Motores

70 años del Cavallino rampante

Era 1947 cuando el primer Ferrari apareció. Desde entonces ha sido una historia de velocidad.

09 de septiembre de 2017

E nzo Anselmo Ferrari (Modena, 1898-1988) no tuvo la valentía suficiente para ser un corredor de autos. Le interesaba aprender los secretos mecánicos de las máquinas que impulsaban esos bólidos. Eso lo llevó a fundar Ferrari.

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial y con una Italia devastada por los bombardeos aliados, Enzo reconstruyó una planta ubicada en Maranello que producía partes y herramientas para aviación, con el fin de montar una línea de ensamblaje de modelos deportivos y de competición que llevarían su apellido.

El 12 de marzo de 1947 salió de la línea de ensamble un modelo denominado Tipo 125. Dos meses después, reclamaba la primera victoria para la historia de la marca en el Gran Premio de Roma.

En el auto show de Turín de 1948 se presentó el 166 Inter para uso en calle y pista, y ese mismo año ganaron una carrera legendaria: la Mille Miglia. Ya el nombre de Ferrari como constructor pasaba a las primeras planas en las conversaciones del ambiente automovilístico.

En los años 50, se consolidó como escudería en la Fórmula Uno, en la que ganaron cuatro mundiales con Alberto Ascari (2), Juan Manuel Fangio y Mike Hawthorn.

Sus autos de calle llevaron la firma de los grandes carroceros de la época (Pininfarina, Touring, Scaglietti), y se empezaron a vender en ambos lados del Atlántico. Comenzaron a ser deseados.

De muchas historias

A comienzos de los 60, la forma de gobernar de Ferrari, con su carácter hosco y amargado tras la muerte de su hijo Alfredo “Dino”, a los 24 años en 1956, generó tensiones. Sus decisiones no siempre caían de la mejor manera entre su equipo de trabajo y así inició una nueva era, llena de altibajos.

Ahí nace el 250 GTO, una leyenda que dejaría en alto el nombre de la escudería en los años venideros. El GTO era lo máximo en la ingeniería automotriz de ese entonces. Motor V12 de 3 litros y 302 caballos gestionados por una caja manual de 5 velocidades, algo nunca visto. Se fabricaron 36 unidades entre 1962 y 1964 y fue el automóvil de calle más rápido del mundo en aquella época, alcanzando 280 km/h. En la actualidad, un ejemplar de esta referencia se cotiza en unos US$40.000.000.

En 1969 y acosado por las deudas, Enzo vendió el 50 % de su empresa al gigante italiano Fiat. Los 70 fueron años inciertos y Ferrari entendió que tenía que vender más cantidades para sobrevivir.

En el Salón de París de 1975, las luces fueron para una de las creaciones más bellas de la marca, el 308 GTB / GTS, que se haría famoso al aparecer en la serie norteamericana Magnum P.I.

En la Fórmula Uno, un joven piloto austriaco, llamado Nikolaus Lauda y apodado “Niki”, le devolvió la gloria. En el 75 y el 77 triunfó en el mundial, se consolidó como uno de los mejores pilotos de la historia y Ferrari quedó así ligada para siempre al mundo de la máxima categoría, con el mayor número de hinchas o “Tifossi”, como son reconocidos en el mundo.

Henry Bonilla, director del portal especializado F1latam.com, dice que “desde que existe la Fórmula Uno ha estado siempre Ferrari y su cuore italiano es lo que la hace especial. El automovilismo y Ferrari son una religión en Italia, es algo mágico, todos conocen la historia de la marca, sufren, gozan y lloran con sus victorias y derrotas. Incluso, ese sentimiento se contagió a otros países con los grandes triunfos de Michael Schumacher”.

