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Matías Chica, el niño que, sin un pie, rompe barreras en el fútbol antioqueño: esta es su historia

El amor de sus padres derribó un diagnóstico, y él, enamorado y talentoso del fútbol, se roba los aplausos en torneos con niños convencionales.

Comunicador Social-Periodista, apasionado de las historias, amante de los deportes. Trabajé en el periódico El Mundo y actualmente hago parte de EL COLOMBIANO.

hace 6 horas

Cuando el médico les fue a entregar la orden para el aborto, ellos cruzaron miradas y, con la cabeza de izquierda a derecha, casi de manera sincronizada, de inmediato le dieron a entender que ese no era el camino que habían elegido.

“Después hablábamos: ‘¿este señor cómo se le ocurre decirnos esas cosas sin saber lo que nosotros estábamos pensando?’”, recuerda Elbert, padre del bebé que venía en camino y que ahora, 13 años después, deslumbra con sus capacidades como arquero ante niños convencionales en torneos de la Liga Antioqueña de Fútbol.

Días antes, en la primera ecografía, a los cuatro meses de embarazo, los esposos Elbert Chica y Johana Arboleda recibieron, como un baldado de agua fría, una noticia que los dejó paralizados: se dieron cuenta de que su hijo Matías venía con una dificultad en una de sus extremidades; su pierna derecha era más corta que la izquierda.

Además, en esa consulta les expresaron que la criatura podía nacer con varios problemas, entre ellos cardíacos, de colon y cognitivos.

“Confesamos que fue una etapa dura al comienzo, porque uno como padre siempre va a querer tener a su hijo completico, pero gracias a Dios, y a ese apoyo como esposos, más allá de lo que nos aconsejó el médico en ese instante, nuestra determinación siempre fue que íbamos a recibir a Matías como viniera. Eso nunca tuvo discusión”, recuerda Elbert, al lado de Johana, mientras, a un costado de la cancha del colegio Presbítero Bernardo Montoya del municipio de Copacabana, Matías, siempre sonriente, entrena fútbol con normalidad junto a otros talentosos jóvenes.

Matías nació con una hemimelia peronea, un trastorno congénito poco común que se caracteriza por la ausencia total o parcial del peroné, el hueso más pequeño de la parte inferior de la pierna.

“Solo se le desarrolló la tibia hasta una parte de la pierna derecha. Nació con una plantica muy pequeña y tres deditos. Entonces, desde los ocho meses, le empezamos a adaptar unas prótesis”, rememoran los padres, quienes recibieron hace nueve meses otra alegría: su hija Milagros. “Por poner un ejemplo: ella aún ni gatea y no tiene ninguna dificultad. Matías tuvo un desarrollo tan bueno que en ese tiempo ya caminaba”.

No olvidan que cuando el niño cumplió un año tuvieron que tomar una difícil decisión.

“Como la plantica de su pie no le encajaba bien en la prótesis, hubo que amputarla –recuerda con dolor Johana– para que el muñón de su hijo se adaptara mejor al dispositivo artificial que le ayudaba a caminar”.

Matías, quien cursa séptimo grado en la Institución Educativa San Rafael de esa población del Norte de Antioquia, inició en el deporte con natación desde los dos años como prevención, por la diferencia que había entre sus pies, para que no sufriera de escoliosis (curvatura lateral anormal de la columna vertebral).

“Estuvo en las piscinas hasta los 9 años, hasta que un día decidió que quería practicar fútbol. En realidad, yo soñaba con tener un hijo futbolista, aún más por ese sueño frustrado de mi hermano Sebastián, quien, por temas económicos, no logró llegar a la élite de este deporte”, recuerda Johana, quien es profesional en Seguridad y Salud en el Trabajo.

