Fútbol

Juan Bauzá llegó sin mucho ruido y se convirtió en un hombre clave para Atlético Nacional

El Rey de Copas espera ratificar este domingo su paso a la final de la Copa Betplay, en su duelo ante América en el Pascual Guerrero.

Comunicador Social-Periodista bilingüe (inglés y español). He trabajado en Radio Bolivariana, RCN y Telemundo. Hago parte de EL COLOMBIANO. Recibí premios Ovations de la NBC. Lideré el sitio web hispano de NBCOlympics.com para los Olímpicos de Beijing 2008, edité y establecí el contenido de video original para la programación en web de la Selección Mexicana en Medios Digitales de Telemundo. Responsable de la gestión editorial de la portada de yahootelemundo.com. Enviado especial al Mundial de Rusia 2018, la Copa América en Chile 2015, los partidos de clasificación al Mundial de la Selección Colombia, la Asamblea General de la ONU en 2009, y el rescate de los 33 mineros en Chile.

hace 54 minutos

Este domingo, cuando el reloj marque las 5:00 p.m. y Win Sports + encienda la transmisión, Atlético Nacional saltará al campo del Pascual Guerrero con una ventaja que parece enorme, pero que en el fútbol nunca es garantía: el 4-1 logrado en el Atanasio Girardot en la semifinal de ida de la Copa BetPlay. Frente al América, herido pero orgulloso, el equipo verdolaga buscará sellar el paso a la final para medirse al Medellín.

En ese escenario decisivo, una figura se levanta desde la serenidad: Juan Francisco Bauzá, argentino de alma tranquila y mirada noble, uno de los futbolistas más rendidores en esta campaña. Sus 3 anotaciones con la camiseta verde son apenas la cifra visible; lo que lo distingue es el compromiso, el pase gol preciso y ese desequilibrio que aparece cuando el partido lo necesita. Por eso, en esta doble confrontación ante los Diablos Rojos —primero por Copa y luego por los cuadrangulares de Liga—, su presencia es importante.

Pero Bauzá es mucho más que un jugador en buen momento. Es un recordatorio de que el fútbol también pertenece a los perseverantes. Llegó a Nacional sin ruido, sin titulares mediáticos, sin promesas infladas. Llegó con un nombre tatuado en el brazo izquierdo, el de su abuela, su ángel guardián, y con unos ojos tímidos que revelan a un hombre honesto, trabajador, transparente. Y desde ese silencio, ha tejido un vínculo con la hinchada que no necesita palabras.

Nacido en Gualeguaychú, tierra de carnaval y río, Juan aprendió desde niño que el fútbol sería una lucha diaria. Hijo de Marcelo, exfutbolista, y de Mariana, sostén familiar, creció entre canchas de tierra y balones gastados, donde los sueños eran grandes, pero las posibilidades pocas. Su primera camiseta fue la de Central Entrerriano. A los 9 años ya pedía la pelota como un líder natural; aunque viniera del campo seguía siendo el chico reservado que todos recuerdan. Esa personalidad lo llevó a Colón de Santa Fe, donde Paolo Montero lo subió al plantel profesional en 2016. Debutó frente a Patronato, reemplazando a Adrián Bastía, pero sumó apenas 4 partidos.

La inestabilidad del club, los cambios de técnico y la falta de continuidad apagaron su brillo. Estuvo tan cerca de renunciar que solo la voz firme de su padre lo rescató: “Pepe, no te rindas. Busca un lugar donde vuelvas a disfrutar”.

Volvió a casa. Juventud Unida de Gualeguaychú fue el refugio donde recuperó la alegría y luego, en 2018, los primeros goles profesionales lo hicieron creer de nuevo. El ascenso argentino, con pasos por Gimnasia de Mendoza, le enseñó de golpes, viajes largos, salarios inciertos y la crudeza del fútbol real, ese que no sale en televisión. Allí se forjó su carácter.

Europa lo llamó en 2019 con el Górnik Zabrze de Polonia, un país frío en clima y en idioma. No brilló, pero aprendió. Después vino Rumania, primero el Csikszereda y luego el U Craiova 1948, donde disputó más de 80 partidos y superó los 15 goles. Allí, más maduro, descubrió que podía liderar desde el juego, desde la calma y desde la persistencia.

En 2024 llegó Emiratos Árabes con el Baniyas, lejos del foco mediático, pero cerca de su esencia: disfrutar del balón. Jugó 22 partidos, anotó, asistió, creció. Y entonces sonó el teléfono. Era Atlético Nacional. El club que había admirado desde la televisión en 2016, cuando veía el Atanasio repleto en las noches de Libertadores. “No lo dudé”, confesó. Era un sueño, uno de esos que se guardan en el pecho como una foto vieja.

Hoy, a los 29 años, amante de la cumbia, del rock y devoto del talento de Messi, Bauzá vive su momento en Medellín con una convicción íntima: convencer a Nacional de comprar su pase. Lo está logrando, no con declaraciones, sino con fútbol. Con esas pinceladas zurdas que nacen en la sencillez de Gualeguaychú y encuentran eco en cada tribuna verde.

Este domingo, cuando el balón ruede y el Pascual intente intimidar, Bauzá no mirará la magnitud del estadio, sino la historia que lo trajo hasta aquí. Sabrá que nada le fue regalado. Que todo lo ganó con esfuerzo. Que estos partidos, los que deciden títulos, son los que soñó cuando jugaba en las canchas de tierra de su barrio.

Y frente al América, ya sea en la Copa o en los cuadrangulares, Juan Bauzá quiere dejar su sello. Porque algunas carreras no se escriben con estridencias, sino con constancia. Y algunos futbolistas no conquistan desde los gritos, sino desde el corazón.