Alejo Santamaría, el hombre que vivió para ser artista
Quizá en el renacimiento se habría sentido como en su tiempo. Esa época en la que los artistas eran integrales. La pintura, la escultura, la talla en madera y en piedras preciosas, la arquitectura, la forja en hierro y la fundición y hasta la literatura eran sus pasiones.
Y también como muchos hombres de aquella época, también tuvo un talento especial para los negocios.
Pero finalmente fueron las artes las que ganaron la partida y hoy, a punto de cumplirse seis años de su muerte (el 20 de julio de 2008) don Alejo Santamaría Álvarez es recordado como uno de los artistas más importantes en Antioquia.
Y aunque desde joven combinó su actividad empresarial, en la firma importadora de vehículos de la familia, con su afición por el arte, fue desde 1976 cuando se dedicó de lleno a esta última actividad.
Influido por Andrés de Santamaría y cultivada su pasión por la pintura, especialmente de paisajes, en largas y gratas jornadas en el campo con Rafael Gómez Campuzano, Alejo Santamaría convirtió estas imágenes bucólicas en su "pasión pictórica", como lo señalo en su momento la galerista Pilar Velilla Moreno en la publicación de presentación de una exposición retrospectiva del autor que organizó el antiguo Bancafé.
Una pasión que, por ejemplo, se traduce en sus diversos cuadros que plasmaban diferentes lugares de Ayapel. "Sus paisajes, sus árboles y las luces que generaban eran gran parte de su inspiración", recuerda su esposa Beatriz de Santamaría. Aunque no se consideró un impresionista, Alejo si reconoció la influencia de esta corriente en sus obras
También el retrato fue otra de sus facetas pictóricas, y de ellas Hernando Londoño Arango señaló en el prólogo al libro Alejo Santa María, Obra artística, editado por la Alcaldía de Medellín, "aflora en ellos el espíritu de sus personajes (...) Entrañan más que sus físicos, sus existencias vitales".
Pero si no estaba pintando- siempre al óleo- estaba diseñando la talla de un mueble, o su propia casa en Laureles y que hoy es patrimonio de la ciudad, con su estilo español. También fue vitralista. Los de la iglesia de Santa Teresita en Medellín, o la Catedral de Barranquilla, por ejemplo, dan cuenta de esta otra faceta.
96 años que fueron suficientes para dejar un legado de obras en diversos formatos y manifestaciones. El legado de un hombre que respiró arte cada día de su vida.