Las “repetidas” fortalecen su relación en la cancha
Juliana Marcela y Ana María se roban la atención por ser mellizas y jugar en el mismo equipo del Pony: Rosalpi de Bello.
Comunicador social y periodista de la UPB. Disfruto de un libro de Saramago, un regate de Iniesta y un drive de Federer.
A Liliana Montoya le dijeron, la primera vez que puso a jugar a sus hijas juntas, que podía hacer trampa. “Puede poner una en un tiempo y otra, en el otro”, le bromean a cada rato.
Ese chiste se presenta porque Juliana Marcela y Ana María Ríos son mellizas y, como hecho curioso, juegan fútbol y hasta en el mismo equipo: Semilleros de Zamora, aunque en el Ponyfútbol están con Rosalpi Bello, que ayer perdió 2-1 con Chía. Juliana, la mayor de las dos por segundos, se metió primero en la goma del fútbol. Cuando tenía ocho años, viendo a su hermano Ricardo jugar, comenzó a insistir en la casa para que la dejaran practicar en la cancha del barrio Zamora, donde reside.
“En cambio a Ana María le dio miedo ante el primer balonazo que recibió y desistió, pero ver a su hermana la hizo animar porque se aburría sentada”, comenta la madre.
Ana se convirtió en defensa central, mientras que Juliana juega más adelantada, en el medio campo. Desde esas posiciones establecen una conexión especial, esa que les conceda el darse consejos, decirse las cosas sin miedo y, sobre todo, apoyarse entre ambas.
“Me gusta mucho jugar con mi hermana, en la casa siempre peleamos, pero en la cancha tenemos una mejor relación”, comenta Ana María.
Ambas juegan su primer Festival y, lógicamente, reciben el chiste de la trampa, algo que se ha vuelto paisaje para ellas. “Estar acá es lo máximo, te permite compartir con otros y competir al mejor nivel”, reflexiona Juliana.
Mientras en casa miran constantemente el celular, en la cancha se observan una a la otra y comienzan a formar un lazo, el cual esperan sostener durante todo el Festival y durante toda la vida.