A bajar la pobreza
Gracias a los avances alcanzados durante los últimos años en materia económica y social, la pobreza en Colombia ha venido disminuyendo progresivamente. Igual cosa ha ocurrido con la inequidad. No obstante estos hechos, Colombia todavía se caracteriza, en el continente y el mundo, como uno de los países con más altos niveles de pobreza e inequidad.
Planeación Nacional anunció que, en 2010, el índice de pobreza monetaria fue de 40,2 por ciento. Esto representa un gran avance pues en el año inmediatamente anterior dicho guarismo fue de 45,5 por ciento. Al lograr reducir, en solo un año, en cinco puntos porcentuales dicho índice, 1,1 millones de colombianos dejaron de ser pobres. Sin embargo, el número absoluto de personas que en Colombia están afectados por este fenómeno continúa siendo muy alto, 16,9 millones.
En cuanto a la pobreza extrema o nivel de indigencia, los logros han sido menos contundentes. En 2003, el nivel de indigencia era de 17 por ciento y, en 2009, sólo había disminuido 0,6 puntos porcentuales. Sin embargo, en 2010 se logró una mejora importante ya que el índice bajó al 14 por ciento.
Una de las características distintivas del fenómeno de la pobreza en el país es que ésta tiene un alto nivel de concentración en las zonas rurales. En 2009, el nivel de pobreza rural era de 64,3 por ciento, es decir, se ubicaba en un 40 por ciento por encima de la nacional.
Para el presente cuatrienio, la meta del Gobierno es bajar la pobreza total al 32 por ciento y la extrema a 9,5 por ciento. Para ello, la actual administración ha consignado, en el Plan de Desarrollo, que tal reducción se logrará a través de una estrategia que combina el crecimiento económico acelerado y la igualdad de oportunidades.
La experiencia internacional ha demostrado que en la lucha por reducir la pobreza, el crecimiento económico juega un papel determinante, aunque este no resulta suficiente, pues el mismo debe ir acompañado de una política social activa y eficaz.
Esto hace que la pobreza se conciba como un fenómeno de múltiples dimensiones, al tiempo que plantea un gran desafío al tipo de crecimiento que se tenga, así como a la eficacia y la calidad de la política social. El impulso a sectores poco intensivos en la utilización de mano de obra o la falta de focalización de los programas sociales irán en contravía de la reducción de la pobreza y la inequidad.
Esta concepción ha llevado al Gobierno a acoger una nueva metodología de medición de la pobreza, desarrollada por la Universidad de Oxford y utilizada por Naciones Unidas. El nuevo indicador se denomina Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) e incluye una serie de variables de nivel de vida, educación y salud. Este índice complementa y enriquece la medición monetaria de la pobreza.
Para alcanzar las metas propuestas de reducción de la pobreza el crecimiento tendrá que estar por encima del 4,5 por ciento anual y para ello el avance acelerado y firme de las locomotoras del desarrollo es de vital importancia, especialmente el de aquellas capaces de generar altos niveles de empleo no calificado y de jalonar otros sectores, como es el caso de la vivienda, la infraestructura y la agricultura. Esto demanda del Gobierno mayores esfuerzos pues estos dos últimos sectores aún no avanzan con solidez.
En política social se tendrá que evitar que con los programas de subsidios se beneficien hogares diferentes a los pobres, como ha ocurrido con el Sisbén. Esto implica la necesidad de focalizarlos aumentando así la eficacia del gasto público. Igualmente, si el problema de la pobreza rural no se ataca con decisión, los avances en la reducción del índice total serán, necesariamente, muy limitados. Allí el Gobierno tiene un gran reto.