Café de altura que conecta a Caramanta con el mundo
El trabajo de Mantagro ya impacta a cerca de 2.000 familias caficultoras en el Suroeste antioqueño.
Al centro de distribución de Mantagro llegan los caficultores de Caramanta y de municipios cercanos a vender su café. Allí está Ana María Arango, quien recibe cada carga, la pesa, separa el grano y determina el factor que permitirá definir el mejor precio posible para cada productor.
Ana María no viene del mundo del café. Durante años trabajó en la compra y venta de carros en Medellín, hasta que una idea compartida con su cuñado, experto en café y profesor universitario, empezó a tomar forma. Él asumió la parte comercial y ella decidió dedicarse al trabajo de campo para conocer a los productores, aprender a evaluar un pergamino, entender el factor que determina el precio y, sobre todo, construir relaciones de confianza en una comunidad donde los vínculos familiares abren puertas. “Ay, vea, es la sobrina del padre Correa”, le decían al inicio. Esos reconocimientos, tan propios de los pueblos, facilitaron los primeros acercamientos.
Al principio las compras eran pequeñas y el proceso avanzaba con calma, a medida que Ana María conocía a los productores y ellos empezaban a confiar en Mantagro. Con el tiempo, la dinámica creció y hoy la empresa trabaja con caficultores de varios municipios de la región y procesa su café para enviarlo a clientes nacionales e internacionales. El procedimiento se basa en que el productor entrega su pergamino seco, Mantagro analiza cuántos kilos se necesitan para obtener un saco de verde y, según ese factor, se fija el precio. Para Ana María, ese modelo garantiza que el caficultor reciba siempre un pago justo por su trabajo.
Actualmente son un equipo de veinte personas, entre la planta, el laboratorio de análisis de calidad, el área administrativa, los conductores y un local inclusivo de café que opera en Medellín, junto a la Universidad de Antioquia. En ese espacio, jóvenes con discapacidad cognitiva se forman y trabajan en el proceso de preparación y servicio de bebidas, un proyecto que para Mantagro es tan importante como la propia exportación. “Así demostramos que el café también abre puertas y genera oportundidades. Además, todo esto ha pasado en tres años, nos sentimos orgullosos de lo que hemos logrado”, expresa Ana María.
La formalización fue una decisión temprana. “Antes de comprar el primer kilo ya estábamos constituidos”, dice Ana María, convencida de que ese paso les permitió crecer sin tropiezos. Con la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia realizaron un curso de comercio exterior que fortaleció su capacidad exportadora y les abrió puertas en ruedas de negocio internacionales. Para ella, ese acompañamiento es parte del crecimiento ordenado que necesita cualquier empresa, incluso en municipios donde la gente suele desconfiar de la formalización.