Niños deportistas que cada día retan al pesimismo
Debido a la cuarentena pasaron su mes en casa, pero no bajan la guardia. Le ponen fe al deporte y la vida.
Desde muy pequeño Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro (apellidos maternos) se fijó como objetivo sacar a su madre, María Dolores, de la pobreza. Tenía 15 años y aún vivía en Funchal, una pequeña localidad de la isla de Madeira, en Portugal, donde nació en una familia en pobreza extrema, según repiten historiadores y cronistas de fútbol.
Tres años antes, con 12, jugaba fútbol y decía que algún día sería como Figo, su máximo ídolo de la época, a la sazón jugador portugués que encarnó una época dorada (los dos decenios finales del siglo pasado) en el fútbol de ese país.
Y aunque nada fue fácil, porque desde niño le tocó librar duras batallas como la de tener que superar momentos como el del alcoholismo de su padre, Cristiano supo salir adelante, con anhelos, perseverancia y disciplina.
Este jugador que ha vestido los colores de los más representativos clubes de Europa, como el Sporting de Lisboa (2002-03), Manchester United (2003-09), Real Madrid (2009-2018) y Juventud de Turín (2018 hasta hoy) tiene a su haber todo lo que podría soñar cualquier futbolista o niño desprevenido: cuatro títulos mundiales de clubes y siete de Liga de Campeones, tres supercopas europeas, 5 Balones de oro, 4 Botas de oro, 2 Fifa The Best, 3 años mejor jugador de Europa y 3 Pichichi de la Liga Española.
Como la historia de Cristiano, se cuentan miles de casos de pequeños que se ilusionan con ser como él u otros referentes en distintas disciplinas.
Para muestra, cinco botones que hemos querido resaltar en estas páginas en el día final del Mes de los Niños.
Miles de ellos sueñan volverse los mejores deportistas algun día, y ante todo buenas personas, educadas y con aspiraciones.
Una de ellas es Jimena Alzate, quien a sus 12 años ya da pasos firmes hacia la gimnasia de alto rendimiento. Así mismo, Salomé Rengifo y Violeta Giraldo, de 10 y 8 años, quienes se abren paso en artística y cultivan sus sueños de ser profesionales en Medicina y Veterinaria.
Johan Stiven Navarro, de 8 años, se visualiza en la Selección Colombia de hapkido y viajar por el mundo. Y Miguel Bolívar apunta alto en el tenis y trabaja cada día para lograrlo.
Tener academia y viajar por el mundo
Johan Stiven Navarro Lopera quiere tener su propia academia de hapkido y viajar mucho representando a Colombia.
Con solo 8 años de edad, eligió al hapkido, pues lo encuentra divertido y asegura que los combates son su modalidad preferida.
El amor por esta disciplina nació hace casi dos años, tras ver practicar a su tía Mariana Upegui Úsuga, quien integra el grupo élite de la Liga de Antioquia y quien, en los pasados Juegos Nacionales en Cartagena, llegó a la final de la categoría -50 kilogramos.
“Yo estaba en una escuela de fútbol, pero veía a mi tía y la acompañé a unos entrenamientos y me gustó mucho, por eso le pedí a mi papá que me siguieran llevando a las clases”, manifiesta el menor, estudiante de tercer grado de la Institución Educativa Bello Horizonte de Robledo, en Medellín.
“Entrena lunes, miércoles y viernes a las 7:00 de la noche en el coliseo de Combates y si uno no lo puede llevar, se enoja”, dice en medio de risas Julián Andrés Navarro, padre del menor, quien reparte su tiempo entre trabajar y velar por Johan Stiven, a quien con emoción observa prepararse en casa.
Su disciplina es única y si la mantiene seguramente con el paso de los años se consolidará en el equipo de su club y llegará a la Selección Antioquia, pues su entrenador, Yonier Uribe, lo resalta como uno de los diamantes que pule en la actualidad.
“Johan es muy dedicado, respetuoso, maneja bien la etiqueta marcial, es un niño que siempre porta su uniforme de la mejor manera. Es tranquilo en sus respuestas y comportamiento, además siempre tiene toda la disposición y aunque está muy pequeño muestra bastante habilidad”, resalta Yonier, maestro de la Liga Antioqueña de Hapkido.
