Televisión

Las regiones son otra vez protagonistas de novela

Los dramas que pasan en ciudades fuera de Bogotá se transformaron en series biográficas. Ahora están volviendo con series como Débora Arango.

Periodista, apasionado por el cine, la televisión y el fútbol. Egresado de la U. de A, y envigadeño de nacimiento y residencia.

07 de julio de 2018

Quizá era de los que cantaba al unísono con el televisor: “Les contaré señores/ la historia muy bonita/ de linda potranquita/ con ojos soñadores”. Luego aparecía Soledad Aumada (Aura Cristina Geithner) vestida con sombrero y botas, imponente. Era La Potra Zaina (1993), también la representación del llano colombiano en televisión.

Las historias en la pantalla chica colombiana se contaban desde las regiones, mucho antes de los realitis, las narcoseries y las bionovelas sobre cantantes famosos,

Hay otros ejemplos, además de este relato que mostraba los paisajes del oriente colombiano. La dama de troya (2008) también llegó tan lejos en la geografía del país, y más cerca a Antioquia está La casa de las dos palmas (1990), que hizo visible el proceso de la colonización paisa. Azúcar (1989), por su parte, dejó ver el poder de la industria de la caña en el occidente colombiano. Dramatizados como Momposina (1994), Caballo viejo (1988) y San Tropel (1988), por su parte, presentaron a esos personajes del folclor costeño que parecían sacados de una novela de Gabriel García Márquez. La tradición cafetera se conoció con Margarita Rosa de Francisco en Café, con aroma de mujer (1994).

Gracias a la emisión de estas telenovelas con el sello costumbrista, por primera vez las producciones abandonaron los estudios de grabación en Bogotá y se trasladaron a Santa Fe de Antioquia, Buga, Mompox, Calarcá o Villavicencio.

Esas emisiones permitieron consolidar en el mundo del entretenimiento a actores como Luis Eduardo Arango, Carolina Sabino, Silvia de Dios y Alejandra Borrero, gracias al rating de esos productos.

Espejo retrovisor

Tras la incursión de los canales privados, en 1998, la industria de la telenovela cambió y aparecieron en el mercado producciones con otro toque, más internacional, nuevas temáticas, hasta llegar al concepto de las narcoseries y las bionovelas, estas últimas especialmente inspiradas en figuras de la música popular (de Diomedes Díaz y Helenita Vargas a Rafael Orozco, Marbelle y Las hermanitas Calle).

Producciones como Yo soy Betty, la fea (1999) y Pedro el escamoso (2001) abrieron la puerta en el mercado internacional, estas temáticas, más globales -como el trabajo de los oficinistas en una enpresa de moda-, dirigidas a un público más amplio, frenaron el impulso que traían los dramatizados costumbristas.

Acerca de este cambio, el periodista y colecionista de telenovelas Carlos Ochoa apunta a que se debe a las dinámicas del mercado, a la necesidad de expandir la industria en otros países.

“Las primeras telenovelas estuvieron basadas en libros, después aparecieron las de las regiones, luego figuraron los dramas con nombres de mujeres o hombres (A dónde va Soledad, Me llaman Lolita o Pobre Pablo). Apareció la fusión de novela y comedia, como Betty, la fea y Chepe fortuna, que fueron relevadas por las narconovelas (Rosario Tijeras) y ahora estamos en el furor de las bioseries, que generan ese morbo entre los televidentes”, opina Ochoa.

En los dos últimos años han sido los canales regionales los que han impulsado la producción de dramatizados con ese tinte de antes, el costumbrista, tendencia que le está dando, paradójicamente, una nueva dinámica a la industria.

Justo este año, la miniserie Déjala morir, protagonizada por Aida Bossa y emitida por Telecaribe, fue la gran ganadora, con 13 galardones, en la ceremonia de entrega de los premios India Catalina, superando las producciones de los privados RCN y Caracol.

Teleantioquia, por su parte, en lo que va de 2018, con el apoyo económico de la Autoridad Nacional de Televisión (Antv) ha estrenado tres argumentales: Débora, la mujer que desnudó a Colombia, El Club y Mailyn Live –en asocio con Telecafé–.

“Estamos en una era en la que todo es universal, que gracias a internet trasciende. Creo que Teleantioquia se dio cuenta de eso y al contar la historia de Débora dio un paso adelante, justo en un momento en el que el feminismo le está abriendo los ojos al mundo, apostándole a la igualdad. La producción es pertinente para este momento, me parece que le metieron un gol a los otros canales. La vida de Débora Arango no se puede quedar en Antioquia, la tiene que conocer el mundo entero”, relata Patricia Castañeda, quien interpretó a la artista en la producción que se estrenó el 20 de marzo.

No es la única que va a dar un recuerdo. En la memoria de muchos televidentes de Teleantioquia quedan trazos del hito que marcó en su momento Hildebrando, protagonizada por Víctor Gómez, una serie costumbrista basada en el libro del médico Jorge Franco Vélez.

Tocó reinventarse

Esta dinámica de la tele regional, sumada a la reducción de horas de emisión de dramatizados en RCN y Caracol, que le están apostando a los realities como gancho en su franja prime time desde 2001, ha llevado a que actores y directores radicados en Bogotá comiencen a mirar hacia lo que se hace desde las otras ciudades.

