ALTAR GAY
Anoche tuve un sueño. ¿La ciudad? Sé que tenía una iglesia, una plaza, muchas calles, tiendas, cosas de esas que tienen las ciudades. Las personas caminaban despacio y parecían aburridas. No se miraban. De repente, en el atrio de la iglesia, dos hombres se besan. El beso alarma a damas de negro y a hombres de sombrero que pasan por ahí y que saltan de inmediato a la iglesia como si en esta purificaran los gestos de desagrado. La pareja ni se inmuta, sigue besándose con los ojos cerrados como si en verdad estuvieran en la puerta del cielo.
Al principio el loquito del pueblo y un par de niños miran pero después se aburren y siguen su camino. De repente, en una esquina, y en otra, parejas de hombres y de mujeres se besan. El pueblo se llena de besos ambulantes que duran lo que normalmente dura una misa. El cura sale con la jauría de feligreses. Mira a las parejas. Toma aire y levanta el báculo sagrado como si de un golpe pudiera mandar todos esos besos a los mismísimos infiernos. Pero no pasa eso. El báculo desciende con fuerza y señala la carnicería de la esquina, al carnicero que se lima las uñas mientras espera que todos salg an de misa. El hombre se sorprende pero entiende el llamado del pastor. Corre al atrio y sin suspenso le da un tremendo beso al curita. La comunidad en pleno aplaude. Vuelan pétalos de rosa, granitos de arroz. La banda desfila feliz por las calles. Ese día se reparten bendiciones y vino de consagrar.
Me despierto con una sonrisa. Todo era tan natural, tan simple, pero es un sueño. ¡Qué vaina… Me pregunto qué pasará hoy en las notarías, cuántos jueces civiles no le temerán a la "excomunión" y harán lo que tienen que hacer. Me resulta tan normal y comprensible que las parejas del mismo sexo se quieran casar, quieran formar una familia. Por eso no entiendo por qué la Iglesia se empecina en no aceptar a estos "hijos de Dios", a estas ovejas que desean contraer, así sea por ahora, un matrimonio civil. Estoy seguro de que si la Iglesia aprobara el matrimonio homosexual y permitiera que sus sacerdotes se casaran, la lista de interesados sería larga y la fiesta en el cielo monumental.
Es ridículo que aquellos que dicen "respetar" a los homosexuales sigan diciendo que está bien que ellos se quieran y se arrejunten, pero que no pretendan casarse ni tampoco besarse en público porque es asqueroso. Si cambiáramos esa actitud tan beligerante y aceptáramos esta unión, avanzaríamos muchísimo en esta sociedad, podríamos invertir el tiempo, e incluso este espacio, para hablar de otras cosas, podríamos hablar de literatura, por ejemplo, como me lo han pedido muchos lectores, podríamos creer que este país es incluyente; de lo contrario seguiremos estancados en las mismas posturas radicales que lo único que hacen es negar la existencia del otro.