Homenaje a los héroes anónimos
Daniel Restrepo y Daniela Zapata hacen parte del Club Alcatraz, líder en formación de esta modalidad de la natación.
El joven que, con disciplina y tesón, se forja como campeón de tiro e ingeniero aeroespacial.
Tiro con arco
FOTOs el colombiano, cortesía dutch target y coldeportes
Por Sara López Bueno
Campeona mundial de tiro con arco
El deporte de nuestro país ha avanzado a pasos agigantados en los últimos años. Día a día vemos más colombianos triunfando en el exterior: los equipos de fútbol europeos se llenan de jugadores de nuestra tierra; los ciclistas dejan en alto la bandera tricolor en Francia e Italia; atletas, nadadores, tenistas, todos se destacan a nivel mundial.
Como deportista, siempre soñé en grande; soñé con ser la mejor del mundo, dediqué toda mi vida a cumplir ese anhelo. Cuando lo conseguí vi con tristeza que mi deporte (tiro con arco) vivía bajo la sombra de las disciplinas mediáticas que mueven masas de aficionados y grandes cantidades de dinero. Vi que no importaba si cada competencia a la que iba la ganaba, la noticia solo duraba unos segundos en la televisión. He visto que muestran imágenes de otra persona o, incluso, me cambian el nombre.
Cada cuatro años sigo los Juegos Olímpicos y me emociono al ver triunfar a mis compatriotas, pero ¿qué pasa con los Juegos Paralímpicos? ¿Qué pasa con los mundiales juveniles? Nuestro país tiene mayor número de campeones mundiales jóvenes que de categoría abierta y, tristemente, esos triunfadores, que son el futuro de nuestro deporte, viven en las sombras.
Al presentarse la oportunidad de ejercer como Directora por un Día del periódico EL COLOMBIANO, quise rendir un homenaje a esos héroes que están dedicando su vida a ser ejemplo para los demás, a demostrar que vale la pena luchar, a todos esos deportistas paralímpicos y juveniles que no tienen el reconocimiento que deberían.
Quise que contáramos sus historias de vida y de perseverancia. Son personas que admiro, que me inspiran a seguir haciendo lo que hago, me hacen pensar que vale la pena sacrificarse para llegar a donde deseas, porque dando ejemplo a la juventud de nuestro país tendremos un futuro muchísimo más brillante que el que estamos viviendo en la actualidad.
aniel y Daniela se acostumbraron al miedo. Cada vez que se paran al borde de la plataforma de diez metros y miran el fondo azul del pozo de clavados, inevitablemente piensan: “juemadre, esto está muy alto”. Luego visualizan el salto y se lanzan con la tranquilidad del que sabe que todo va a salir bien, aún cuando el más mínimo error puede ser fatal. Y si usted no sabe cuánto son diez metros, haga de cuenta que está mirando el pavimento desde el balcón de un quinto piso.
Si el agua los recibe con suavidad, como si las moléculas de hidrógeno y oxígeno apenas rozaran su piel, entonces saben que fue un clavado perfecto. En cambio, si la ejecución fue mala, el golpe avisa. Una caída de diez metros tarda alrededor de 1,5 segundos; eso significa que cuando tocan la piscina, sus cuerpos pueden ir a 50 kilómetros por hora. A esa velocidad, el agua es afilada como un cuchillo.
Además de su nombre y el deporte que practican, Daniel y Daniela tienen muchas cosas en común. Ambos son hijos únicos, aman la comida rápida y sueñan con una medalla olímpica. Los dos son más bajitos que otros muchachos de su edad, lo que les da una pequeña ventaja frente a sus competidores —ella, con 16 años, mide 1,50 metros; y él, con casi 18, mide 1,65—, y decidieron entregarle su vida al deporte, aunque tengan que entrenar seis horas diarias y sacrificar las experiencias que otros jóvenes creen indispensables. Aún así, para llegar a donde están, tuvieron que enfrentar retos muy distintos.
