Elecciones 2018

Cuando hay más candidato que partido político

De la Calle asumió el riesgo de pasar de ser el jefe negociador en La Habana a candidato presidencial.

Reactivó esta semana sus correrías.

Politólogo de la Universidad Nacional, Periodista de la Universidad de Antioquia y maestrando en Gobierno de la Universidad de Medellín. Tratar de entender e interpretar el poder, un reto.

10 de mayo de 2018

Humberto de la Calle es la esperanza del Partido Liberal para recuperar su gloria. No tienen presidente propio desde 1994, y ese último gobierno casi los desaparece. Luego de 12 años de sequía, volvieron a regodearse con el poder, al lado de Juan Manuel Santos.

En el Congreso, los ‘rojos’ allanaron el terreno para el Acuerdo de paz con la Farc, abanderaron las Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y, como si fuera poco, uno de los suyos fue el jefe negociador del Gobierno. Y como Santos les dijo que seguía siendo liberal, se sintieron con el legítimo derecho de heredarle al Nobel.

De la Calle fue el rostro de un proyecto nacional que convocó en el plebiscito a todos los partidos, excepto el Centro Democrático, era la carta, pero hoy su candidatura, negada mientras negociaba, no la respaldan los partidos de la Unidad Nacional, ni el Gobierno, ni los de centro, ni la izquierda, y en su propio partido hay fuga de capitales electorales.

La semana pasada le haló las orejas al Gobierno y a la oposición, e hizo recomendaciones para no permitir la extradición del negociador de la Farc, Jesús Santrich, argumentando que eso sería incumplirles a las víctimas. El único que salió a respaldarlo fue Rodrigo Londoño, ‘Timochenko’.

El ministro del Interior, Guillermo Rivera, calificó su propuesta como “extemporánea”, porque el Acto Legislativo 1 de 2017 estableció la competencia de la justicia ordinaria, con sus instrumentos, incluida la extradición, previa verificación de la Justicia Especial para la Paz.

¿Por qué el Gobierno no lo respaldó?

“Me sorprendió la reacción un poco agria del ministro. Hice una advertencia, una especie de tarjeta amarilla y en efecto ha habido demoras en la implementación, y no tiene sentido negar eso. La idea no era armar una polémica, sino traducir un sentimiento de muchos”.

Pero se armó. El presidente Santos respondió que la implementación sí va bien y que se han cumplido las metas en un 70 %. ¿Se siente menospreciado por el presidente?

“Es curioso. Durante las conversaciones de paz el presidente Santos negó, al menos, 3 o 4 extradiciones de miembros de la Farc acusados de narcotráfico para preservar el proceso. Jamás pedí que no extraditaran a Santrich, sino que tengamos cuidado, porque este es un asunto de seguridad nacional. La Corte ha dicho que es necesario que primero haya verdad y reparación. No podemos repetir lo que ocurrió con los paramilitares, que fueron extraditados y las víctimas quedaron viendo un chispero”.

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“Cuando estaba en primaria, era objeto de bullying. Se burlaban de mi pobre apellido (risas). Había momentos en los que yo decía, ¿por qué me llamo así, pero ha sido un apellido muy útil para las estrategias electorales”.

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En esta campaña han pasado inadvertidas temáticas poco taquilleras. Por ejemplo: el 56 % de los adultos son obesos, según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional. ¿Cómo lo enfrentará ?

“He hablado de eso en mi propuesta de salud. Cuando digo que vamos hacia la medicina preventiva, con médico familiar, que no solo sea un sistema de salud a la espera de la enfermedad sino que se adelante, una de sus obligaciones será vigilar la dieta, particularmente de los niños, y el ejercicio físico. La obesidad ya es un problema de salud pública en Colombia”.

Las cerca de 69.000 madres comunitarias que atienden 1 millón 77 mil niños, vienen pidiendo formalización laboral, una promesa del Gobierno. ¿Cómo sorteará esa demanda?

“Es un problema serio. Dentro de un plan estratégico de educación hay un vacío, y es que para la primera infancia el ICBF obra como una gran guardería, desarticulado del proceso educativo. Mi propuesta no es que el Instituto pase al que llamaré Ministerio de la Inteligencia, pero sí que amolde sus planes con una visión educativa en una estrategia de largo plazo”.

¿Creará un Ministerio? ¿Más burocracia?

“En Colombia tenemos una desarticulación de los servicios vinculados a la educación y, en particular, la ausencia de una estrategia global nacional sobre las metas que queremos. En la época en la que se reunió la Comisión de Sabios, presidida por el nobel Gabriel García Márquez, se señaló esa carencia”.

En ese orden de ideas, ¿el Sena pasaría del Mintrabajo al de la Inteligencia?

“No. Debe seguir donde está, pero la pertinencia y evaluación académica del cumplimiento de sus metas debería ser parte de esa gran estrategia. El Sena da frutos estupendos, pero de manera desarticulada”.

¿Qué hará para que los niños no se mueran de hambre en La Guajira?

“A veces los alimentos llegan, pero en el camino se pierden. Hay una clase política corrupta que se vale de esos contratos. Lo grave es que ha sido denunciada mil veces y sigue actuando de manera directa o indirecta. Las comunidades indígenas necesitan autonomía y preservar sus valores, pero integrarse a una visión de comida sana, nutrición e higiene”.

¿Es mejor un sistema pensional estatal o considera que los fondos privados deben funcionar con otras reglas?