Sobre estos días de aislamiento preventivo, Johan sostiene que, aunque ha compartido más con su padre, extraña mucho los entrenamientos en el coliseo y encontrarse con sus compañeros. Ahora divide sus días entre las tareas del colegio, los deberes que su padre le tiene en la rutina que armaron juntos y los entrenamientos. Estos últimos son, sin duda, lo que más disfruta. Por nada del mundo se pierde de las clases virtuales que actualmente están trabajando.
Sobre el deporte del país, considera que es muy potente. “Tenemos muchos campeones y ellos nos inspiran a seguir, para ser igual de grandes a ellos. Ojalá pronto podamos volver a entrenar y avanzar en nuestras metas y sueños”.
Meta de Jimena está en la olimpiada
Jimena Alzate Berrío nació y creció en el ambiente de la gimnasia. Sus padres, Natalia y John, practicaron este deporte y su única hija heredó esa pasión. Tanto que a sus 12 años ya da pasos en el alto rendimiento, como se puede comprobar en sus dos participaciones en campeonatos suramericanos infantiles en Perú (tercera por equipos) y Cali (segunda en salto).
Cursa el sexto grado en el Cibercolegio UCN, la alternativa que le buscaron sus padres para que ella pudiera cumplir con los entrenamientos, a mañana y tarde, bajo la dirección de Diego Medina y demás profesores de la Liga de Antioquia.
Dice que de todas las materias, las ciencias naturales son las que más le llaman la atención.
Habla con claridad sobre su proyección y sin dudar asegura que como todo deportista que esté buscando la proyección, su meta es participar en unos Juegos Olímpicos. “Pero antes tengo que cumplir un ciclo, como ir a Juegos Nacionales, aunque ya he tenido participaciones internacionales”.
En relación con el momento que se vive por el aislamiento obligatorio preventivo, asegura que se van a atrasar un poco en el proceso deportivo, así ella y sus compañeras estén cumpliendo en el hogar con un plan físico y de expresión corporal que les envían los entrenadores.
En esta tarea, su mamá es una pieza clave, pues además de motivarla, le ayuda gracias a sus conocimientos, pues tiene un gimnasio cerca de la estación Poblado del metro, en el que orienta niñas que en este momento también cumplen con prácticas virtuales.
“Pero esto le está pasando a todo el mundo. Las gimnastas de EE. UU. que son las más fuertes, también están en su casa”, advierte la pequeña Jimena que en los momentos libres se dedica a dibujar, pintar mandalas y a jugar con su gata Pelusa. Confiesa que durante la cuarentena extraña salir a la calle, pero especialmente ir al coliseo. “Esta semana que fui a visitar a mi papá y pasamos cerca, sentí mucha tristeza de no poder entrar”.
Por ahora sigue fuerte en casa, optimista de que todo se normalice pronto y con la ilusión de que este tiempo sirva para que la gente. Y envía un mensaje: “hay que ser más cuidadosos con la naturaleza”.
Y apoyada en su recorrido, les dice a quienes vienen detrás de ella buscando un lugar en el deporte, que “todo se puede lograr con disciplina y pasión”.
Juanmi trabaja la paciencia en casa
No hay situación que no tenga su lado positivo. Juan Miguel Bolívar Idárraga, por ejemplo, se mueve como pez en el agua con sus clases virtuales en medio de estos días en los que esta modalidad académica, tan ajena para la mayoría de estudiantes del país, se volvió obligatoria.
Miguel tiene 10 años, una buena colección de títulos y reconocimientos en su corta trayectoria en el tenis y una convicción que desde los 7 años, cuando eligió la raqueta por encima del balón, lo ha llevado a él y a su familia por un camino emocionante.
Su papá, Wilder, es profesor de la Liga Antioqueña de Tenis y ha puesto su tiempo y sus conocimientos a disposición de su hijo, que se ha nutrido de estos con avidez hasta convertirse en una de las principales promesas del tenis criollo, cosechando los títulos infantiles más apetecidos y perfilándose como firme representante en selecciones.
