciencia del deporte es el ACTN3, conocido como “el gen de la velocidad”. Su presencia se ha asociado con el rendimiento explosivo, mientras que su ausencia favorece la resistencia. Sin embargo, los expertos advierten que no hay un “gen milagroso” que garantice un buen rendimiento deportivo. Aun así, los estereotipos persisten. Muchos jóvenes y niños abandonan el deporte por no encajar en el cuerpo ideal que se espera en cada disciplina. Expertos en medicina deportiva insisten en que los entrenadores deberían identificar las fortalezas de cada biotipo en lugar de descartar talentos por no parecerse a los campeones de moda.