En silencio, las niñas del Ciesor se sienten libres
La exnadadora Carolina Acevedo prepara en esa institución un grupo de nadadoras sordas y con síndrome de Dowm.
Periodista de la Universidad del Quindío. Cuyabra hasta los huesos y mamá de un milagro llamado Mariana, amante de la salsa y apasionada por el deporte.
Los jueves no son un día cualquiera en el colegio Ciesor de Medellín. Cuando el reloj marca las 12:30 p.m., once chicas llegan puntuales y paralizan todo a su alrededor.
Una a una van saltando a la piscina y en medio de un silencio, casi sepulcral, inician la clase de nado sincronizado.
Así sin música, sin bulla, solo apoyadas por las señas de sus manos y cuerpo, la entrenadora Carolina Acevedo Jiménez dirige a sus niñas cuya particularidad es que son sordas y con síndrome de Down. Y aún así, se sienten libres y sin limitaciones.
Caro, nadadora consagrada y entrenadora de la Selección Antioquia de esta especialidad en la categoría infantil, ha encontrado en el grupo de los jueves el reto más grande y gratificante desde que decidió formar nuevas generaciones.
“Tuve que aprender el lenguaje de señas y las niñas me han ayudado a pulirlas, así como los movimientos para comunicarnos. Ha sido una experiencia linda y me siento afortunada de poder compartir con ellas”, dice Carolina.
Pero ese jueves 27 de octubre, Carolina inició el trabajo y en medio de la rutina, unos aplausos interrumpieron el silencio del lugar. Provenían de María Helena Sánchez, quien no pudo evitar la emoción y con sus palmas deja salir toda la felicidad que le produce aquel espectáculo.
Y cómo no sentirlo así, si María Helena, sorda de nacimiento, observa entre las once nadadoras a su hija Elizabeth Giraldo Sánchez, una pequeña de 10 años, quien es cargada por sus compañeras al final de la coreografía.
No puede expresarse con palabras, pero con los movimientos de sus manos, su boca y su expresión deja en claro el orgullo y la alegría que le produce los avances que ha tenido Eliza.
La pequeña, no solo nada y se defiende en el agua sino que mantiene un rendimiento destacado en el colegio, que se convierte en algo así como el paz y salvo para las jornadas de los jueves en el agua.
Las niñas hacen deporte, ganan independencia y lo más importante, según Ángel Lucín, fisioterapeuta de este club de niñas especiales, aumenta la autoestima, pues algunas sienten que no son valiosas debido a su discapacidad.
Esto por supuesto no pasa con María Helena, ella se siente orgullosa de sus hijos Elizabeth y Kevin (sordos) y Tatiana, quien puede escuchar, a quienes con su esposo Nelson Giraldo (sordo) los apoya y educa para que salgan adelante en esta nueva pasión.