Vendió su moto para entrenar y hoy pelea en la UFC: el sueño hecho realidad del colombiano Javier Reyes
Pasó de pelear en bares clandestinos a firmar contrato con la UFC. Ahora busca abrir camino para Colombia en la jaula más famosa del mundo.
Comunicador Social-Periodista bilingüe (inglés y español). He trabajado en Radio Bolivariana, RCN y Telemundo. Hago parte de EL COLOMBIANO. Recibí premios Ovations de la NBC. Lideré el sitio web hispano de NBCOlympics.com para los Olímpicos de Beijing 2008, edité y establecí el contenido de video original para la programación en web de la Selección Mexicana en Medios Digitales de Telemundo. Responsable de la gestión editorial de la portada de yahootelemundo.com. Enviado especial al Mundial de Rusia 2018, la Copa América en Chile 2015, los partidos de clasificación al Mundial de la Selección Colombia, la Asamblea General de la ONU en 2009, y el rescate de los 33 mineros en Chile.
El sueño de miles de peleadores en el mundo es tocar la lona del octágono más famoso del planeta, la jaula de la Ultimate Fighting Championship (UFC). Allí, donde los reflectores se encienden y cada combate se convierte en espectáculo global, el colombiano Javier Reyes logró abrirse un espacio gracias a su talento, su historia de vida y su resiliencia.
El bogotano de 32 años conquistó su lugar en la compañía más importante de las artes marciales mixtas a través de la novena temporada del Dana White’s Contender Series, un reality competitivo en el que jóvenes prospectos deben demostrar, frente al presidente de la UFC, que tienen lo suficiente para quedarse con un contrato. Reyes lo logró, y con ello, no solo cumplió un sueño personal, sino que también devolvió a Colombia a los listados de peleadores activos en la empresa, luego de dos años de ausencia.
Reyes no es un improvisado. Su récord lo respalda: 22 victorias y solo cinco derrotas, además de haber levantado cinturones en promotoras como Latin Fighter Championships, Combate Global y FFC. Incluso, disputó un campeonato en Legacy Fighting Alliance (LFA), donde cayó ante el brasileño Lerryan Douglas. Ahora, peleará en la categoría Peso Pluma, división que hoy domina Alexander Volkanovski y que también tiene nombres de peso como Diego Lopes y Lerone Murphy.
Su llegada, sin embargo, no ha sido sencilla. La inspiración de Reyes siempre estuvo marcada por los héroes de ficción. En su piel lleva tatuado un dragón, un tributo a Goku, el guerrero saiyajin de Dragon Ball, serie que lo motivó a los 16 años a iniciar un camino que muchos no entendieron en su momento.
Empezó peleando en la clandestinidad: diez combates en bares, sin reglas estrictas ni divisiones de peso, que ganó apelando a su fuerza y resistencia. “Ni siquiera entrenaba, era llegar a darnos a los golpes y patadas. Algunas veces terminaba cascado, pero eso hacía parte del proceso”, recuerda. Su madre, preocupada, le reprochaba cada golpe y lo amenazaba con denunciar los lugares donde se organizaban esas veladas. Él, para disimular, le decía que las heridas venían de conciertos de metal y del pogo. Con el tiempo, ella entendió que esa pasión era también su destino, y pasó de la preocupación al orgullo.
Entre derrotas y aprendizajes
El sacrificio de Reyes fue absoluto. Vendió su moto para costear pasajes que le permitieran entrenar con peleadores norteamericanos, brasileños y mexicanos. En esa travesía descubrió que no podía presentarse a entrenar sin preparación, lo entendió en carne propia. Uno de los momentos más duros de su carrera fue en Las Vegas, la meca de la UFC, cuando enfrentó al mexicano Alex “Bambam” Velasco.
Ese combate casi lo lleva al retiro. Velasco lo castigó duramente: le rompió el tabique, le desprendió el labio y lo noqueó en el tercer asalto. Reyes pasó dos meses sin poder comer sólido, dependiendo de los cuidados de su madre, que lo ayudaba incluso a sentarse por el dolor en el cuello y el cuerpo entero. Más allá de las secuelas físicas, la herida más profunda fue emocional: la sensación de haber fallado a quienes creyeron en él. Pero como todo guerrero, se levantó. Aprendió de esa caída, tuvo paciencia, y volvió a creer en sí mismo.
Un nuevo horizonte para Colombia
En medio de un deporte donde países como Brasil y Rusia aportan constantemente campeones y contendientes, Colombia no ha logrado consolidar un peleador que permanezca en la élite. Nombres como Freddy Serrano, Bryan Barberena, Julio Arce, Sabina Mazo y Juan Camilo Ronderos hicieron historia en la UFC, pero la bandera tricolor aún busca su primer gran referente. Con Reyes, la ilusión se renueva.
“Creo que esto es histórico para mi país. Vamos a romperla y abrir puertas para todos los que vienen detrás de mí”, aseguró con orgullo tras recibir de Dana White la confirmación de su contrato.
Su presencia en la UFC no solo es un logro personal, también un avance simbólico para los peleadores colombianos, quienes históricamente han enfrentado la falta de apoyo, recursos y visibilidad. Con Reyes en el radar internacional, las artes marciales mixtas en Colombia podrían iniciar una nueva era.
El dragón que se inspira en Rocky
Antes de cada combate, Reyes se reserva un espacio íntimo: ver Rocky IV, la legendaria película de Sylvester Stallone que le recuerda que la vida de un luchador está hecha de coraje, disciplina y superación. Ese ritual, junto a su tatuaje de dragón, se ha convertido en el símbolo de la fuerza interior que lo impulsa.
Hoy, Javier Reyes ha llegado al punto más alto de su carrera, el octágono de la UFC. El reto, sin embargo, apenas comienza: sostenerse entre los mejores. Su historia, marcada por la pasión, el sacrificio y la resiliencia, es la muestra de que los sueños pueden alcanzarse cuando se persiguen con la convicción de un guerrero.
El dragón colombiano ya está en la gran carpa de las MMA. Ahora, todo un país lo acompañará en cada golpe, en cada caída y en cada victoria.