Afortunados los que se suban otra vez en patines
El patinaje es una práctica que fortalece cuerpo y mente. Un ejercicio aeróbico y una actividad relajante que da fuerza y equilibrio.
A cualquier edad, no importa si han pasado décadas, subirse a un par de patines podría significar un reencuentro memorable y la oportunidad de vincularse a una actividad física ideal.
Iván Vargas, el entrenador de la selección Colombia de patinaje, está convencido de que casi todas las personas que aprendieron a patinar durante la infancia pueden retomar esta práctica y empezar a rodar fluidamente en poco tiempo.
Este experto explica que a su pista de entrenamiento han llegado personas de hasta 60 años que, con un poco de disciplina y una experiencia deportiva previa, han podido volver a patinar.
"Hay un grupo de adultos que viene a la pista con cierta regularidad y esto les permite cambiar la rutina de su vida cotidiana. Casi todos ellos vienen en horas en las que no hay entrenamientos, o también buscan espacios en la calle, las ciclovías son ideales para este ejercicio".
"El patinaje trae muchos beneficios, empezando por la tonificación del cuerpo en los miembros inferiores y los glúteos. Es un deporte cuya posición isométrica exige mucha fuerza en los músculos de las piernas. Una vez se maneje la técnica básica y el deportista ya puede moverse bien sobre los patines, se van desarrollando otras habilidades, como la de coordinación o más equilibrio", dice Vargas.
Adicionalmente, este es un ejercicio que reporta amplios beneficios a la salud cardiovascular pues patinar involucra a todo el organismo, activa la circulación, tonifica los músculos y quema gran cantidad de calorías.
Por si fuera poco, comenta, es una actividad que resulta altamente recreativa.
No es muy claro por qué razón, pero la gente le fue perdiendo confianza a los patines, indica el entrenador. Todo el mundo, casi todos, aprendieron a patinar y, poco a poco, la actividad fue perdiendo adeptos. Hasta hace poco se reservaba para los expertos, a los deportistas de alto rendimiento. La tendencia va cambiando, poco a poco. "El temor que prevalece es el de las caídas, pero para eso están varios implementos de protección, en las muñecas, en las rodillas y en la cabeza".
Olga Isabel Cuartas es de esas valientes que, hasta hace poco, salía todos los domingos a la ciclovía. Hace tres años empezó a dejarse tentar por las ruedas de patín y decidió, junto a su novio, recuperar la habilidad.
"Ha sido muy divertido, no pensamos que fuera a ser fácil, yo le tenía mucho temor a las caídas, pero después de un par de salidas fue mucho más fácil. Hace dos meses estamos estudiando en Canadá y por el invierno perdimos la práctica, nuestra meta es recuperarla de nuevo cuando mejore el clima",
Iván asegura que es posible volver a retomar confianza con los patines si la persona le pone ganas. "Si se dedica unas dos o tres veces por semana, durante una horita, en tres meses puede tenerle el ritmo listo. No va a ser patinador profesional, pero podrá realizar prácticas para su propio entretenimiento".
Un consejo final: Iván recomienda retomar el patinaje en patines de línea. A pesar de que de cierta generación para arriba, casi todo el mundo aprendió en patines con chasis de cuatro ruedas, este entrenador asegura que es más fácil hacerlo con los que van en línea. "Los tradicionales tienen el chasis en una posición en la que es muy factible, al hacer un mal movimiento, irse hacia atrás. Eso no ocurre en los patines en línea pues son mucho más estables".
Mi carrera en el patinaje empezó a los 12 años y duró, como mucho, tres cuadras. Fue truncada para siempre por una piedra que se atravesó en el recorrido vertiginoso, en descenso, desde la casa de mis tíos hasta un parque cercano, en Armenia, Quindío.
Me fui de bruces a tal velocidad que se rasparon casi todas las áreas de piel que estaban al descubierto. Las manos, las rodillas, los antebrazos y, lo más grave, se produjo una pequeña torcedura de nariz que arruinó muchas horas de mi adolescencia. Los patines fueron archivados de inmediato a pesar de que estaban casi nuevos.
El miércoles pasado decidí volver a subirme en un par de patines. Las piernas me temblaron, el estómago experimentó un vacío insoportable. Todo el tiempo me apoyaron los chicos del Club de Patinaje de Envigado. Ellos, entre los 6 y los 10 años, me llevaban de la mano por la pista. Me recordaban que tenía que doblar las rodillas y tratar de mantener el equilibrio. Me dieron aliento, me aplaudieron. Hasta que lo intenté sola, llevada por los patines sin el apoyo en brazos de ninguno de ellos. Intenté mover las piernas y buscar un poco de impulso. Fue inútil. Mi cuerpo se tensó y las piernas no fueron capaces de sostenerse. Solo logré un desplazamiento torpe, pesado e ineficiente. Sin embargo no caí al suelo. Logré mantenerme sobre las ocho ruedas y la descarga de adrenalina me convenció de que quería volver a intentarlo. El entrenador me dice que en tres meses podría estar lista.