Histórico

Alonso, el hombre... Salazar, el alcalde

EL ALCALDE tiene dos cosas claras al final de su mandato: que la noche es para estar con su familia. Por eso no se le ve en eventos nocturnos. Y por el otro, está decidido a denunciar la alianza de ilegales con políticos.

08 de octubre de 2011

Fue parrandista y bebedor, no lo niega. De hecho su pasión por la salsa no ha disminuido. Pero desde que María llegó a su hogar, hace seis años cuando fungía de Secretario de Gobierno, su vida nocturna se concentró al lado de ella y de Marta Liliana, su esposa.

La decisión no fue fácil. Sobre todo si se tiene en cuenta que como Alcalde de Medellín, su presencia es requerida en cientos de eventos que conllevan una agitada vida social, muchas veces hasta altas horas de la noche.

Las críticas le han llovido: que es un maleducado; que si es que no le importa esta o aquella presentación; que dónde estará; que porqué no aparece... Y no faltan aquellos que juran y perjuran que lo más seguro es que está borracho, una afirmación que caló en el imaginario colectivo y que no solo él, sino sus allegados, desmienten.

"Esto fue el fruto de una campaña predeterminada que comenzó a los pocos meses de mi posesión. Una campaña fuerte y muy orquestada, en medios escritos y radiales. Y cuando traté de abordar a quienes me atribuían las borracheras, como a Gustavo Álvarez Gardeazábal, por ejemplo, la respuesta era: 'es que me informan'. Nunca tenían pruebas de lo que afirmaban", explica Alonso Salazar Jaramillo.

Reconoce que ocasionalmente se toma una copa con alguien o un whisky, en su casa, "un licor que por la edad, es el que recomiendan los médicos". Aclara, además, que asistió a muchos eventos sociales pero que en la balanza de prioridades en su vida, su hija es más importante. "No quería llegar a casa y encontrarla dormida. Para mí se volvió algo religioso: a las 8:00 de la noche estoy en casa. Voy a todos los eventos que se programen en la mañana, al mediodía y en la tarde". Además, agrega, eso de trasnochar cuando al día siguiente hay tanto trabajo por delante, no es nada práctico. "Y en Medellín las celebraciones de eventos significativos no paran".

Batallas
Los últimos meses en la vida en la vida de Alonso no han sido nada fáciles. El tiempo de su administración se agota y aún hay muchas obras por concluir. A ello se suman las duras batallas que ha tenido que librar, no solo enfrentando una ciudad que pareciera desbordarse en una cascada de problemas por atender en temas como la seguridad, la movilidad, los embates de la ola invernal, sino en su vida familiar.

Su mamá se fue de viaje a Chicago a visitar a una hermana, un paseo normal que de pronto se volvió una pesadilla a raíz de una caída que sufrió. "Ella estaba divinamente, sin ningún problema. Es más, ni siquiera le habíamos comprado un seguro de salud", recuerda.

Resulta que no se trataba de una caída casual. A doña Magnolia se le desarrolló el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno grave que ocurre cuando el sistema inmunitario ataca parte del sistema nervioso por error. Esto lleva a que se presente inflamación del nervio, lo que ocasiona debilidad muscular.

"Viajamos a estar con ella y por fortuna ya está aquí en la casa y se encuentra en recuperación", suspira el mandatario.

Pero ese no ha sido el único susto. La lucha más grande, quizás, es la que vive junto a su esposa Marta Liliana, quien está dándole la batalla a un cáncer de pulmón. Al hablar sobre este tema su rostro cambia, su mirada se siente profunda y tomando aliento confirma que ella acaba de terminar la quimioterapia.

"Salió muy bien el control. Ahora debemos esperar el estudio de un nódulo que apareció en un tercio del pulmón derecho", precisa en medio de un profundo suspiro.

Unión familiar
La familia es clave en la vida de Alonso desde siempre. Ante la mención de Arboleda, su mente se vuela a través de los cristales de su oficina en el piso 12 de la Alcaldía, en La Alpujarra, divagando hasta su natal terruño, un pueblito que lleva este apellido por nombre, en Caldas, muy pegado de los límites con Antioquia, y donde hace muchos años no va.

"Quiero ir en noviembre a mi pueblo", dice mientras esboza una sonrisa que expresa alegría y nostalgia a la vez. Fue allí donde nació, al igual que sus otros 12 hermanos. "Yo estoy en la mitad, soy el sánduche", dice riendo, mientras exalta la fortaleza de Magnolia Jaramillo, su madre, que pudo tener tantos hijos, y que, junto a su padre Carlos Salazar, fueron capaces de sacarlos adelante.

Fueron ellos quienes tomaron la decisión de salir del campo, donde vivían cerca de los 240 primos que también nacieron allá, en busca de las oportunidades de estudio que brindaba la ciudad.

Fue un cambio brusco y radical, señala Alonso, desde el lenguaje y las costumbres, pues aún vestían pantalón corto. Atrás quedaron el Páramo de San Félix con su enorme riqueza hídrica y el río Samaná, "donde aprendimos a nadar gracias al cuidado de las primas grandes", recuerda con nostalgia.