Mucha más fama

En 1984 esos incondicionales de la marca recibieron un regalo, un V12 que llama a la acción por encima de sus feroces competidores italianos y alemanes: el Testarossa, que reflejaba el espíritu de la época. Potente, veloz y avanzado, tenía todos los adelantos posibles en aerodinámica y estilismo. Enseñaba 390 caballos en una culata con 48 válvulas y las cabezas de cada cilindro pintadas en rojo. Se convirtió así en el nuevo must have de los millonarios del mundo, adornó cientos de portadas en revistas especializadas y millones de paredes de los aficionados en los cinco continentes. Su velocidad, que pisaba los 300 km/h, era su mejor credencial en las calles.

En 1987, Enzo, rozando los 90, sintió que el fin estaba cerca, aunque su ingenio tendría una última carta, un brutal superdeportivo que haría historia, que sembraría la semilla de una leyenda y que hoy, 30 años después, es alabado. Con las fuerzas que le quedaban, soltó esta sentencia: “Precisamos de un auto para los más entusiastas, los que sólo demandan prestaciones puras, no un laboratorio para el futuro, no un carro que parezca de Star Wars. Me da igual si los paneles de su carrocería están mal ajustados y tienen grandes huecos. Quiero que su conductor pise el acelerador a fondo y se haga en sus pantalones”. El equipo de Maranello se inventó el F40.

Se convirtió en un clásico instantáneo. Es un carro incómodo para el uso diario, austero en sus acabados, pero de una brutalidad de maneras y conducción que solo lo hacen privativo para manos expertas. Coronó los años 80 como gran rival de los futuristas Porsche 959 y Lamborghini Countach, los superdeportivos de aquel entonces.

Con su V8 de 2.9 litros, 32 válvulas y dos turbinas IHI, ponía 478 caballos sobre el asfalto sin ningún tipo de ayudas electrónicas (no tiene ni siquiera dirección hidráulica). Con 326 km/h de velocidad punta y un 0 a 100 en 3,7 segundos, el F40 se comía un kilómetro de carretera cada 19,5 segundos. Costaba US$400.000 de ese entonces y hoy una unidad se puede ir por US$1,6 millones.

El 14 de agosto de 1988 a la una de la tarde, hora local de Modena, el corazón de Ferrari dijo basta. Il Commendatore partía a la inmortalidad dejando el control de su empresa al Grupo Fiat en un 90 % y el 10 % restante para su hijo Piero, que tuvo con su amante Lina Lardi en 1945.

El siglo XXI tocó las puertas de la fábrica en Maranello, dirigida ahora por Luca Cordero di Montezemolo, antiguo colaborador de Enzo Ferrari. La Scudería gana todo lo que encuentra en manos del Kaiser Michael Schumacher y ya es hora de un nuevo y poderoso supercar.

Se presentó en 2002 el Enzo, la síntesis de la tecnología y las prestaciones de un superdeportivo hecho casi artesanalmente y vestido en aluminio y fibra de carbono. Lo impulsaba un V12 central trasero de seis litros que desarrolla 660 caballos. En 3,3 segundos el carro va a 100 km/h y en 11 segundos despacha el cuarto de milla. Alcanza una velocidad punta de 366 km/h. Son 400 unidades a US$652.000 la pieza.

La suma de todas las fuerzas, el conocimiento, el desarrollo tecnológico y la sapiencia de 70 años de trabajo se llama LaFerrari. Es el tope actual de la línea, un superdeportivo híbrido de edición limitada a 499 unidades con un costo unitario de dos millones de dólares. Cuenta con un motor gasolina atmosférico V12 de 6,3 litros, que desarrolla una potencia máxima de 963 caballos. Es complementado por dos motores eléctricos que en conjunto distribuyen 163 caballos y una batería que se recarga con la energía sobrante del motor de combustión.

Según datos oficiales, el LaFerrari alcanza una velocidad máxima de 378 km/h, acelera de 0 a 100 km/h en 2,9 segundos, de 0 a 200 km/h en 6,9, y de 0 a 300 km/h en 15 segundos.