Bandas emergentes, un cuento viejo
Este mes se cumplen siete años de la desmovilización colectiva del Bloque Cacique Nutibara y algunos analistas y periodistas siguen describiendo la naturaleza de los grupos armados que hoy controlan territorios y ejercen control social como "bandas emergentes" de esa desmovilización. Siete años más tarde y algunos siguen creyendo (o haciendo creer) que esto es un fenómeno nuevo.
Me temo que la confusión no es fruto de ligereza, sino de una estrategia para negar la naturaleza de la desmovilización y del paramilitarismo. Sirve para encubrir la responsabilidad de quienes desmovilizaron a miles de personas a la carrera, sin verificar de quién se trataba y sin dar garantías de no repetición. Hoy, la emergencia está en sus manos.
Siete años más tarde sabemos que muchos de los jóvenes que se desmovilizaron con el BCN no eran paramilitares y fueron forzados a participar en la ceremonia como parte de una práctica de encubrimiento de identidades de los verdaderos paramilitares. Siete años más tarde la mayoría de estos muchachos, más viejos y experimentados, continúan sus vidas haciendo parte de las dinámicas pandilleras -tristemente-, muchos muertos, otros escondidos, todos marginales. Siete años más tarde la desmovilización no está en sus recuerdos. Siete años más tarde siguen siendo parias urbanos y sus vidas, su barrio y su pandilla, no tienen nada de emergentes.
En días recientes fue replicada en varios diarios nacionales información sobre las "bandas" en Colombia. Aunque la fuente no es clara, su intención sí lo es: confundir. En la representación oficial se habla de "bandas" y se utiliza esta categoría para nombrar grupos barriales de jóvenes pandilleros, grupos armados al servicio de narcotraficantes y grupos paramilitares que nunca se desmovilizaron. El ejercicio de nominación nubla fronteras conceptuales, desconoce la historia, y genera categorías para negar que en Colombia hay un conflicto armado vigente.
Veamos ejemplos de lo que hoy se dice es todo lo mismo:
Primero, los "Chamos", los "Pitufos" y la banda de Carlos son manifestaciones pandilleras que nos deben preocupar a todos, por sus implicaciones sociales, pero no son una amenaza a la soberanía nacional y la respuesta oficial a este tipo de fenómenos, probablemente, no debe ser sólo represiva.
Segundo, los "Rastrojos" son un grupo armado que ha ejercido control de territorio durante muchos años. No resultaron de la desmovilización; su sede de operaciones ha existido hace décadas en el norte del Valle. Varios informes de la Vicepresidencia registran su existencia y su dominio territorial mucho antes de la desmovilización. ¿Qué interés hay ahora en negar su preexistencia y nombrarlos como una nueva banda? No hay duda de que su control crece y su presencia es más extendida; pero esto es un tema de evolución y no de surgimiento.
Tercero, los grupos que hoy operan en el Nudo de Paramillo son los mismos que operaban hace décadas. Sus bases de operación han variado durante estos últimos años, como cambiaron durante los noventa por una razón de necesidad criminal en el control de mercados ilegales. Quienes habitan la zona saben que los que se desmovilizaron el 16 de junio de 2005 con los Héroes de Tolová estaban al otro día cuidando el mismo negocio que hoy guerrean. Los "Paisas" son la misma estructura fluida que responde con brutal efectividad a dinámicas, lógicas y necesidades de ese mercado de violencia. ¿Por qué se quiere mostrarlos cómo algo nuevo?
Es importante llamar las cosas por su nombre y saber por qué usamos ciertos nombres. Las dinámicas de violencia que generan todos estos grupos deben ser atendidas y para hacerlo, responsablemente, primero es preciso saber de qué estamos hablando: ¿bandas emergentes o evoluciones previsibles? La respuesta tiene implicaciones profundas en el establecimiento de responsabilidades y en la definición de la respuesta oficial apropiada. En lo personal, la versión de lo emergente no suena, ni huele bien.