El barrio Buenos Aires los acogió como su primer hogar citadino. Quedaba cerca de la casa de los primos Gómez Jaramillo donde gozaban viendo en la tele programas como Los Monroe o la Isla de Gilligan, aunque la radio tenía todo el protagonismo. "En esa época escuchábamos mucho la radio y no nos perdíamos programas como Kalimán, La ley contra el hampa, Toñito el gruñón y Montecristo. Además íbamos al cine, jugábamos fútbol y caminábamos mucho".

Letras por cachiporra
Alonso estudió casi todo el tiempo en la Institución Educativa Federico Ozanam, en Buenos Aires, y los dos últimos años del bachillerato los terminó en la IE Concejo de Medellín.

Llegó entonces a la Universidad de Antioquia donde empezó a estudiar Medicina Veterinaria. Solo estuvo cuatro semestres hasta que los cierres temporales de año y año y medio, aunados al tema de la fisiología le hicieron entender que eso no era lo suyo.

En ese entonces las prioridades en su vida estaban encaminadas al teatro y la literatura, los cineclubes y las peñas musicales. Madrugaba y trasnochaba, y los primeros pinitos como periodista los hizo en el periódico El Toro Luchador , "un nombre horrible", que tenía la Facultad de Veterinaria. "Allí escribíamos cosas irresponsables".

Fue una cachiporra la que le ayudó a decidir entre estudiar Comunicaciones o Antropología ("un tema que me fascina"). Ganó la primera opción y finalmente se graduó como comunicador social-periodista en 1989.

No nacimos pa' Semilla, sería el primero de varios libros y combinaría su trabajo de escritor con el de presentador y con el fortalecimiento de su pasión por los temas sociales. Así estuvo hasta que llegó la política en compañía de Sergio Fajardo, y luego su elección como alcalde.

Sin nostalgia ni apego por el poder confiesa que quiere regresar a la reportería y al mundo literario.

Mientras llega ese anhelado descanso, que todavía está a poco menos de tres meses, el alcalde Alonso Salazar debe seguir respondiéndole a Medellín y a quienes lo eligieron con una de las votaciones más altas en la historia de la ciudad, y de manera muy especial por el tema de seguridad.

¿Cuál es la obra que Salazar le dejará a la ciudad?

"La obra más importante es el puente Gilberto Echeverri Mejía y si hubiese alcanzado a darle más fuerza al tranvía de Ayacucho, porque creo que ese le dará el gran viraje de movilidad a la región, porque es un sistema más eficiente que metroplús, con menos costos, con menos impactos urbanísticos y ambientales, al igual que el de la carrera 80, que quedará con estudios ya muy establecidos. Todas las ampliaciones del metro que no sean hacia el sur o el norte, tendrán que ser en sistemas más livianos, por eso la ciudad irá derivando hacia ellos".

Usted resalta el grupo que lo rodeó, pero se le han criticado mucho los constantes cambios en el gabinete...

"Eso es porque la gente se ha olvidado de lo que llamaban las crisis de gabinete. Hay que hacer una lectura del promedio de cambios en las administraciones de hace tiempo y de las que nosotros hemos tenido, que además son ocho años. Claro hubo unas Secretarías en las que hubo mala suerte y algún error en selección como en la de Gobierno, que se notó mucho, pero creo que en general fue muy estable. Por ejemplo, el titular de Planeación era el de Obras Públicas, el de Obras Públicas, era subsecretario, al igual que el de Educación".

Hace poco reconoció que la seguridad no lo deja satisfecho, ¿por qué?

"Uno puede dar muchas explicaciones, que América Latina está fregada, que es un problema de muchas ciudades de Colombia. Pero uno siempre lo que aspira es que su ciudad esté mejor en ese aspecto. No creo que vaya a ser un tema fácil al futuro tampoco y no es que esté condenando a la mala suerte al próximo Alcalde, pero no será fácil. Ahora tengo unas informaciones recientes que me ponen a cavilar mucho sobre si la inseguridad en algunas zonas es una estrategia electoral. Creo tener en este momento elementos para decir que en algunas zonas están sucediendo cosas con grupos muy ligados a partidos políticos, aunque esto no responde al tema general. Una buena parte de mi periodo estuvo marcado por la decisión de que con la delincuencia no había trance posible. Hace unos días en un periódico se tituló Acuerdo Valenciano-Sebastián, ¿acuerdo?, ¿cuál acuerdo? Vaya a la Cañada, a La Sierra, o a Belén a ver si cada una de esas zonas no hay que mantenerla a pulso como hubo que hacerlo en la comuna 1. Es un tema dramático porque al mismo tiempo que inauguramos la cárcel de Pedregal, no se descongestionó Bellavista. Hemos judicializado más de 800 personas y la gran pregunta que me hago es ¿cuánta más gente hay que llevar a prisión? La gente no puede olvidar que nuestro gran drama es el narcotráfico y por desgracia no le veo una pronta solución".

