Fútbol

Lo bueno y lo malo de demorar al sucesor de Gandolfi en Nacional

La directiva se toma su tiempo para elegir nuevo técnico, pero la demora abre un debate: ¿estrategia inteligente o riesgo que puede costar caro en la Liga y frente a su hinchada?

Comunicador Social-Periodista bilingüe (inglés y español). He trabajado en Radio Bolivariana, RCN y Telemundo. Hago parte de EL COLOMBIANO. Recibí premios Ovations de la NBC. Lideré el sitio web hispano de NBCOlympics.com para los Olímpicos de Beijing 2008, edité y establecí el contenido de video original para la programación en web de la Selección Mexicana en Medios Digitales de Telemundo. Responsable de la gestión editorial de la portada de yahootelemundo.com. Enviado especial al Mundial de Rusia 2018, la Copa América en Chile 2015, los partidos de clasificación al Mundial de la Selección Colombia, la Asamblea General de la ONU en 2009, y el rescate de los 33 mineros en Chile.

hace 10 horas

Retrasar la decisión de nombrar un técnico tras la salida de Javier Gandolfi tiene ventajas y riesgos que la directiva de Nacional debe sopesar cuidadosamente. Tomarse tiempo evita una elección precipitada y costosa: permite filtrar candidatos, negociar cláusulas contractuales y comparar alternativas para no traer a alguien que no esté alineado con la estructura deportiva, lo que a la larga podría generar mayores gastos y problemas de coherencia.

Según Orlando Molano, experto en procesos de contratación, una espera razonada también da margen para revisar el proyecto deportivo antes de firmar: así la directiva puede definir con precisión el perfil que busca —por ejemplo, alguien que sea líder, que tenga amplia experiencia en torneos locales e internacionales y que conozca el medio—. Una persona con una edad que permita un proceso de dos o más años, y no un técnico que mire a Colombia como un simple trampolín hacia ligas mayores.

Lo que se sabe es que el club busca un líder que trabaje en equipo, empodere a la gente, tenga manejo de grupo y le dé salida a la cantera para poder hacer patrimonio, y que esa elección esté alineada con la dirección deportiva, el scouting y el presupuesto. Además, dice Molano: “Demorar la decisión puede minimizar el riesgo ante candidatos poco disponibles o reacios. Algunos entrenadores pueden rechazar ofertas si la negociación se hace de manera rápida y desesperada, pero esperar puede permitir atraer a quien realmente quiera el reto”.

Si el cuerpo interino, en cabeza de Diego Arias, logra estabilizar al plantel, ese período de transición puede ser aprovechado para calmar el vestuario y ganar tiempo sin el costo de una toma de decisión apresurada. También existe la posibilidad de que aparezcan más opciones en el mercado —entrenadores disponibles tras despidos en otros clubes o candidatos que resuelvan su situación contractual—, ampliando así el abanico de alternativas.

Lo negativo de la demora

Sin embargo, el retraso tiene contrapartidas importantes. El psicólogo deportivo Santiago Zapata indica que la incertidumbre puede traducirse en un rendimiento inestable: “En torneos cortos cada fecha pesa, y la falta de continuidad táctica o identidad en los partidos puede costar posiciones en la tabla que jugarían en contra de la intención de clasificar a torneos internacionales. La demora también puede provocar que jugadores inquietos por la ausencia de un líder técnico aceleren su salida o pidan transferencias, y que los candidatos más atractivos acepten otras ofertas si la negociación se estira”.

A nivel de imagen, la presión mediática y la impaciencia de la hinchada aumentan con el tiempo; la espera sin un plan claro genera críticas que afectan la marca del proyecto directivo. Desde el punto de vista operativo, la planificación del mercado de pases se complica si no hay técnico: fichajes y cesiones quedan a medias porque nadie define el sistema ni los perfiles necesarios, lo que puede llevar a gastar mal los recursos o a incorporar jugadores que luego no encajen. Finalmente, la ausencia de un proyecto técnico claro limita la preparación para partidos clave: el calendario no espera y la inacción puede tener consecuencias deportivas inmediatas.

¿Esperar o actuar?

Por todo esto, conviene marcar criterios claros para decidir si esperar o actuar ya. Esperar tiene sentido si la directiva cuenta con un plan definido, si el cuerpo interino está funcionando y el calendario inmediato no exige una respuesta urgente; también si hay candidatos de calidad en negociación. No conviene esperar si el equipo está en zona crítica de la tabla, si hay ventanas de fichajes abiertas que requieren orientación técnica o si la plantilla está fracturada emocionalmente. Establecer plazos reduce la incertidumbre y obliga a un trabajo decidido. Es clave priorizar criterios objetivos —sistema de juego, trabajo con juveniles, manejo de prensa, experiencia continental— y puntuar a los candidatos con una matriz que permita comparar alternativas más allá del nombre o la simpatía.

Hablarle de frente a la hinchada

La comunicación debe ser transparente: explicar a la hinchada y a los medios que la prioridad es un proyecto a largo plazo y detallar el perfil buscado ayuda a disminuir rumores y presión. Paralelamente, hay que potenciar el interinato dándole metas claras y responsabilidades tácticas, por ejemplo, estabilizar la defensa o mejorar la efectividad en determinados partidos. Y muy importante: tener un plan B rápido y preaprobado —un técnico colombiano— por si los resultados se deterioran y es necesario actuar con urgencia.

En síntesis, retrasar la contratación puede ser sensato si se trata de una espera estratégica y programada: permite negociar mejor, definir proyecto y atraer al candidato correcto. Pero la espera sin plan o sin límites temporales acarrea costos deportivos, económicos y de imagen que un club del tamaño de Nacional no debe subestimar. La recomendación es no precipitarse, pero tampoco dejar el proceso abierto indefinidamente: tiempo limitado, criterios objetivos, comunicación clara, apoyo al interinato y un plan B son las piezas que convierten una demora en una decisión responsable, y no en una fuente de problemas.