Catalina Escobar, la colombiana nominada en CNN Héroes
Ella le ha salvado la vida a más de tres mil bebés, que sufrían una precoz condena de muerte. Le devolvió la fe a más dos mil adolescentes, muchas de ellas violadas o abusadas sexualmente.
Ella alivió el hambre de más de 4.500 niños, a los que la ciencia había rotulado bajo el desalentador estigma de desnutridos crónicos. Ella, junto a un batallón de apóstoles que creen firmemente en ella, ha asistido a más de 120.000 infantes de las barriadas más marginadas de Cartagena, la ciudad heroica de los eternos contrastes de opulencia y pobreza extrema.
Su nombre es Catalina Escobar , una heroína moderna, de esas cuyos días tienen más de 24 horas; de esas que recorren las ciudades más sofisticadas del mundo en busca de ayuda y un par de horas después aterrizan en una calle polvorienta y son capaces de mirar a los ojos y abrazar a quienes ahí viven. De esas que eligen jugar fuerte, según sus propias palabras. De esas que entienden el valor de la filantropía y la asumen como un asunto serio.
No en vano su historia le ha dado la vuelta al mundo, por cuenta de su nominación al concurso CNN Héroes, al cual llegó junto a otros nueve finalistas de distintas nacionalidades, al sobresalir entre 45.000 hojas de vida de cien países que aspiraban entrar al concurso.
Catalina es el alma y la fuerza de la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, que trabaja hace diez años en La Heroica y cuyo modelo aspira replicar muy pronto en ciudades como Cali, con altos índices de embarazo adolescente y mortalidad infantil.
“Necesito llegar a otros lugares y aprovechar este cuarto de hora para atrapar miradas y ayudar a más niños y madres en Colombia. No sé si soy una heroína, pero adoro mi trabajo, vivo por esto”, dice, con una voz entusiasta, al contestar desde un hotel en New York, donde hace un par de días tocaba puertas, en busca de más gente interesada en financiar su fundación.
Dos pálpitos, dos ángeles
Al oír a Catalina uno se pregunta qué mueve a una mujer capaz de renunciar a la comodidad de una vida tranquila, para cambiar una realidad signada por la tragedia. Y al volver la vista atrás, es posible escuchar esos dos pálpitos, donde todo empezó:
Octubre de 2000, en la sala de recién nacidos de la Clínica Rafael Calvo de Cartagena. Una mujer rubia, de ojos claros y figura de muñeca carga en sus brazos a un niño de 12 días de nacido. El pequeño agoniza y bronco aspira, a falta de $60.000 para un par de medicinas, imposibles de encontrar en un centro asistencial en el que hace falta todo y en el que a los médicos les adeudan ocho meses de sueldo. Al final, no pudieron hacer nada por la criatura: el niño expiró en brazos de Catalina. Ese fue el primer pálpito.
Cuatro días después, cuando ella estaba fuera de casa, su hijo Juan Felipe, de 18 meses, cae de un octavo piso, luego de recorrer la terraza donde se arrumaban las cajas que Catalina y su familia tenían en su apartamento en Cartagena, un día antes del viaje de mudanza, programado a Bogotá. Al llegar a la clínica, abraza a su hijo y le murmura palabras bonitas. No había nada que hacer. El niño murió víctima de una contusión cerebral.
Aún con el dolor a flor de piel, Catalina cena con su esposo y su hijo en un restaurante italiano de Bogotá. Al ver en la carta que el plato que comería tenía el mismo precio de la medicina que no pudieron conseguir para el niño cartagenero que murió en sus brazos, estalla en llanto. Al final, solo atina a escribir en una servilleta: Fundación Juan Felipe Gómez Escobar.
Así fue como todo empezó. Con una visión gerencial, el tesón de una hormiguita y un corazón de madre, Catalina estudió durante un año cómo darle vida a ese sueño, impulsada por esos dos pálpitos. Y pareciera que ese par de angelitos la hubieran dotado de un poder sobre natural, para convertirse en la heroína que hoy alivia las heridas abiertas de Cartagena.
“Yo sabía que no podía continuar andando por la vida diciendo ‘hay qué pesar’. Y al principio todo fue muy difícil, poca gente creía en el proyecto. Pero nosotros entendimos que había que hacerlo a lo grande. Somos buenos planeadores y mejores ejecutores. Damos cuentas claras y por eso la gente nos cree”, afirma esta bogotana, administradora de empresas.