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El arte del vidrio resiste en Copacabana

En este municipio funciona la única vidriera artesanal de Antioquia. Julio César Foronda conserva la tradición.

hace 19 horas

En el interior de un taller cálido y luminoso, el vidrio toma forma como si cobrara vida. De una caña metálica sopla un artesano y la masa incandescente se infla hasta convertirse en esfera, jarrón o figura. Cada pieza es el resultado de la paciencia y la destreza que solo se adquiere con años de práctica. Allí, entre hornos que alcanzan 1.350 grados, se conserva la última tradición vidriera artesanal de Antioquia.

Julio César Foronda Macías dirige la Vidriera JF S.A. junto a su hermano y a su hijo. Es el legado de más de medio siglo que nació con su padre en un pequeño horno casero. “Llevamos 50 años en este calorcito”, dice Julio, quien recuerda que desde niño trabaja en la vidriera. Hoy son quince los artesanos que aún saben soplar y moldear el vidrio en el departamento, y juntos mantienen viva una tradición que parecía destinada a desaparecer.

El vidrio llega a la fábrica como desecho. Recortes de empresas de ventanería y construcción que tardarían miles de años en degradarse encuentran aquí una segunda vida. Una vez convertido en masa maleable, los vidrieros lo soplan, lo giran y lo moldean hasta transformarlo en floreros, jarrones o piezas únicas encargadas por artistas. La jornada es exigente y requiere precisión. “Un vidriero no se hace de un día para otro, se necesitan años de paciencia”, explica Julio.

La empresa, sin embargo, enfrenta los retos de un mercado difícil y de una competencia que ofrece precios bajos a costa de la calidad. La rentabilidad se ve afectada y eso ha llevado a Julio a pensar en el futuro con visión empresarial. Por eso hoy impulsa un proyecto turístico que abre las puertas de la vidriera a recorridos guiados por la planta, donde los visitantes pueden observar de cerca el proceso y, al final, disfrutar de una muestra gastronómica con carne asada preparada al calor del vidrio.

La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia ha acompañado este proceso con asesorías, formación y contactos estratégicos que le han permitido a la vidriera explorar nuevos caminos. Para Julio, ese respaldo ha sido clave en la tarea de reinventarse. “Uno a veces no sabe por dónde arrancar. La Cámara de Comercio nos ha dado orientación y nos ha abierto puertas”, reconoce.

Hoy, mientras el fuego y el vidrio siguen dando forma a las piezas en el taller, Julio trabaja convencido de que su empresa no solo es un negocio. Es también una escuela de artesanos y, sobre todo, un puente para que el oficio del vidrio no desaparezca en Antioquia.