Histórico

ÁRBOL

18 de junio de 2013

Acabo de releer uno de mis libros favoritos: "El árbol generoso", de Shel Silverstein. Ese cuento -poema- es una lección de ética, el diálogo entre un niño y un árbol que crecen juntos. El ser humano siempre saca provecho de la relación: se trepa y mece en las ramas del árbol, se guarece bajo su sombra, construye con su madera, se alimenta de sus frutos.

Cierro la última página y desvío mi lectura hacia un sabio turco: Orhan Pamuk.

Hace poco, recordó en una columna de prensa un pasaje de su autobiografía "Estambul". En 1957, la alcaldía decidió talar un viejo castaño para ampliar una vía; entonces la familia de Pamuk rodeó al árbol para protegerlo con sus vidas (con esa anécdota el Nobel de Literatura comparó al Parque Taksim con aquel añoso castaño).

Cómo no pensar en el Túnel Verde: muchos habitantes del Sur del Valle de Aburrá han entendido que pueden cuestionar a las autoridades ante ciertas decisiones, y que los árboles no son un paisaje manipulable.

Como presenciando la caída de cadáveres a una fosa, hace algunos años soportamos con estoicismo la desaparición de una arboleda para la construcción del centro comercial Santafé: la victoria de la corriente arquitectónica-mercantilista que corta árboles para que florezca el comercio.

Los constructores -¿destructores?-, Metroplús, etc; insisten en los eufemismos: "trasplantar", "recuperar", "reforestar", "trasladar", "reponer".

Mientras tanto, vemos crecer la mancha gris de cemento.

Cuántos antioqueños se enorgullecen de ser conservadores en sus ideas, pero eso sí, cuando se trata de preservar el patrimonio cultural o natural, olvidan su talante rígido, inapelable.

No sólo los árboles están perdiendo sus raíces. Nosotros también. Valdría la pena elaborar un árbol "genio-lógico" con las ramas de esta estirpe devastadora, que no puede ser olvidada por las generaciones venideras.

Nada de "echarle tierra al asunto". Esto es más que un drama ecológico -ínfimo, si se compara con lo que están haciendo las compañías mineras en Colombia- o un arboricidio: es el absoluto desconocimiento de la ética frente a la naturaleza y de la memoria urbana que ella traza.

¿A quiénes queremos recordar -y honrar- al recorrer nuestras calles?

Una de las herencias de Pablo Escobar es su ascendiente en el mapeo mental del habitante de Medellín: a pesar del paso de los años, seguimos evocando su nombre al transitar por algunos lugares como los edificios Mónaco o Dallas. Esto es, delineó parte de nuestra memoria urbana.

Asusta imaginar que nuestros nietos no tendrán barrio "Los Laureles" ni sector "Los Almendros". Que caminarán por el barrio "Los Pavimentos" y el sector "Los Integrados".

Entonces, los nombres de los árboles sólo se encontrarán en los libros de botánica o en las entradas de las urbanizaciones chic. Y Medellín será reconocida como la Ciudad de la Eterna Taladera n

Firmas para salvar el Túnel Verde: http://www.avaaz.org/es/petition/Quiero_salvar_el_tunel_verde_del_PobladoMedellinColombia/?tOwYQeb