“Pero cuando conocí la condición con la que venía Matías, fui la que más se opuso a que practicara fútbol. Yo siempre le decía que hiciera solo natación. Es que uno como madre protege mucho a los hijos, además porque sentía miedo a que lo rechazaran. Sin embargo, es un enamorado del balón, y ahora solo puedo sentir orgullo por él, porque todo lo que se traza lucha hasta lograrlo”.

Así comenta Johana, al señalar que Matías se ha convertido en todo un “maestro” para ella y su familia. “Él vino a enseñarme mucha resiliencia y aceptación”.

La madre, ahora con 36 años de edad, también pasó por un proceso complicado. Después de un difícil diagnóstico, en el que le expresaron que debían cortarle una oreja debido a un tumor (finalmente no sucedió, pues se curó), Matías se convirtió en un apoyo vital para ella. “Yo lloraba, y él me decía que no importaba, que no pasaba nada. Es un niño muy fuerte, nuestro maestro, una bendición de Dios”.

Si bien el fútbol es su pasión, el menor también se ha desafiado a montar en bicicleta, patines y hasta a escalar. “Él no tiene límites, es un enamorado del deporte, siempre lo apoyamos en lo que desea. Se ha caído muchas veces, pero se levanta con fuerza, es persistente”, agrega su padre, habitante del barrio La Azulita de Copacabana.

Su sueño en el fútbol

Matías se ve tan normal en el campo que quienes lo observan se impresionan con sus habilidades. Hasta se les escucha decir: “ese niño está como que lesionado”, sin saber que no tiene un pie, “y véalo cómo ataja”.

Es que sorprende tanto con su destreza que, con su pie izquierdo y la prótesis derecha, hace la denominada 31. Su capacidad para dominar la pelota es asombrosa, y eso que esa prótesis que lleva puesta es estándar; en realidad requiere una especial para el deporte que practica.

“Hemos tratado con la EPS para que la puedan mejorar, pero no ha sido posible”, dice la madre.

En esa lucha constante, muchas veces hasta con tutelas, Matías, más allá de las ampollas que le arrancan la piel de su muñón al no tener la prótesis adecuada –que tiene un valor aproximado de 40 millones de pesos–, no se lamenta.

“Es que me gusta mucho el fútbol, es mi pasión. Ya llevo cuatro años jugando y no me cambio por nada. Ha sido una experiencia bonita, estoy muy feliz de poder jugar, conocer amigos, compartir y crecer como arquero”, expresa el portero, que anhela representar a Colombia en una Selección Paralímpica.

De esta manera, y bajo los tres palos, Matías Chica Arboleda no solo ataja balones, también detiene prejuicios y derriba barreras.

“En cada estirada y salto demuestra que los límites existen solo en la mente. Es un muchacho normal como todos, trabaja igual que los demás. En los partidos sale y achica, se tira, vuela...”, comenta su entrenador Juan Pablo Acevedo Serna, del Club Deportivo Color Esperanza de Copacabana, el que le abrió las puertas a Matías y con el que disputó el año pasado el zonal clasificatorio del Babyfútbol.

“Estamos tocando puertas para que le den a Matías una oportunidad en un equipo importante de paralímpicos, porque en realidad tiene mucho futuro en el fútbol”, agregó Juan Pablo, quien fue arquero de las divisiones inferiores de Atlético Nacional entre 1999 y 2000.

Por lo pronto, tras observar lo que hace Matías en su equipo de Copacabana, el Club Semillas de Belén, que dirige Carlos Alzate, quiere llevarlo a Costa Rica, donde el próximo año se celebrará el Torneo de Fútbol para Amputados.

Con sus condiciones, pese a tener una prótesis que no encaja como debe en su muñón y que requiere ser cambiada, Matías se convierte en un gigante en el arco. Ante los balones que van altos y con fuerza hacia la portería que defiende, se impulsa con convicción, se aferra al balón y transmite una seguridad que inspira no solo a compañeros sino también a rivales. Con su personalidad y capacidades, es ejemplo de superación.

Matías rompe barreras y abre puertas