Fútbol

“No estábamos dispuestos a llevar una vida solitaria”: Mao Molina

Mao Molina, referente histórico del Medellín, reflexiona sobre los pasos que ha dado en su vida y los que espera dar para reinventarse

Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.

16 de abril de 2020

El escritor y dibujante Elkin Obregón dijo alguna vez que existen dos clases de personas: las que vuelven a casa y las que no.

Mauricio Molina siempre supo que quería ser de las primeras. Aún cuando su talento lo llevó a Corea del Sur, una tierra que le abrió las puertas y le mostró todas sus bondades porque supo desaprender y aprender. Algo en lo que vio a tantos fracasar.

Mao, uno de los más excepcionales futbolistas que ha dado Antioquia, cumplirá 40 años en pocos días. Acompañado por su esposa Laura, y sus hijos Alejandro y María del Mar, aguarda que la vida retome su ritmo para reanudar proyectos.

Mientras tanto, en diálogo con EL COLOMBIANO, entregó las claves para entender a una sociedad que se muestra como faro para Colombia, y buena parte del mundo, para superar la crisis. Pero, sobre todo, un testimonio que muestra que por más imperfecto que sea, el hogar primigenio siempre tendrá algo por lo que valga la pena volver a él.

Usted que vivió y echó raíces allí, ¿cómo es la sociedad coreana, su gente, su cotidianidad? Ahora que es pertinente comprender la naturaleza de dicho país al que se aferra Colombia para afrontar esta crisis...

“No me extraña la forma cómo manejaron esta pandemia. Viví siete años (2009-2015) y pude ver que siempre van un paso adelante. Es una sociedad disciplinada y con un respeto muy fuerte por las jerarquías. Si una persona adulta da una orden, la sociedad la acata. En el tema de salud, trabajan muy fuerte la prevención. En general, siempre llevan la delantera. Por ejemplo, como viven en constante amenaza con Corea del Norte, mientras estuve viví varios simulacros de guerra; te avisan con un mensaje al teléfono, y a la una de la tarde pasan las sirenas para evacuarte. Su capacidad de respuesta es brillante, porque, además del poder económico, son eficientes”.

¿Cuáles fueron sus claves para calar allí, porque lo que cuenta es la antítesis de la sociedad colombiana?

“Me tocó ver un montón de extranjeros que no lograron encajar en la disciplina, la eficiencia, el respeto por las jerarquías. Por ejemplo, en el equipo te decían que la reunión era a las siete de la noche y si no estabas faltando diez para la hora ya había problema con los entrenadores. El extranjero choca con esa dinámica, entonces lo que hice, con la experiencia de haber estado en otras culturas, fue respetar y encajar en su modelo de sociedad”.

Volver a aprender la dinámica de Colombia debió ser un choque...

“Como familia lo que más duro nos dio fue el tema de la seguridad. Allá podías salir a cualquier hora, si te olvidabas cerrar la puerta no había lío o dejabas el celular en una tienda y allí estaba al regresar. Fue duro sobre todo por mis hijos. Alejo estuvo allá desde los cuatro y hasta los once años; la niña, de meses hasta los siete años. Decirles, por ejemplo, que no sacaran el celular mientras iban en carro fue difícil. Lo otro es la eficiencia. Allá programás una cita para cambiar el internet y están 20 minutos antes y en cinco minutos todo listo”.

En esa búsqueda de todo padre por proteger siempre a sus hijos, y entendiendo el entorno tan difícil que es este, ¿nunca han pensado radicarse nuevamente en el exterior?

“Fuimos muy felices en Corea, es el lugar que más extrañamos. Pero mi esposa y yo teníamos claro que nuestro lugar era Medellín. Queríamos que nuestros hijos tuvieran la experiencia de vivir donde nosotros nos criamos, de crecer cerca de sus abuelos, de nuestra familia. No estábamos dispuestos a llevar una vida tan solitaria. Uno vive muy bien allá, pero es una vida con menos integración social. Queríamos que ellos tuvieran las dos visiones. Si luego quieren vivir en el exterior, bienvenido sea, que tomen su rumbo. Pero queríamos darles la oportunidad de que vieran los dos mundos”.

Una curiosidad. A propósito del cuento que ha dado mucho que hablar en los últimos días sobre Son, el compañero de Dávinson Sánchez, y su obligación de ir al ejército coreano, ¿cómo es realmente ese tema allá?

