A Lichtenberg
Querido Georg Christoph, de usted dijo Friedrich Nietzsche que era uno de los pocos autores que valía la pena releer.
Y si bien esta sería una mala recomendación (ya se sabe que Nietzsche en muchas partes es un purgante), no estuvo equivocado.
Sus cuadernos, marcados misteriosamente (A, KA) y escritos sin más pretensiones que llenarlos, encierran una serie de provocaciones de todo tipo, desde matemáticas y físicas hasta filosóficas y eróticas, sin que falte el humor y el absurdo, elementos tan necesarios en estas épocas de burbujas tóxicas y propuestas envenenadas.
Es importante que la razón se burle de las razones del mercado y, en especial, del razonero instrumental en que terminó el proyecto ilustrado (a Kant lo tendrían haciendo jabones detergentes en este momento), hoy convertido en herramienta para medir bajones y velocidades.
De usted se sabe, a veces neurótico Georg Christoph, que era pequeño, jorobado, flaco e hipocondriaco.
Así que en tamaño (cosa extraña porque según la propaganda los alemanes deberían ser todos grandes y derechos), se pareció a Kant y a Heidegger (este último parecía un gnomo o duende y como tal se comportó) y un poco a Goethe, que tampoco fue muy alto.
Y haciéndole juego al tamaño, escribió aforismos e historias cortas, muy incisivas: no le apetecía nada, pero comía de todo, por ejemplo. O, toda nuestra historia no es más que la historia del hombre despierto; en la historia del hombre dormido aún no ha pensado nadie. O, me gustaría ser rey para, con mis escasos talentos, llamarme L? el grande.
Una de las enfermedades modernas es la soberbia, que nace de copiar y decir ideas ajenas brillantes y de expresar ideas propias tontas.
Claro que según usted, Georg Christoph Lichtenberg, esto ha sucedido desde siempre, lo que indica que hay una propensión constante a parecer algo sin lograr serlo en realidad, como pasa con la globalización, eso que llamaron calidad total y la inversión creciente en los países donde la corrupción es tanta que ya ni D's existe.
O sea que la soberbia es más una enfermedad estomacal controlada con las caras serias que requiere la situación.
Y ahí vamos, por un mundo de gestos y palabrería que no se concreta, repleto de bajas de bolsas y economistas que actúan como los hechiceros de los tiempos precolombinos. Y bueno?
Georg Christoph Lichtenberg, matemático y profesor de física alemán. Nació y murió en Göttingen (Gotinga), en el siglo XVII. De él recuerdo una estatua sedente en el patio de la Facultad de Matemáticas de la universidad de Göttingen. Chiquita, fría y de bronce.