Precisamente, en junio próximo, se iba a disputar el campeonato Suramericano sub-12 en Perú, que probabemente sería el premio a la disciplina y a los logros sumados desde el año pasado hasta febrero, días antes de que el mundo cesara su ritmo, cuando ganó su más reciente título, un Grado 1 en Bucaramanga.
Pero la crisis sanitaria cambió drásticamente su cotidianidad. No es usual decir que para un niño de 10 años sea extraño pasar tantos días seguidos en casa, pero en el caso de Miguel es así, porque el proyecto deportivo que decidió emprender lo obliga constantemente a estar de viaje acompañado por su mamá, Sandra, quien decidió dedicarse de lleno a apoyar el sueño de Juanmi y es su polo a tierra. Por ahora, apoyado en las clases virtuales de la Liga, y con la ventaja de tener un maestro en casa, durante este cese obligatorio Miguel ha hecho un ejercicio de madurez y paciencia. “Es duro no poder entrenar, ni ver a mis amigos y perder la oportunidad de competir en un torneo (Barranquilla) que tenía pensado ganar, pero con esto se aprende que hay cosas que están por encima, la salud y que todos estemos bien”, dice.
Para Wilder y Sandra este tiempo representa una pausa necesaria del arduo trabajo que conlleva edificar un sueño deportivo. Rifas, esfuerzos tremendos y apoyo de familiares y amigos, que ayudan a materializar la ilusión de Juanmi.
El incentivo es que una vez vuelvan al ruedo estarán más acompañados, porque después de 3 años compitiendo con sus propios recursos, Miguel tendrá el apoyo de Sport Wings y la marca Head, alicientes para seguir construyendo su anhelo de ser el mejor del mundo.
Violeta y Salomé buscan sobresalir
Salomé Rengifo Quintero y Violeta Giraldo Rengifo, de 10 y 8 años, respectivamente, además de soñar con ser las mejores gimnastas del país y representar a Colombia en mundiales y Juegos Olímpicos, competencias en las que aspiran ser medallistas, quieren hacer del mundo un lugar mejor.
Salomé, la menor de los seis hijos de Dora y José Amado, además de ser deportista pretende ser médica, profesión que ve con más amor en la situación actual en la que los galenos se han convertido en héroes salvando a quienes están enfermos de coronavirus.
Pero también, por sus habilidades histriónicas, se ve siendo una gran actriz, mostrándole su talento al público, como también lo hace cada vez que hace una rutina en un evento.
“El campeonato más chévere al que he ido fue el Suramericano de Cali, era la más chiquita de la delegación y también la primera vez que montaba en avión”, cuenta Salomé, quien cursa grado quinto en la institución educativa Mater Dei.
También, a su corta edad, le preocupa el medio ambiente, especialmente la calidad del aire de Medellín. “Es muy triste ver el cielo gris, todos, niños y grandes, pero especialmente los adultos, deberíamos cuidar el aire y la naturaleza”, dice.
Salomé, a su corta edad, es tía de Violeta, quien siguió sus pasos en artística. Con ella entrena y dice que le enseñó a hacer la parada de manos, la acrobacia que más disfrutan hacer juntas.
A su sobrina y a los niños que quieren practicar un deporte pero no se atreven les aconseja “buscar el que los haga más felices porque así no les va a dar pereza ir a entrenar”.
Violeta, quien lleva poco entrenando con la liga regional, ve en su tía y en otras deportistas como Gina Escobar, su modelo a seguir. Aspira a presentarse en muchos escenarios del mundo y así lograr otro de sus sueños: viajar.
Pero también quiere convertirse en una veterinaria para salvar animales. Desde ya se prepara en esa tarea, pues su mamá, Leidy y su papá, Fabián, son testigos de cómo todos los días cuida de Motitas, Bota y Luna, los tres gatos de la familia.
“Los animales son seres indefensos que necesitan nuestro cuidado, por eso, cuando sea grande me gustaría ayudarlos”, comenta Violeta, quien tiene un hermano mellizo, Maximilano, que como ella también es deportista, pues practica fútbol.