Finca hotel Los Arrayanes, 30 años de turismo cafetero
Isabel Cristina Echeverry asumió la finca familiar en un momento difícil y la convirtió en un referente de la región.
Convertir una finca heredada en un proyecto turístico sostenible no fue un plan improvisado, sino una respuesta a una época difícil. En 1995, cuando la crisis del café golpeó al Suroeste antioqueño, la familia de Isabel Cristina Echeverry decidió abrir al público un lugar que había sido, por generaciones, el espacio de vacaciones y encuentros familiares. Así nació la Finca Hotel Los Arrayanes.
La finca, que viene de la línea materna desde la época de la colonización, siempre fue cafetera. Pero en aquellos años los precios cayeron y mantener el cultivo se volvió complejo. Los padres de Isabel Cristina buscaron apoyo institucional para aprender de hotelería y convertir la casa principal en un alojamiento rural. La idea fue tan novedosa que incluso lograron sumar a otras trece fincas en una asociación que impulsó el turismo en la región.
La época de inseguridad de finales de los noventa afectó el proyecto. Sus padres se fueron por un tiempo a Estados Unidos y el hotel quedó cerrado, hasta que en el año 2000 un contrato importante los obligó a retomar la idea del turismo. Isabel Cristina, que no tenía experiencia en hotelería, aceptó dirigir el negocio. De esta forma, aprendió por teléfono, resolvió sobre la marcha y encontró allí un oficio que la conectó con la finca.
El mismo año asumió también la administración del cultivo de café. Con disciplina y formación, aprendió del manejo agronómico y mantuvo viva la vocación productiva de su familia. Ese proceso ha sido la clave para sostener el proyecto en medio de los retos actuales como las vías en mal estado, cierres imprevistos, temporadas bajas y problemas de seguridad en el Suroeste. “Donde hay café no hay pobreza”, dice, convencida de que diversificar ha sido una buena decisión.
Con el tiempo, Los Arrayanes ha crecido de manera orgánica. Nuevas cabañas, piscina, senderos y miradores dentro de los cafetales han permitido desarrollar iniciativas como Cafeteros por un día, un programa que enseña todo el proceso productivo. Además, abrieron un pequeño museo de café dirigido por su padre, y, en 2011, nació la marca Café Los Arrayanes, que hoy llega por pedido a distintas ciudades.
La finca hotel tiene capacidad para 40 personas y privilegia la tranquilidad. Muchas familias regresan cada año porque sienten que llegan a un lugar para descansar y disfrutar. Esa experiencia es, para Isabel Cristina, la esencia del proyecto.
La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia ha acompañado cada etapa con capacitaciones, asesorías, formación y visibilidad. “Siempre han estado ahí”, dice. Tres décadas después, Los Arrayanes sigue siendo un negocio familiar sostenido por disciplina, tradición cafetera y un profundo arraigo por el Suroeste.