Director por un día

Los presentes del tiempo

Este artículo se publicó en el aniversario 105 de EL COLOMBIANO, con Catalina Mesa como directora invitada.

06 de febrero de 2017

- El asombro del niño es no-sombra. Es luz, es transparencia, es claridad. Asombrarse durante la vida nos conduce a la sabiduría y a la verdadera comprensión. A vivir en la audacia del asombro. En su magia. En su misterio.

- En la vida tenemos muchos maestros vivos y no vivos, y esta tierra que habitamos es una escuela a la que vinimos a aprender a ser criaturas auténticas. Nuestros grandes maestros son el universo y la vida misma.

- La observación, la quietud y el silencio son necesarios para escuchar, para aprender, para asombrarse.

- Estar conectados con nuestra fuente común original requiere apertura, sobre todo de corazón. Es a través de esta sabiduría cuando conocemos la verdad. Nos hace cuerdos, cordiales, y nos lleva a vivir en la concordia. Esas dimensiones del corazón son necesarias para vivir en armonía con la creación.

- El despliegue evolutivo de la vida es un impulso vital que nos lleva a niveles mayores de autorrealización, complejidad y consciencia.

- Los humanos estamos llamados a hacernos hombres auténticos en la prolongación del gran trabajo del universo, en nuestro trabajo como cocreación.

- El escenario del trabajo humano es la Tierra como supraorganismo vivo. Es terreno sagrado y crisol.