Anita, dichosa con 110
Los niños son quienes más asedian a la abuela de Buriticá, en cuyo atrio de la iglesia la rodearon para aplaudirla. Sienten que Anita también les pertenece. La nieta que ve por ella sostiene que Anita tiene una vejez bonita porque ha sido muy saludable y "no da qué hacer".
¿Cuántos años más quiere vivir?, "Mi Dios es el que sabe", responde Anita sin afanes de partir.
En el templo de San Antonio, familiares y vecinos rindieron homenaje a su paisana, una de las habitantes más longevas de Colombia y el mundo.
En la casa de la parte alta de Buriticá continuó la sencilla celebración. La música colombiana fue lo que más la cautivó.
- No se casó y defiende la soltería, pero es madre putativa de 9 hijos.
- Tiene plena lucidez, está aliviada, es rezandera y come de todo un poco.
- Buriticá festejó el cumpleaños de su hija mayor.
León J. Saldarriaga L.
Buriticá
Jesucristo llamó al celular del padre José Rueda y le ordenó que la fiesta de cumpleaños se hiciera en la iglesia de Buriticá, en tanto que el papa Benedicto XVI le escribió para recordarle que en ese templo la habían bautizado y comulgó por primera vez.
Para una católica fervorosa, tal vez son las únicas autoridades que acepta obedecer sin reclamos, cuando se mira desde una cima que también tiene jerarquía: 110 años de vida.
Las llamadas del hijo de Dios y del obispo de Roma, fueron el argumento ingenioso que tuvo el padre José para persuadir a la anciana a que aceptara la invitación, porque no quería moverse de su casa fresca en estos días que el sol parece encender las calles. Además, se recuperaba de una gripa que la dejó 15 días en cama.
Ella, Ana Felisa David García, tuvo en vilo a sus paisanos y alborotó la calma del pequeño pueblo cuando arribó al templo en un carro rojo envuelto en bombas de colores. A su llegada tuvo aplausos y un puesto cerca del altar, donde el padre José advertía que es una de las personas más viejas del mundo y merecía un homenaje a la vida.
En el epílogo de la ceremonia, el cura pidió un sonar de palmas por cada año vivido, y acompañó el conteo a viva voz, de uno en uno, de modo que en los primeros 30 se percibió que algunos feligreses ya estaban cansados, ni qué decir en los 50 y 60. En los 70, 80 y 90 eran más lentas las palmas y la cuenta, pero a llegar a 100 recuperaron ánimos, el eco se hizo intenso y los más niños cantaron hasta el 110 entre vivas y aplausos.
Cuando el padre se acercó a ungirla con agua bendita, exclamó que "para 110 años tiene mucho pelo y no es canoso sino color humo". El apunte motivó risas en el templo y se extendió después a la casa de la anciana, donde Blanca, la "nieta" de crianza que ha cuidado de ella en los últimos 17 años, aseguró que "le ha vuelto a nacer pelo negro".
En esa casa de techos altos de cañabrava, niños y mayores la recibieron como a una reina, la rodearon en un amplio círculo y ejercieron una especie de contemplación de su figura tierna. Ella también estaba embelesada con los intérpretes de un tiple y una bandola que le regalaron un repertorio de música colombiana.
Ana habla poco, pausado y muy bajito: su voz es casi un susurro. Ha perdido parte del sentido auditivo y hay que hablarle duro por el oído izquierdo para que entienda.
Esa circunstancia la limita para conversar, pero su sola presencia cautiva a los niños, en quienes despierta una suerte de veneración. Uno de ellos, Yeison, de 11 años, la quiere por cariñosa y pide "que tenga más vida que la más viejita del Japón".
Emocionada con tanta expresión de afecto, alcanza a decir a los que están más cerca: "Uno tan humildito y le hacen tanto festejo".
"Lo que Dios mande"
A sus años camina aferrada a la pared y no le gusta el bastón porque se enreda. Se alimenta por sí misma, pero no acepta sino una cuchara dos veces más grande que su boca.
Le encantan los fríjoles con arepa y algunas veces pide un chicharrón pequeño. "Come de todo, pero poquito y nada le hace daño", dice Blanca.
No usa gafas y hasta hace dos años leyó y bordó. Ya no lo hace porque, afirma, "todo se acabó". La televisión no ha sido su desvelo y, en cambio, prefiere un pequeño radio para escuchar música y seguir la misa y el rosario.
Por su buena salud nunca ha tomado medicamentos y para cuidarse le gustan las bebidas de plantas medicinales como el cidrón.
Enamorada de su soltería, Anita sostiene que "no hay como uno solo, pero si sabe vivir sabroso, porque uno casado es pa' sufrir".
No cree que pueda dar consejos a quienes le preguntan si se deben casar o quedar solteros. "Hay que ser como Dios mande. Él manda unos para que se queden solos y otros para que se casen. Todo viene por su mano", dice.
Tampoco a las muchachas. "Ya no hay consejos pa' las niñas, no se dejan gobernar. Los tiempos buenos se acabaron".
A Anita se le murieron todas las amigas de infancia y la mayoría de sus ahijados. Los pocos que le quedan manejan bastón o no se pueden mover. Blanca anota que dos ahijadas a las que les lleva muchos años no pudieron venir a la fiesta porque "están demasiado viejitas y enfermitas".
Blanca atribuye parte de la longevidad a que no ha perdido las ganas de vivir y nunca pide a Dios que se la lleve. "Creo que es por aliviada y como no le duele nada...", sentencia.
En las ofrendas que le entregaron en la iglesia, un niño llevó un reloj de mesa para significar que Dios es el que todos los día le da cuerda a nuestras vidas. Y por su vitalidad y lucidez, parece que Anita tiene cuerda para muchos calendarios.
La opinión
?Celebrar 110 años es descubrir la dimensión tan profunda de la vida y motiva a defenderla. Es responsabilidad de los mayores dar ejemplo. Es un mérito para el municipio tenerla aquí. Puede ser la habitante mayor del país?.
Padre Amado Sierra, párroco
?Tenemos un baluarte de persona y mujer. Ella es un homenaje a la mujer colombiana. Aquí nos sentimos orgullosos de tener una persona de tanta edad. Eso puede reflejarnos en el sosiego y la tranquilidad que vivimos?.
Eduardo Varela, comerciante
Japonesa de 114, la más vieja del mundo
Ana Felisa David nació en Buriticá el 15 de febrero.
Nunca se casó, pero tuvo que levantar a los seis huérfanos que dejó su hermana María de la Cruz. Hizo lo mismo con otros tres de un hermano que enviudó. Una hija de la bebé de aquellos huérfanos (18 meses) es Blanca, la que ahora ve por ella.
Es una de las mujeres más longevas del mundo. La semana pasada murió Aida Mason, la más vieja de Reino Unido, con 111 años de edad.
También se fueron las habitantes mayores de Perú, Dominga Pantoja Ñique, de 117 años, y de Nicaragua, Petrona Hernández López, de 116 años.
Según datos del Comité Internacional de Supercentenarios, la japonesa Yone Mingawa, que cumplió 114 años el pasado 4 de enero, es el ser humano más longevo del planeta. Para conmemorar el aniversario, según la agencia japoinesa Kyodo, a Yone Minagawa se le ofreció una sencilla celebración en el asilo de la provincia de Fukuoka, donde vive.