A Guzmán López
Querido, leído, reído y conversado Iván, nombre que le viene bien debido a la cara de cosaco que tiene.
Y es que en algunas películas de las que tocan los temas de Mijail Sholojov o de Isaac Babel, me ha parecido verlo con un gorro de piel y unas botas rellenas de lana, montado sobre un caballo tártaro o atravesando el río Don en una barcaza.
Pero no son más que parecidos, que usted es más de comer fríjoles liborinos con arepa de mote que de beber vodka rompiendo el vaso con los dientes y sorber sopa de borsh (preparada con remolachas) haciendo ruido.
Pero entremos en el asunto: he leído Crónicas y estampas de Liborina y me he sentido alegre. Y no porque tenga nada que ver con este pueblo sino porque lo he conocido a través de los retratos que usted hace de él, de su gente y sus lugares. Y porque tener un sitio en el mundo, unos modelos a seguir y un pasado (cosa bien rara en esto de la globalización) es un derecho básico.
Como en una novela absurda, muchos viven hoy sin saber quiénes son ni dónde están. Carecen de historia cercana, no saben de su geografía y creen que sus referentes son los terribles programas de televisión.
Es increíble que en Medellín, por ejemplo, no se enseñe sobre la historia de la ciudad, sobre los árboles que propician la biodiversidad y las formas montañosas que nos rodean.
Y menos sobre las personas que se atrevieron a hacer industria y ciencia, arte e investigación. Aquí todo lo suponemos (cuando las malas noticias nos dejan) y nos suponemos nosotros. Y en este supuesto (o auto-negación) vamos perdiendo el espacio y el objeto, la interrelación y el sujeto. Y la reacción es amontonarnos hasta casi parecer figuras de papel cartón empaquetadas.
Querido Iván Guzmán López, esto del tercer mundo es un estado mental que admite la mentira por encima de cualquier evidencia, porque el soñar (como parece) es más importante que el hacer.
Y donde ser es una especie de karma que lo hace a uno sospechoso de haber leído y entendido ese texto maravilloso de Ralph A. Emerson, Autosuficiencia , que tanto influyó en varias generaciones de norteamericanos.
Y como no queremos creer en nosotros (de aquí la deficiencia de la educación), nos negamos el lugar y la historia, y los modelos que se han dado cerca.
Preferimos la posibilidad de una visa, tener vehículos con emisiones permanentes de CO2 y ruido y creer que los avisos de prohibido fumar son la solución a la limpieza del medio ambiente. Vea Ud.
Iván de J. Guzmán López, es tan liborino como los frijoles, estudió literatura y después se especializó en educación y marketing. Le ha gustado que los niños lean historias que les conciernan y los emocionen por estar vivos. Me gusta la manera como se ríe y se toma la vida, yendo de un libro a otro. Y siendo él.