En la actualidad, por ejemplo, RCN solo tiene una telenovela (Nadie me quita lo bailao) en su horario estelar de ocho a diez de la noche, mientras que emite dos realities (Exatlón Colombia y Master Chef Celebrity).

El boom de los realities en Colombia comenzó con Expedición Róbinson y un año después apareció Protagonistas de novela. El formato de este tipo con más audiencia en el país ha sido la primera temporada de Yo me llamo (2011).

La actriz Marcela Benjumea (La mamá del 10 y Paraíso Travel) dice que esa supuesta crisis en los privados, por la reducción de horas de emisión para telenovelas y seriados, ha servido para dinamizar la industria del teatro, escenario al que han regresado muchos actores buscando no solo oportunidades laborales, sino nuevos desarrollos y propuestas.

Desde 2016, la ANTV (Autoridad nacional de televisión) lanzó la Convocatoria de Estímulos, que en su primera edición recibió 72 propuestas, de las cuales se seleccionaron 14 que recibieron 1.672 millones de pesos. Es para incentivar el trabajo en canales públicos.

El año pasado entregó recursos por 1.900 millones a 11 producciones. Posteriormente destinó otra partida, por 700 millones, para financiar series de acción de tema libre y documentales que resaltaran aspectos históricos, culturales, religiosos o lingüísticos desde la televisión regional y pública (Señal Colombia).

Mábel López, gerente de Telantioquia, señala que tras la inversión, de 1.500 millones de pesos que requirió Débora, la mujer que desnudó a Colombia, auspiciados por la Antv y la Gobernación de Antioquia, el canal presentó un proyecto para producir una serie sobre la historia de la radio en Colombia, en especial en Antioquia.

La vida como inspiración

El libretista César Augusto Betancur, más conocido como Pucheros, responsable de dramatizados como La Selección I y II y Las Hermanitas Calle, opina que los relatos costumbristas siguen vigentes, pero que ahora a esos proyectos los llaman bionovelas o historias de época. “La gente piensa, equivocadamente, que una producción costumbrista es en la que se sale de carriel y sombrero. Podría decir, por ejemplo, que en Las hermanitas Calle hubo costumbrismo de los años setenta y ochenta. A veces creemos que es solamente lo que nos toca a nosotros, entonces, si los paisas no vemos en los dramatizados aguadeños y carrieles de Jericó, decimos que se acabaron las novelas costumbristas”.

El escritor precisa que casos como el de Los Morales (2017), emitida por Caracol, y Doctor Mata (2014), de RCN, ejemplifican producciones de época enmarcadas en el folclor costeño y la sociedad bogotana de 1940, respectivamente.

“Hace menos de tres años vimos la miniserie de La madre Laura, y también fue bionovela y también fue costumbrista, y en este momento Caracol prepara una sobre Simón Bolívar que, obviamente, recreará costumbres colombianas de 1700 y 1800”, puntualiza Betancur al defender su tesis de que el costumbrismo sigue vigente en la programación.

En esa misma dinámica de la que habla Pucheros, Caracol prepara el estreno de La reina del Flow, que recoge lacultura que se ha generado, particularmente en Medellín, sobre el reguetón, y ya anunció la emisión de Loquito por ti, inspirada en el florecimiento de la música tropical en Colombia en la década de 1970, igual desde Medellín, con cantantes como el Loko Quintero y Rodolfo Aicardi.

En ese sentido, Carlos Ochoa, comunicador social, presentador y coleccionista, agrega que las bionovelas conservan la esencia de los dramas costumbristas porque son aspiracionales, con personajes que comienzan desde abajo y logran triunfar, y eso le gusta al televidente.

Según datos de @ratingcolombia (un punto de rating se equipara entre 450.000 y 500.000 televidentes), en la historia de la televisión pública, entre 1954 y 1997, el programa con más alto registro fue Café, con aroma de mujer, con un promedio de 69.6 de rating, de acuerdo a los métodos de medición de ese momento.

Su nivel de audiencia no se puede comparar con los actuales, pues en su momento solo existían dos canales (Uno y A) y no se medía la penetración de la televisión internacional.

Desde que la TV privada opera en Colombia, el espacio más visto es la primera temporada de A corazón abierto (2010), con un promedio de 18.9 de rating, seguida por Pasión de gavilanes, con 17.8, producción de la que se han hecho más de cinco versiones en México.

La tendencia de producir dramas sobre ídolos populares seguirá predominando, no solo en Colombia, sino en Latinoamérica, donde las producciones sobre la vida de cantantes como Juan Gabriel, José José y Luis Miguel, entre otros, cada vez le ganan espacio a las narcoseries, que parecen haber alcanzado ya el techo, tanto así de series internacionales como El Chema y El Chapo no tuvieron el impacto esperada y salieron del aire.

Así como la TV privada le apuesta a las bioseries, los regionales lo hacen a su manera, ahía estuvo por ejemplo Débora, diciendo que una mujer puede pintar desnudos, aunque muchos digan que no.