“Es complicado y vuelve y habla de lo estricto que es esa sociedad. En mi primer año allí (2009) jugué en el Seongnam. Íbamos en mala posición, pero empezamos a ganar y nos metimos a los play off. Clasificamos a la final. Justo al otro día, nuestro capitán, el mejor del equipo, se tenía que presentar el ejército. Yo decía, pues es una final, una semana más, seguro acá logran cuadrar. Pero no hay caso. El día que se tienen que presentar deben hacerlo sin importar quien sea o lo que esté haciendo. Se van dos años, los primeros dos meses es entrenamiento militar y luego lo compaginan con fútbol, arman un equipo que juega en la Liga pero igual mantienen una vida militar. Cuando vuelven ya les pasó su mejor momento, fueron muchos a los que vi que se les cortó la carrera”.

Serbia fue otro destino exótico aunque corto (2007). ¿Que aprendizaje dejó para la vida ese paso allí?

“Allá fue mucho más complicado porque cuando llegamos era un país que apenas estaba saliendo de una guerra. Ibas por una ciudad atrasada con edificios que aún tenían secuelas, estructuras caídas por bombardeos. No encontrabas un centro comercial, entonces la vida extrafutbolística era muy limitada. En el invierno anochecía muy pronto. Fue difícil para que la familia se adaptara. En lo deportivo me fue muy bien, la gente me quería bastante. Eso te relaja porque mientras deportivamente estés bien, la vida extrafutbolística se hace más llevadera. Es un país exportador de jugadores. Dentro de Europa es el gran productor de futbolistas”.

¿Ha sido justo el trato que medios, técnicos de Selección y aficionados dan a colombianos que van a ciertas ligas no tan conocidas?

“Pienso que sí se ha tenido un sesgo por desconocimiento. Hay ligas que siempre estarán por encima (Inglaterra, Francia, España, Italia, Alemania), pero hemos devaluado otras sin conocimiento de causa. Yo muchas veces no encuentro diferencia, desde lo competitivo, entre la coreana y la de acá. Son disciplinados, atléticos, han dominado el panorama internacional asiático y cuando han enfrentado a nuestra Selección siempre exigen. A ligas de Asia o la MLS, por ejemplo, es hora de empezar a respetarlas y a ver las cosas con un poco más de criterio y conocimiento”.

La crisis actual y su consecuente impacto económico ha demandado del fútbol y del futbolista un replanteo del derroche monetario. Pero el tema ha ido virando hacia una crítica al rol del futbolista e incluso una confrontación entre este y otros oficios, al punto que varios jugadores han levantado su voz y hasta Wayne Rooney habló recientemente de una cacería de brujas contra ellos...¿Qué piensa de esto?

“La situación en la que estamos sirve para dar valor a un montón de gente que siempre ha sido importante en la vida: los médicos, agricultores, transportadores, personas que, por una u otra razón, no le damos siempre la importancia que merecen. Pero es un tema totalmente aparte del futbolista, que desde su rol aporta algo muy bueno a la sociedad: entretenimiento, esparcimiento, sentirse parte de un grupo. Al final, lo que te proporciona el fútbol es que después de una semana de trabajo, te reunís, ves un partido, te divertís, te enojas, pero es un momento ajeno a la rutina. Ahora que el encierro nos ha hecho añorar tanto esos momentos, vemos lo que el fútbol puede aportarle a nuestra parte emocional. Entonces no se puede ser injustos y decir que ahora el jugador no tiene validez a nivel social. Hoy los médicos y tantas otras personas están intentado resolvernos esta situación. Son héroes por eso, pero también lo son en la cotidianidad. Ahora, sí es una buena oportunidad para revisar las cifras que maneja el fútbol. En una situación que nos ha dejado ver las carencias del mundo no cabe el hecho de que se pague, por ejemplo, 200 millones de euros (US$219 millones) por un futbolista”.

En ese ejercicio de plantearse sueños y promesas para ayudar a palear la situación actual, ¿cuáles son las suyas y las de su familia?

“Sin olvidar que mucha gente está sufriendo, está perdiendo familiares, se ha visto afectada económicamente, he intentado sacarle cosas positivas a este momento. Claro, hablo desde una posición más cómoda porque, primero, no tengo a ninguno de mis familiares afectado por esta enfermedad; segundo, gracias a Dios tengo la bendición de no pasar necesidades. Por eso valoro pasar mucho tiempo con mi familia, estar las 24 horas en función de mis hijos y mi esposa, volver un poquito a las raíces de lo que hacía hace muchos años que es colaborar mucho en casa, lavar platos, barrer, trapear. Es como un baño de sensatez y humildad. Cuando pase esto quiero volver a ver a mis amigos y sobre todo hacer algo que es muy especial para mi familia y que es viajar. Me gustaría retomarlo, si no es este año será el otro. Ya habrá tiempo”.