AK 47, UNA TENEBROSA HISTORIA
Quienes le conocieron en persona aseguran que era un hombre bueno, dedicado a su trabajo, a sus inventos; y el señor Kalashnikov seguía en su taller-laboratorio trabajando día y noche en busca de un arma que superara a las conocidas y que no tuviera los altos precios de los fusiles norteamericanos, belgas, israelíes. Finalmente este señor ruso, que falleció hace pocos días, mostró al mundo su AK 47, un arma capaz de desafiar a todas las demás y superar en muchos aspectos.
La apuesta del mejor fusil del siglo veinte fue ganada por ese rifle liviano, preciso, de fácil manejo y, lo más importante, para quienes andan en guerras, revueltas y revoluciones; que se comporta igual entre la arena, entre el agua, en las situaciones más difíciles de imaginar y que eran la derrota para los demás fusiles. Su carta de presentación era el número de muertos que ponía el señor Kalashnikov, el buen señor Kalashnikov, cuando su fusil aparecía en la contienda.
AK 47 es hoy la cifra mágica para revolucionarios, bandas de criminales, ejércitos de pequeños y lejanos países de los que no tenemos ni noticias ciertas ni de su ubicación ni de sus gobiernos. A veces piensa uno... que no sabe qué pensar sobre semejante arma, a la vez muerte y símbolo. Y para olvidar la cantidad de cadáveres que ha llevado a la tierra, debajo de ella, pensamos mejor en el buen señor Kalashnikov trabajando en su taller.
PAUSA. La venganza de la historia consistió en hacer que el señor AK 47 muriese en la pobreza. No tuvo la gentileza de acabarlo de un disparo. No dio "tiro".
PALABRAS. Hace tiempo, en un libro de fotos de un francés hechas sobre Antioquia, me fueron encargados los textos de la obra. En una de las fotografías estaba una pareja en un camión de escalera y por el gesto se veía que conversaban animadamente. Tan animadamente que el texto me salió más que del cerebro, de los dedos. La frase estaba allí, a la mano. La escribí de inmediato para no cambiarle una sola letra: Hablar, lo mejor del mundo.
Pasaron los años y me encuentro con las famosas estadísticas, con la contabilidad que algunos medio genios llevan a las cosas, los hechos y todo aquello que sea mensurable y que interese a la desocupada mente de muchos mortales. Cuenta el "tratadista" que las mujeres, en promedio, dicen catorce mil palabras por día y que los hombres, a durísimas penas, llegamos a cuatro mil El informe lo veo discutible si nos dedicamos a contabilizar la charla después de un clásico de fútbol o escuchamos una charla de hombres sobre mujeres. En cuanto a las damas, no hay discusión. Cuando inician una buena cantaleta, de esas antológicas, bien pueden agregar un cero a esa cifra de catorce mil.