Dembélé y el sueño cumplido: recibir el Balón de Oro de manos de Ronaldinho, su ídolo eterno
De soñar con imitar sus gambetas en la infancia a recibir de sus manos el mayor galardón del fútbol: Ousmane Dembélé vivió una noche mágica cuando Ronaldinho, su ídolo eterno, le entregó el Balón de Oro.
Comunicador Social-Periodista bilingüe (inglés y español). He trabajado en Radio Bolivariana, RCN y Telemundo. Hago parte de EL COLOMBIANO. Recibí premios Ovations de la NBC. Lideré el sitio web hispano de NBCOlympics.com para los Olímpicos de Beijing 2008, edité y establecí el contenido de video original para la programación en web de la Selección Mexicana en Medios Digitales de Telemundo. Responsable de la gestión editorial de la portada de yahootelemundo.com. Enviado especial al Mundial de Rusia 2018, la Copa América en Chile 2015, los partidos de clasificación al Mundial de la Selección Colombia, la Asamblea General de la ONU en 2009, y el rescate de los 33 mineros en Chile.
Desde niño, Ousmane Dembélé siempre tuvo claro a quién quería parecerse cuando agarraba un balón en la calle o en el potrero: Ronaldinho Gaúcho. Su magia, sus gambetas imposibles, los enganches que dejaban rivales desparramados y la sonrisa eterna del brasileño marcaron la infancia de quien años más tarde se convertiría en una de las figuras más desequilibrantes del fútbol europeo.
Dembélé no se cansaba de repetir en entrevistas que su inspiración había sido “Dinho”. Pasaba horas viendo videos en YouTube, copiando sus movimientos, soñando con algún día poder regalar al público esa mezcla de arte y alegría que caracterizaba al astro del Barça y de la Selección de Brasil. Sus primeras fintas en categorías juveniles nacieron de ese mimetismo, de ese deseo de jugar no solo bien, sino con espectáculo, con chispa.
El destino, tan caprichoso como poético, tenía guardada una de esas escenas que parecen escritas para el cine. En la gala del Balón de Oro, cuando el nombre de Ousmane Dembélé fue anunciado como el mejor jugador del mundo, fue nada menos que Ronaldinho quien subió al escenario para entregarle el trofeo. La emoción del francés fue indescriptible: un instante en el que se cruzaron el niño que soñaba frente a la pantalla y el adulto que, tras años de sacrificio y talento, recibía el reconocimiento máximo del fútbol.
Las cámaras captaron la mirada brillante de Dembélé, que parecía contener lágrimas mientras abrazaba a su ídolo. No era solo un galardón, era un círculo que se cerraba. Ronaldinho, aquel que lo inspiró a soñar, fue quien le puso en las manos el símbolo de haber llegado a la cima.
El gesto fue más que un protocolo de gala: fue un guiño de la historia, un recordatorio de que el fútbol también se escribe con emociones, con herencias invisibles entre generaciones y con sueños que parecen imposibles hasta que se cumplen. Dembélé levantó el Balón de Oro, pero en su sonrisa había algo más: la gratitud de un niño que un día imitó a Ronaldinho y hoy lo abrazaba como el hombre que lo llevó, sin saberlo, hasta la eternidad.