Las mujeres dedican el triple de tiempo al “cuidado no pago” y ganan 20 % menos
Aunque estudian más y desertan menos, estudio reveló que las mujeres siguen teniendo menor participación laboral que los hombres.
Aprendiz de deportes. Apasionado por el periodismo deportivo, amante del café colombiano.
En Colombia, las mujeres cargan con una deuda estructural que no aparece en las cifras del mercado, pero que sostiene buena parte de la economía: el cuidado no remunerado. Cocinar, limpiar, cuidar niños, personas mayores o con discapacidad son tareas que se dan por sentadas, pero que reducen drásticamente las oportunidades de acceso a la educación, la autonomía económica y el empleo formal para niñas y mujeres.
El informe El costo invisible del cuidado, publicado por la Alianza por la Inclusión Laboral (AIL), reveló que el 76,2 % del trabajo de cuidado no remunerado es realizado por mujeres, quienes dedican en promedio cuatro horas y 25 minutos al día a estas labores, en contraste con una hora y 23 minutos que dedican los hombres.
“Este trabajo, que sostiene la vida y la economía, sigue sin ser monetizado ni reconocido como una contribución económica fundamental para el país”, advirtió el documento.
Este desequilibrio, profundamente naturalizado en el entorno familiar y social, es uno de los principales obstáculos para que las mujeres accedan al mercado laboral en condiciones de equidad.
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La educación, el primer filtro de la desigualdad
Aunque las mujeres tienen mejores tasas de permanencia y rendimiento educativo, no logran una inserción laboral proporcional. Según el Dane, el 56,8 % de las personas matriculadas en educación superior son mujeres, y presentan menores tasas de repitencia (3,2 % frente a 4,8 % de los hombres). No obstante, solo el 45,7 % de ellas logra estar ocupada, frente al 70,1 % de los hombres.
La razón de esta desconexión está en la carga de cuidado que arrastran desde la infancia. La Encuesta de Calidad de Vida (ECV) de 2023 reveló que el 15,2 % de las niñas rurales no estudian porque deben encargarse de los oficios del hogar, mientras que en el caso de los niños, esa cifra es de apenas 7,8 %.
“El hecho de que una niña o adolescente de 10, 12 o 14 años tenga más responsabilidades en el hogar (...) la pone en desigualdad con sus pares niños”, señaló el informe.
En esas edades, cuando los niños pueden estudiar, jugar o descansar, las niñas están cocinando, cuidando hermanos, limpiando o asumiendo tareas que limitan su desarrollo educativo y vocacional.
La barrera que no se ve, pero pesa
Una vez alcanzada la mayoría de edad, la situación no mejora del todo. Aunque las mujeres acceden a más años de escolaridad, usan con mayor frecuencia los canales formales de búsqueda de empleo y participan activamente en procesos de formación, los indicadores siguen en contra.
El acceso al trabajo sigue dependiendo de las conexiones personales: el 64,1 % de las personas consigue empleo por medio de amigos o familiares, según la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del Dane. Pero ¿qué pasa cuando se es madre, cuidadora o se vive en zonas apartadas sin redes de contacto?
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“Conseguir trabajo en Colombia sigue siendo más cuestión de ‘a quién conoces’ que de ‘qué sabes hacer’. Y no todos, ni todas, tienen los contactos adecuados”, argumentaron desde el estudio.
Las cifras del Dane indicaron además que más de la mitad de los trabajadores en el país son informales (55,9 %), y en el caso de las mujeres, muchas acceden a ocupaciones precarias o intermitentes, sin prestaciones sociales ni posibilidades de ascenso.
Y quienes logran emplearse en el sector formal enfrentan una desigualdad salarial persistente: las mujeres ganan en promedio un 20 % menos que los hombres en cargos similares.
¿Y si el cuidado contara como lo que es?
Según la Ocde, el trabajo de cuidado no remunerado representa en América Latina el 21 % del PIB. Si ese aporte se midiera en términos monetarios, sería más alto que el del comercio, el sector más importante en la economía colombiana, que representa cerca del 17,2 % del PIB nacional.
“Muchas actividades productivas no podrían llevarse a cabo de la misma manera si las mujeres no asumieran estas responsabilidades”, indicó el documento.
Pero ese trabajo no se paga, no se reconoce en el sistema pensional y, muchas veces, ni siquiera se valora dentro del propio hogar. En la ruralidad, donde el 40,7 % de las mujeres son menores de 24 años, la falta de acceso a servicios de cuidado institucional, la distancia a los centros educativos y los estigmas de género profundizan las brechas.
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Lo que se propone
La Alianza por la Inclusión Laboral plantea la urgencia de abordar esta problemática desde una mirada sistémica que conecte educación, formación y acceso real al empleo formal. Entre sus propuestas se destacan:
1- Promover la corresponsabilidad del cuidado entre hombres y mujeres.
2- Ampliar licencias parentales y fomentar el trabajo flexible.
3- Invertir en educación técnica y digital con enfoque de género.
4- Fortalecer canales formales de intermediación laboral.
5- Reducir la brecha salarial mediante auditorías y transparencia.
“Hasta que no nos demos cuenta del valor del cuidado, no vamos a poder generar cambios reales”, concluyó el informe.