El anecdotario de Zubeldía tras 40 años de su muerte
Cuatro décadas han pasado desde el deceso de uno de los técnicos más notables de Suramérica, uno que cambió el fútbol colombiano para siempre.
Por Luis Arturo Henao C.
Colaboración especial
Si, el tres veces ganador de la Copa Libertadores ( 1968,1969 y 1970) y una vez de la Copa Intercontinental (1968) con Estudiantes de la Plata falleció hace 40 años de un infarto fulminante, un domingo 17 de enero de 1982 a las 10:05 a.m. en la calle Junín del centro de Medellín tras haber nacido, coincidencialmente en la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires en 1927.
Zubeldía, antes de llegar a Nacional en 1976, ya había estado en Colombia en 1957 en un juego amistoso en Medellín jugando para Boca Juniors con la camiseta número 10 y luego, en 1968 como técnico de Estudiantes enfrentando a Cali y Millonarios en la Copa Libertadores, que a la postre, ganaría ese año.
Llegó a Nacional gracias a un amigo, el zaguero central Miguel Ángel el “Zurdo” López, y por recomendación del presidente del equipo Hernán Botero, en julio de 1976. El “Zurdo” debió insistirle al estratega porque inicialmente le dijo que no estaba interesado.
Al llegar fue campeón a los 6 meses en Manizales, y repitió en diciembre de 1981 dejando muchas enseñanzas como el entrenamiento a mañana y tarde, el fuera de lugar provocado dando un paso al frente, el tiro de esquina al primer palo peinando el balón al segundo, la marcación hombre a hombre y el recordado kinder, en el que puso a debutar a jóvenes como “Barrabás” Gómez, Carlos Ricaurte, Hernán Luna, Nolberto Pelufo, Jorge Porras, entre otros.
Ha sido el entrenador que en más partidos dirigió a Nacional: 328, y el que más años permaneció en el club: 5 y medio.
Para el recuerdo
No tenía carro y se iba en buseta a los entrenamientos, desde el centro de la ciudad donde vivía hasta el estadio, los conductores lo reconocían y no le cobraban el pasaje.
Vivió en un hotel durante los 5 años. Almorzaba y comía en el restaurante Versalles en la calle Junín, donde su amigo, el argentino Leonardo Nieto.
Era muy aficionado a las carreras de caballos con otro amigo, Julio Arrastía, frente al que cayó en sus brazos el día que falleció tras ira a sellar un formulario de las carreras de ese día, el 5 y 6 se llamaba.
Le decía a los jugadores que no oyeran radio, pero un día Lorenzo Carrabs llegó a su habitación y tenía 3 radios prendidos en emisoras diferentes. Una vez en Cali, antes de un partido, estando en la piscina del hotel, un mesero llegó con un charol lleno y se le cayó todo al piso. Ese día Nacional ganó y, como cábala, cada que volvía a Cali le hacía hacer lo mismo a los meseros.
En Bogotá, antes de un juego contra Millonarios, el bus se perdió en la ida hacia el estadio y esa vez ganó también. Desde entonces, cada que iba a Bogotá, le hacía dar la misma vuelta al bus. Al mejor jugador de la cancha le regalaba el papelógrafo de la charla técnica de cada partido. No utilizó durante 6 meses a César Cueto en 1980, porque no marcaba, pero Hernán Botero dijo en su momento que era porque iba para la liga de Estados Unidos. Fumaba todo el tiempo, incluso durante los partidos. Estuvo retenido una noche en la estación de policía de Laureles por insultar a un agente en pleno partido.
Llegó a Nacional con la fama del ser un antifútbol con Estudiantes, pero en el cuadro verde dio puro espectáculo. Cuando perdían un partido preparaba a los jugadores para saber qué decirle a la prensa. Fue velado en cámara ardiente durante 2 días (domingo y lunes) en el coliseo Iván de Bedout y luego, el martes 19 fue trasladado a la Plata, Argentina y a su ciudad natal Junín, donde fue homenajeado y sepultado.