Salpicolandia cumple 31 años de tradición y sabor en el Suroeste
Diana Naranjo está al frente de un negocio que es tradición. Su secreto ha sido la constancia.
Salpicolandia está sobre la vía principal de La Pintada, un poco antes de llegar al centro del pueblo. Es un restaurante amplio, conocido por su sancocho de bagre, las carnes asadas y una carta generosa que atrae a viajeros y locales desde hace más de dos décadas. Allí está Diana, una mujer dulce en el trato, pero firme en la dirección, que ha tenido que forjar carácter para sostener el negocio que administra desde casi el inicio del negocio y que hoy lidera con serenidad aprendida.
La historia del lugar comenzó con Humberto Rivera Valencia, el creador de Salpicolandia y un trabajador incansable. Como pareja, Diana se unió a su sueño desde los primeros años y juntos sacaron adelante el restaurante en Medellín, y luego en La Pintada. Tras su fallecimiento, ella asumió la responsabilidad completa del negocio y, aun en medio del duelo y los retos que llegaron después, decidió quedarse, reorganizarse y seguir adelante para honrar lo que habían construido.
Los primeros meses fueron difíciles. Diana vivía en Medellín y tenía un trabajo estable, pero entendió que el restaurante no podía quedar en manos ajenas. Regresó sola, se instaló en el municipio y empezó a aprender de compras, personal, cocina, proveedores, turnos y decisiones que nunca antes había tenido que tomar. Con el tiempo, encontró su propio modo de dirigir y desarrolló un carácter que hoy reconoce como una de sus mayores fortalezas.
“La adaptación lo mueve todo”, dice. Para ella, aceptar los cambios ha sido la clave para superar los momentos duros y sostener los buenos.
Su apuesta por conservar la esencia del negocio también ha sido firme. Mantiene recetas tradicionales que los clientes recuerdan desde los tiempos de Humberto como el sancocho de bagre, el caldo de bagre y el salpicón preparado “como él lo hacía”. Aunque la carta ha crecido mucho y hoy ofrece desayunos típicos, bandejas, pescados, comidas rápidas, menú infantil, jugos, helados y una selección amplia de carnes, los platos tradicionales son el sello que conecta a las personas con la memoria del restaurante.
Diana también destaca el valor del acompañamiento que ha recibido de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia. Las asesorías, la presencia constante en el municipio y el apoyo para organizar procesos y revisar temas como costos y punto de equilibrio han sido un impulso importante. Ella y su equipo aprovechan las capacitaciones porque entiende que una empresa no se sostiene solo con tradición y buenos deseos, sino también con conocimiento actualizado.
“Hay que insistir. Los negocios necesitan de uno todos los días. Si uno está, las cosas salen. Si uno se rinde, no”, dice convencida de que la constancia ha sido su mayor aliada.