Histórico

Atrapados por el centralismo

Un estudio del Banco Mundial y Planeación Nacional sobre el "Sistema de ciudades" en Colombia confirma nuestro rezago en infraestructura y el daño que el centralismo le ha hecho al desarrollo del país.

07 de diciembre de 2012

El más reciente estudio del Banco Mundial y Planeación Nacional sobre el "Sistema de ciudades: una visión del caso colombiano", cuyos alcances se conocieron esta semana, representa una aproximación tan rigurosa como desalentadora de la forma como hemos construido nuestras grandes urbes.

No sólo tenemos un país desconectado entre sí, sino que no hemos podido ni siquiera desembotellar nuestros pequeños territorios locales.

El desarrollo del país, no obstante estar anclado a la modernización de lo urbano, se ha pensado desde el centro, de Bogotá hacia las regiones, de las capitales hacia los municipios y desde éstos hacia sus zonas rurales, sin un eje que los articule y propicie la competitividad del país.

Nuestra paquidérmica red vial no es una red, sino una costosa trampa en la que se pierden no sólo multimillonarias inversiones, sino buena parte de la productividad de la economía, que a su vez se confabula contra los más pobres.

Algunos datos, muchos de ellos conocidos, pero ignorados según la conveniencia, nos regresan al mundo de las cavernas en pleno siglo XXI.

Por ejemplo: transportar una tonelada de mercancía desde Bogotá a un puerto en la Costa Atlántica vale algo así como 170 mil pesos, mientras llevar esa misma carga entre Cartagena y una ciudad como Shangái (China) por mar cuesta unos 100 mil pesos.

Según el estudio, en Colombia hay que recorrer por tierra cinco veces más distancia de lo que lo hacen los chinos, pese a que su extensión geográfica es 8,4 veces más grande que nuestro país.

¿Podremos ser competitivos y eficientes o ambicionar serlo en el mediano plazo con semejante rezago de nuestra infraestructura vial y desconexión entre ciudades?

La respuesta es no.

Y, menos, si frente a los grandes proyectos de desarrollo que demanda el país, entre ellos las Autopistas de la Prosperidad, algunos funcionarios del Gobierno, exministros de Estado y gobernantes regionales, salen a cuestionar sus beneficios con el falaz argumento de que "esas obras sólo benefician a Antioquia".

Ha sido esa miopía y esa insensatez con las regiones, en especial con nuestro Departamento, las que hoy nos tienen metidos en el hueco del subdesarrollo y la pobreza.

A estas alturas del desarrollo tecnológico y de la modernización de la ingeniería, que permiten hacer o reconstruir autopistas completas en seis meses, como en Japón, es vergonzoso que Colombia todavía esté desconectada con Chocó.

O peor, que en una ciudad como Bogotá, corazón del centralismo, una obra como la troncal de Transmilenio por la calle 26 no hubiera sido planeada desde el comienzo para que llegara hasta el Aeropuerto El Dorado.

Nuestro proyecto como nación ha estado tan desarticulado como nuestro territorio.

Así como el desarrollo económico está de espaldas al campo colombiano, nuestras grandes ciudades han permanecido ajenas a su propia naturaleza, su diversidad y sus potencialidades.

No queremos imaginar, como lo advierte el estudio, qué vamos a hacer en 30 años, cuando la población en las grandes capitales llegará al 85 por ciento del total de habitantes y el área urbana disponible para recibirlos será inversamente proporcional a la requerida para conectarlos entre sí.

La respuesta no sólo pasa por erradicar el centralismo, sino acabar con la miopía de algunos de nuestros dirigentes.