¿Tiene pruebas de los grupos que están generando inseguridad guiados por grupos políticos?

" Cada vez he ido siendo más cuidadoso para saber en qué enredo me meto o no, pero sí puedo decir que en la comuna 8, por ejemplo, hay grupos que han recibido instrucción de generar inestabilidad, porque eso va en detrimento de esta administración.

En estos días voy a presentar un informe, aunque he estado desde hace 15 días en esa disyuntiva de si había que decirlo o no, y ya lo anticipé esta semana. Y voy a salir a denunciar a las personas que dicen que la campaña pasada se la robaron, porque independientemente del resultado de esta próxima, ya todo está cuestionado y eso no es razonable. Que eso es intervención en política, sí.

Aquí hay unos vasos comunicantes entre clase política y grupos delincuenciales que desafortunadamente no se han cortado. Los que están condenados por parapolítica terminan a su vez conectados con esos grupos".

Hay rumores, respaldados por la Personería, sobre que hay reductos de bandas criminales como "los Urabeños" apoyando con armas, plata y gente a los combos. ¿Qué conocimiento tiene?

"En la ciudad se enfrentan dos grupos, los de "Valenciano" y los de "Sebastián" y los "Urabeños" por lo mismo de siempre. En algunas zonas porque son corredores muy importantes, casi todos de paso entre lo urbano y lo rural, de San Javier La Loma hacia el sector de Pajarito, del sector de Zafra a Altavista, de la parte alta de Caicedo y ahí está el tema grave. Si uno hace un análisis de fondo, los 10 o 15 grandes personajes de la delincuencia no llevan menos de 20 años haciendo esas actividades delictivas. Los que llaman "Mi Sangre", "Carlos Pesebre", "el Cabo", "Ferney", son los mismos, la justicia nunca ha llegado ahí. Cada zona de la ciudad tiene un líder delincuencial, gente muy avezada, con mucha capacidad de corrupción tanto de la parte policial como de la institucional y política y si nosotros no nos damos pelas en eso, creo que es muy complicado. La ciudad tuvo un momento de mucha laxitud con esos poderes y cortarla tiene costos muy altos. Y dije en su momento que prefería esos costos a una cosa acomodada y sigo pensando lo mismo: si tener cierta calma en la ciudad depende de dejar de perseguir estas estructuras sería un retroceso".

La ciudad tiene ahora otro gran problema y son las vacunas y la extorsión. ¿Cómo se está enfrentando este tema?

"Hemos hecho de todo. Lo primero que le dije al recién nombrado Ministro fue que no le iba a echar un discurso, sino que le iba a identificar lo que para mí es uno de los problemas más importantes. Judicializar una extorsión es prácticamente imposible y hemos ensayado todos los caminos. Empezamos un seguimiento en las terminales con fotos, grabaciones y ellos ven los movimientos que hacemos y trasladan las personas a la mitad de la ruta o hasta el Centro. Pero ocurre que cuando logramos capturar a alguien en lo que se llama la rifa, inmediatamente se le pregunta al conductor este dice: no es que le estaba pagando una boleta. Entonces si la supuesta víctima defiende al victimario no hay nada que hacer. Se ha avanzado mucho en la gran extorsión, de la que se surtía la guerrilla, pero esa extorsión menuda del comercio, de los buses de ciertas rutas distribuidoras es complejísima. Le dije Ministro ahí tiene uno de los problemas más graves de la seguridad en Colombia, porque si bien en la Costa eso no se manifiesta en tasas netas de homicidio, ese es el gran drama de Barranquilla donde no hay un negocio que no esté pagando a la estructura delincuencial y creo que en Bogotá es igual. Tiene que haber un instrumento jurídico que ayude a combatir eso.

Entre las dificultades de la extorsión, que es una fuente muy grande de financiación, lo de la distribución de drogas que tiene unas imágenes más apocalípticas que las reales y la exportación que es por toneladas porque eso no ha cedido, todas mezcladas, dan un poder de corrupción extraordinario. Uno cree que Colombia ya aprendió y del Proceso 8.000 pasamos al de la parapolítica, vamos para el de la bacrim-política, y al final la pregunta es cómo mantener un Estado, con cierta cohesión, teniendo esa sombra al frente".

Usted ha reiterado siempre más apoyo para fortalecer los organismos de investigación judicial. ¿Cómo va esa petición?

"No depende tanto del Gobierno Nacional sino de la Fiscalía o del poder judicial que a su vez dice que no hay financiación suficiente. Pero aquí hay una desconexión, no hay diálogo entre las ramas del poder, la colaboración armónica, para definir la política criminal. Uribe tuvo una, pero de él solito: hacer retroceder a la guerrilla. Pero si pensáramos quién tiene hoy una noción clara de qué se hará en esta ciudad, no hay un diálogo entre el sistema judicial y el ejecutivo con propósitos comunes".