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Trío con alma de mosqueteros

Isabela, Martín y Daniel encarnan parte de la nueva generación de los espadachines.

30 de abril de 2018

Cuando uno los ve esgrimiendo sus espadas, pulcramente vestidos de blanco, de pies a cabeza, a la usanza de modernos espadachines, no puede evitar remontarse a las historias que, de niños, nos contaban padres o abuelos sentados justo en la baranda de la cama mientras nos dormíamos.

Viejos relatos de la época medieval en la que los espadachines libraban combates a muerte por hacerse al botín de los más pudientes o estos por defenderlos “a capa y espada”.

Isabela, Martín y Daniel, tres chicos que coinciden en edad (11 años), estudios (sexto grado), gustos (videojuegos), deporte (esgrima), ranquin (todos son top-5 del país en la categoría menores de 13 años), entrenadores (Andrés Murillo y Emmanuel Hoyos), anhelos (representar al país en Olímpicos) y hasta padres (consentidores), hacen parte de una camada de tiradores (como se les llama a los practicantes de la esgrima) que trabajan en los procesos de formación de prospectos de la liga antioqueña de este deporte.

Un trío ejemplar

Joviales, chéveres, excelentes conversadores, tranquilos y amistosos. Disciplinados y prometedores. Contrastan, eso sí, en temperamento.

Ella heredó el carácter fuerte de William González, su padre, un coronel del Ejército Nacional, hoy en buen retiro y quien fuera Selección Colombia de esgrima entre 1987 y 2004 con presencia en Juegos Olímpicos (noveno lugar haciendo parte del equipo de espada, en la que se constituye la mejor actuación de esta disciplina para Colombia a nivel olímpico). No se guarda casi nada, lo que no le gusta lo dice.

“Es suspicaz, inteligente, tiene sangre de esgrimista”, cuenta Andrés Murillo, su joven entrenador. Isabela empezó a practicar en Bogotá, donde nació, de la mano de su padre. Lleva dos años y medio en Medellín y, a pesar de ser estricta, es jocosa y amigable.

Se caracteriza por ser sociable y solidaria, dedicada al estudio y a la esgrima, y cumplidora del deber, resalta su madre, Julisa Rodríguez, contadora pública de profesión.

Martín, centrado y serio. Mide las palabras como para no equivocarse o herir el amor propio de sus compañeros, amigos o familiares.

Entrenadores, padres y compañeros coinciden en que es “servicial, brinda apoyo a los demás, es obediente y paciente”. Y en el deporte es combativo, aguerrido, rápido e inteligente a la hora de descifrar los combates.

Nacido en México, gracias al trabajo de sus padres, él -Óscar Calvo-, catedrático universitario, historiador y en la actualidad docente e investigador de la facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Medellín, y ella -Marta Domínguez-, socióloga y docente e investigadora de la facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia, siempre ha sido un niño cariñoso, sensible y alegre.

“Guarda una motivación especial por dar su mejor esfuerzo en lo que hace, teniendo en cuenta a las personas que lo rodean. Esto lo ha llevado a destacarse tanto en el deporte como en el estudio, siendo indudablemente, un hijo maravilloso”, apunta la orgullosa madre.

Daniel, en cambio, es el típico pelao “mamadorcito de gallo” y tomador de pelo pese a que apenas cuenta con 11 años de edad. Su rostro lo denota de entrada; de mirada pícara y con sonrisa socarrona.

Hijo de Edwin García, transportador, y Catalina Duque, visitadora médica, es todo alegría, espontaneidad y buen estudiante pese a decir que lleva “como cinco materias perdidas este período”, afirmación, como muchas otras, que pocos le creen.

“Técnicamente es completo, ejecuta bien los movimientos y presenta un buen desarrollo en el deporte aunque aún no haya madurado”. Así lo describe su formador, quien concluye que Daniel es un deportista que interioriza bien la ejecución de cada acción y aplica la técnica del deporte para intentar superar a sus adversarios.

La tecnología

Pero, ¿qué une e identifica a estos tres muchachos fuera del lugar de prácticas (generalmente el coliseo de Combates de la unidad deportiva Atanasio Girardot) y de los escenarios donde se baten en torneos nacionales e internacionales a los que han acudido?

Sencillo: el computador y, más exactamente, los llamados videojuegos, aquellos juegos electrónicos en los que interactúan una o más personas a través de un controlador y en los que pasan parte del tiempo libre que les deja el estudio y el deporte.​

Para Isabela, los Juegos del hambre (películas que narran las experiencias de jóvenes que deben luchar a muerte entre ellos mientras son observados por cámaras de tv) y el Nintendo son sus favoritos.

Red Dead Redemption (historias que se desarrollan en el oeste americano), Far Cry 5 y Need For Speed (aventura y carreras) son las predilectas de Daniel, mientras que Martín prefiere películas de Netflix y “Fifa party in the box”, un videojuego que relata historias de criminales y la que, contrariamente a su gusto, afirma que verla es “políticamente incorrecto porque es un asco”.

Los tres, en cambio, coinciden en que no hay pasión mejor que la esgrima. Y aunque todos llegaron a ella por diferentes motivos (Isabela, por tradición familiar; Daniel porque “mi mamá me dijo que practicara algún deporte pues estaba muy gordo” y Martín después de practicar gimnasia a la que poco gusto le sacó) se proyectan de gran forma, como lo advierte Emmanuel Hoyos. “Son talentosos”, dice.

Bien podría decirse que Isabela, Martín y Daniel encarnan hoy a Athos, Porthos y Aramis, los protagonistas de las aventuras que Alejandro Dumas describe en su libro Los tres mosqueteros, como auténticos espadachines modernos que, a través de los duelos, se trasladan a otros mundos en los que todo parece irreal.