BARAJAR Y EMPEZAR DE NUEVO
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero a veces es útil hacerlas.
Frente al proceso de diálogo con las Farc, encuentro que este proceso se asemeja en lo fundamental al del Caguán. En ambos casos no parece que el Gobierno haya llegado con una agenda clara y con límites en el tiempo y el espacio.
Quizá la guerrilla sí tenga su agenda y les esté midiendo el aceite a Santos y a sus comisionados.
Para los colombianos comunes y corrientes nos queda difícil entender la mecánica dialógica en medio de las extorsiones, los secuestros, los ataques indiscriminados a la población civil, la siembra de minas antipersona, el reclutamiento de menores.
Todas estas acciones violan las normas mínimas de DIH.
¿No debería el Presidente Santos ponerles la condición de dejar todas estas prácticas violatorias de los Convenios de Ginebra?
Dirán algunos que las dos partes decidieron acercarse en medio del fuego cruzado.
Pero las Farc hacen puro terrorismo. ¿Cómo podría obviarse éste? Habría que barajar y empezar de nuevo, siguiendo ejemplos de procesos exitosos en Colombia o en el exterior.
Como lo viví de cerca, me referiré a uno que se llevó a cabo dentro de las fronteras nacionales.
Me refiero al proceso con la Corriente de Renovación Socialista, CRS, una disidencia del Eln que llegó a la paz durante el gobierno de César Gaviria Trujillo.
Los miembros de este grupo guerrillero se ubicaron en un sitio y a su alrededor había tres círculos concéntricos de protección.
El primero era controlado por los propios guerrilleros.
El segundo por la Policía Nacional; y el tercero, por el Ejército.
Funcionaba la comunicación entre cada círculo y los miembros de la Fuerza Pública se hablaban por radio entre sí y con los guerrilleros encargados de la vigilancia de la zona interior para autorizar el ingreso de las personas y grupos que estaban apoyando y apostándole al éxito de este proceso.
Y algo más: hubo una veeduría internacional.
Dirán algunos que la CRS era un grupo pequeño y que las Farc son muy grandes.
Sí, son más grandes, pero no mucho, gracias a la política del Presidente Uribe que motivó que dejaran las armas y se reinsertaran a la vida civil en condiciones dignas.
En este caso, el modelo de los círculos concéntricos se podría hacer en varias regiones del país. Más ahora cuando no hay problemas de comunicación.
Estar agrupados de este modo evitaría que hubiera terrorismo cuya autoría fuera de ellos mismos o contra ellos por parte de otros grupos guerrilleros, de las llamadas Bacrim o de los enemigos agazapados de la paz, según palabras de Otto Morales Benítez.
No quiero ser aguafiestas, pero no he podido convencerme de que quienes ya viven de los miles de millones del narcotráfico sean capaces de vivir con entradas modestas pero suficientes para mantenerse en un marco de dignidad.
El tráfico de drogas es la peor talanquera para llegar a una auténtica paz con los alzados en armas.
La sociedad civil tendrá que ayudar a encontrar una solución a este flagelo que está acabando con todos los valores y no cumple los mínimos de la ética civil.