Él, Daniel Restrepo, empezó en los clavados cuando tenía apenas tres años. A esa edad, los médicos le diagnosticaron hiperactividad y a su mamá le recomendaron que canalizara la energía del niño a través de algún deporte.
Después de ganar su primera medalla de oro, a los cinco años, Daniel no ha dejado de cosechar frutos. Ha sido dos veces campeón panamericano, se montó a lo más alto del podio en dos Juegos Suramericanos y fue finalista en el Mundial. Este año, su objetivo es volver a esa cita con toda la energía para asegurar un cupo en los Juegos Olímpicos de Tokio-2020.
“El clavado perfecto es una combinación de técnica, elegancia, elasticidad, fuerza, buena altura y una entrada al agua perfecta: entre menos salpique, mejor es el clavado”, dice.
Contra viento y marea
A los nueve años, a Daniela Zapata le dijeron que estaba muy vieja para perseguir su sueño: ser una clavadista profesional. Su obstinación, sin embargo, fue más fuerte que las recomendaciones de los técnicos, y con mucho entrenamiento logró pisar los talones de los niños que empezaron a nadar desde chiquitos.
Aunque sabe que haber iniciado en los clavados a una edad “avanzada” le puede traer desventajas, Daniela aprendió que lo más importante es la actitud.
“Antes era miedosa con todo. Me daba miedo subir diez metros, porque eso tan alto, pero igual me apasionaba, porque es algo extremo”, cuenta la deportista.
Aparte de la carga de adrenalina que implica saltar a una piscina desde un quinto piso, a Daniela le encanta estar en contacto con el agua. “Desde pequeña le he dado lidia a mi mamá porque, cuando me metía en la bañera, nunca me quería salir”, relata la muchacha que vive en el barrio Pachelly del municipio de Bello.
En 2018, su objetivo es alcanzar medallas en los torneos a los que asista y conseguir un cupo para los Juegos Olímpicos de la Juventud.
unque David Cadena Marín apenas cumplió 15 años, ya tiene claro su futuro. Quiere ser deportista olímpico o ingeniero aeroespacial. O ambas, pues en su hogar siempre le inculcaron la disciplina y la convicción para afrontar grandes retos.
Para el primer objetivo da pasos de gigante. Según el entrenador Ángel Barrios, su alumno está ubicado en el top-10 de los mejores arqueros del mundo en la categoría cadetes, como lo ratificó el año pasado al darle al país el cupo para los Juegos Olímpicos de la Juventud de Argentina (octubre de 2018).
A la serenidad y dotes innatos que lo caracterizan para el tiro con arco (recurvo), le suma dedicación y esfuerzo. Todos los días, sin falta, David acude a los entrenamientos después de cumplir con sus compromisos en el Colegio San José de la Salle, donde cursa décimo grado. En esa institución le brindan total colaboración porque a pesar de sus constantes viajes para competir, “demuestra excelencia académica”, expresa Luz Elena Marín, su orgullosa y exigente mamá.
Ese amor al estudio le ayuda a cultivar el segundo sueño, impulsado por su hermano mayor (Daniel) quien, a propósito, fue quien lo llevó por primera vez a la pista de tiro al enterarse de que había una convocatoria para practicar “un deporte diferente”. Antes probó en fútbol, natación y taekwondo, en los que se destacó, pero el tiro se quedó con su talento.
Su padre, Guillermo, también se dejó picar por el bicho del arco y ahora representa a Antioquia en senior máster. Casi siempre coinciden en los entrenamientos en la pista de la unidad deportiva de Belén.
Cuando no está disparando flechas o estudiando, el joven David pasa las horas en casa, descansando al son de la música clásica, el jazz o el pop, o ayudando a Daniel con las tareas de Robótica e Ingeniería que le ponen a este en la univesidad.
Dice que el espacio y las aeronaves lo desvelan: “Me gusta saber qué hay más allá”. Y en relación con el tiro, agrega que lo contagia de humildad y de valores que rodean esta actividad. El deporte, asegura, le enseñó a superar escollos, a pensar en grande y a experimentar la felicidad.