“Los pobres están subsidiando a los ricos. Es necesario preservar la pensión de prima media, es decir, la de Colpensiones, hasta un salario mínimo, con lo cual se garantiza para todos los colombianos, en condiciones de equidad, una pensión, por lo menos, mínima. De allí hacia arriba, a través de los sistema de ahorro, en la medida que uno aplique este sistema, respetando los derechos adquiridos, el Estado empieza a tener caja por supresión de los subsidios absurdos. Con ese dinero podemos extender la pensión universal de vejez. Hoy tenemos Colombia Mayor, pero con un efecto limitado. Mucho ancianos mueren en la indignidad porque nunca alcanzaron a cotizar”.

¿Cuál es el límite entre el asistencialismo y su propuesta de ‘primero los pobres’?

“Es una política pública en la que vamos a asegurar las partidas que tienen efecto social. Sobre los subsidios tenemos que hacer una revisión de los estándares, porque deben ser temporales y eficaces. Hoy muchos van donde no deben por fallas en el Sisbén. No es crear una sociedad perezosa, que no trabaje”.

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“No le daría participación en mi Gobierno a la Farc. Ellos vienen de otro planeta ideológico. Nunca hemos dicho que hay que hacer alianzas con ellos, hay que respetar y dar garantías, y que nos aseguren que no usarán la violencia”.

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¿Mejoró el clima luego de la firma del pacto por la no violencia en las campañas?

“No tengo ninguna queja, no me he sentido agredido ni he agredido a nadie. He cumplido con mi compromiso, eso sí, digo lo que pienso y lo digo con claridad, pero no con carácter insultante. Lo que está actuando de manera muy nociva son las redes sociales, en las que hay un contenido muy agresivo”.

¿En su gobierno, le haría frente a esas noticias falsas de las redes sociales?

“Eso no es eficaz. No tiene sentido embarcar al Estado en una tarea imposible. Las redes son ahora lo que en el pasado eran los chismes, con la diferencia que el segundo era más local, mientras el primero es más amplio. Lo que hay que hacer es más formación ciudadana. Necesitamos que la gente sea más escéptica y entienda que cada una de esas informaciones tiene que ser sometida a una reflexión, es, en esencia, formar opinión pública, porque la represión no sirve para nada”.

Petro y Vargas han atacado las encuestas, y usted los pronósticos, ¿significa eso que usted sí le da créditos a las encuestas, que lo ubican en el quinto lugar?

“No quiero entablar una pelea con las encuestas. Un expresidente decía que la única encuesta que le interesa es la de la Registraduría, el día de las elecciones. En cuanto a los pronósticos sí tengo reservas, porque todo mundo puede pronosticar, es humano, pero que lo haga una firma encuestadora, con reputación, bastante distante de sus propias encuestas, sí genera un hecho de opinión que crea confusión. Si la democracia va a depender de los pronósticos, entonces traigamos al pulpo Paul, que hizo los pronósticos del mundial pasado”.

Fue protagonista de los dos hechos políticos más importantes de las últimas tres décadas: la Constitución y la firma de la paz. ¿Por qué le va mal en las encuestas?

“Tengo que reconocer que no estoy bien en las encuestas. Eso contrasta con una hoja de vida de servicio, de desprendimiento y experiencia, y también de un talante que brinda garantías de diálogo y confianza. El hecho de que las dos consultas del 11 de marzo hubiesen polarizado el ambiente político, dejando por fuera a quienes encarnamos posiciones de centro, me parece particular, porque no podíamos hacer publicidad por razones legales. Todavía estamos viviendo la inercia de ese hecho”.

¿Considera que se equivocó al haber exigido al liberalismo hacer la consulta en noviembre y no haber optado por las firmas?

“Es una pregunta muy difícil. Tengo un libro que se llama, en castellano, ‘que tal si hubiera ocurrido...’ toma los grandes sucesos de la historia y se pregunta qué hubiera pasado si el curso de los acontecimientos fuera distinto. Eso puede ser un bonito ejercicio literario, pero un inútil ejercicio práctico, porque la decisiones se tomaron en un momento en el que la recolección de firmas entró en degradación. Sigo enviando mi menaje tanto a la estructura liberal como a los liberales de pensamiento”.

Pero ser parte de un partido le costó no poder hacer la alianza con Sergio Fajardo...

“Hay dos momentos distintos. En noviembre, cuando yo obtuve la candidatura liberal, invité a Fajardo y él se negó, y ese era el momento en el que se podía. El Consejo Nacional Electoral, en un segundo intento, después del 11 de marzo, señaló que sí estaba habilitado para hacer ese tipo de consultas interpartidistas, pero que era tarde. Fue una lástima”.

¿La decisión tuvo que ver más con lo económico, por el dinero de la consulta?

“Cuando me reuní con Fajardo, ambos convinimos que no podíamos construir una casa si los cimientos eran débiles, y como había una discusión jurídica sobre el particular. El CNE respondió que el candidato liberal recibió un mandato para actuar como candidato o ir a una consulta interpartidista”.

¿Cómo ve el futuro del Partido Liberal?

“Vienen momentos de decisiones difíciles. No quiero ser director del liberalismo, ni estoy capacitado para recibir ese cargo. Estoy comprometido con la paz, pero no necesariamente desde la política electoral”.

¿Se siente acompañado por el expresidente César Gaviria y el Partido Liberal?

“Tenemos un esquema de cooperación. Estamos acudiendo conjuntamente a los actos públicos, y otras veces de manera separada en función de las necesidades de la campaña, pero siento compromiso del presidente Gaviria. Repartimos las tareas. Otros líderes liberales estarán en regiones que no alcance a cubrir”.