Histórico

Álvaro Molina regresó del otro lado

EL COCINERO ÁLVARO Molina sufrió un aneurisma que lo tuvo en coma varios días, y a pesar de los pronósticos negativos de los médicos, está ileso y con una gran historia de vida y fe para compartir.

21 de enero de 2012

Yo crecí con curas. La gente cree que esa experiencia lo acerca mucho a uno a la religión, pero yo era más bien un practicante que no entendía muy bien las cosas. Ahora todo me quedó claro: Dios existe y todos estamos acá para algo.

El 28 de diciembre estaba en la puerta de Casa Molina, mi restaurante, con mi hijo Miguel. Esperábamos a mi hermana Gloria y cuando ella iba llegando me desmayé. De ahí no sé qué pasó pero me cuentan que me llevaron a la Clínica Las Vegas a 800 mil por hora. Bastaron pocos minutos para que yo me diera cuenta de que me estaba muriendo, pero no entendía.

Toda la vida he sufrido de migraña, me la producen algunos alimentos, pero nadie de mi familia tiene alguna enfermedad, los que se han muerto es porque son viejitos, yo soy el menor y era la primera vez que pasábamos por algo así. Cuando caí en la cuenta, estaba viviendo, yo mismo, en carne y hueso, todas esas historias por las que pasa esa gente que dice haber muerto y volver a nacer.

El sueño
Uno se da cuenta de que algo está pasando porque aparece la luz negra y después la blanca, muy intensa, muy nítida y cuando abro los ojos me veo volando sobre mis lugares. Amé levitar encima de Medellín pero me elevé, me elevé y llegué a un castillo grande, blanco, que estaba suspendido en el aire y que tenía muchas puertas.

Una de ellas se abrió y mi mamá me dijo: "Álvaro José, ¿qué estás haciendo aquí? Éste no es tu lugar", y mi papá respondió: "Masa, devolvete que aquí todavía no te estamos esperando".

A él no lo veía hacía seis meses y a ella hace dos años. Me dio tanta alegría, me sentía muy tranquilo y cuando escuché que ellos no me querían ahí supe, de inmediato, que no me iba a morir y que me iba a devolver. No sé cuándo pero lo iba a hacer.

Así que decidí disfrutar mi momento. Mi mamá me habló muy poco y siempre que abría la boca era para decirme que me fuera. Pero mi papá... mi papá sí se extendió. Él fue empresario pero después de los 60 se dedicó a trabajar por la gente y por el medio ambiente. "Álvaro, hay que salvar la naturaleza", me repetía, "siembra árboles, haz algo por el planeta".

Después de conversar mucho con él, sentí que algo (¿o alguien?) me cargó y me puso a volar, supongo que por el cielo y el infierno.

El primero era lleno de nubes y con angelitos, así como uno los ve recreados en la televisión. Estaban amontonados en las nubes pero yo no podía distinguir bien porque veía muy mal, de hecho, esa fue la única secuela que me quedó, creo que necesitaré lentes con más aumento.

Este personaje me llevaba cargadito y yo estaba cómodo, hasta feliz, pero rompí el silencio y le pregunté: "¿Quién eres?" y me respondió: "Yo soy la naturaleza, el universo y todas las virtudes del hombre". Pues supongo que era Dios porque no imagino quién más podría ser.

Y yo sentí confianza y empecé a preguntarle un montón de cosas. Hablé sobre la vida y él me dio a entender que no le gustaba la representación que se le daba a la religión católica, con esa ostentación y esas cosas tan exageradas. Me dijo que para él era lo mismo si uno nacía entre budistas o musulmanes, porque toda la gente era importante para naturaleza y tenían una misión.

Como si no fuera poquita cosa esas palabras que me decía me llevó a un mar. En él había muchos barcos y me dijo: "Cada uno de ellos es una persona a la que se le asigna una misión, pero este mar es muy picado y solo unos pocos la cumplen".

¿Y el infierno?
A mí ni se me pasaba por la cabeza todo lo que mis familiares estaban sufriendo mientras tanto.

Sé que los médicos lucharon mucho por mí a pesar de que decían que tenía un 1% de posibilidades de sobrevivir. ¡Pues mi esposa Adriana se pegó de ese uno! Y mientras me intentaban devolver yo vi un desierto, tal vez parecido a alguno que visité en Perú alguna vez.

Muchos árboles decoraban sus tierras y en ellos había gente engarzada, supongo yo que era el infierno. ¡Qué cosa tan terrible! Pero de toda la gente que yo conozco y que se han muerto solo vi a una ahí, pegada de un chamizo de esos.
Pero regresé
Yo sentí como si hubiera sido mucho rato, pero después de 45 minutos fui volviendo, para mis seres queridos. Para mí fue un regresar muy lento porque me fui sintiendo cada vez más afuera de ese sueño. Ahí regresaron mis signos vitales pero no mi conciencia. Tuvieron que pasar tres días para que yo despertara, muerto del susto y me quitara los tubos con mucho desespero.

Lo primero que empecé a preguntarle a la gente fue: ¿Qué estoy haciendo aquí?, ¿Qué me pasó? y dije muchas veces: ¡Quiero ver a mi hijo, a Miguel!

Y volví a irme. Cada que quería, dentro de la inconsciencia, hablar de nuevo con ese Dios, lo lograba pero se fue haciendo más difícil.

Gracias a esa complicación es que estoy aquí. Yo podría haberme muerto y no regresar, pero sé que tengo una segunda oportunidad.

Ahora, quiero pedirle perdón a las personas a las que algún día lastimé por mi dureza y mi intensidad. Estoy tratando de madurar.

Gracias a esta experiencia me doy cuenta de que el barco que Dios me dio para manejar es el que lucha contra la mediocridad, pero le voy a agregar otros ingredientes, le voy a aumentar el ritmo a la pesca, quiero tomarme la vida más calmadamente y sin tanta desesperación y voy a comenzar a sembrar, tal y como me lo dijo mi papá.

Es que yo voy a seguir su legado. Quiero recoger semillas y sembrar.

Las personas que me conocen saben que yo digo dos cosas muy seguido cuando algo me gusta o me impresiona: "A mí me va a dar algo" y "Ahí está la Virgen". Pues les cuento que a mí no me va a dar algo porque ya me dio y ahora más que nunca sé que ahí está la Virgen.