Histórico

Chiquita: historia de un dulce demonio

11 de junio de 2008

La historia de la artista cubana Espiridiona Cenda, liliputiense de 66 centímetros que vivió entre la última parte del siglo XIX y la primera del XX, está contada en Chiquita, la novela del escritor cubano Antonio Orlando Rodríguez.

Es una historia llena de aventura, de amores, de peripecias que pueblan la vida del personaje central. Y a pesar de que esta novela es producto de una investigación, se trata de una biografía de ficción, que por consiguiente, no busca la verdad sino la verosimilitud.

"No quise hacer a Chiquita como un personaje acabado sino uno del que cada lector pueda sacar sus propias conclusiones".

¿Cómo consiguió este efecto?
"Decidí que no podía contar la historia desde un solo punto de vista. Por eso tiene dos personajes narradores que hablan de ella y otro que hace anotaciones al pie de página. Uno la pinta como un ser dulce; el otro, como un demonio".

La narración está muy apoyada en los recursos y la calidez de la oralidad...
"Sí, está basada en la oralidad. Siempre se ha sabido que los grandes autores se nutren de cuenteros y juglares, de las historias populares, los mitos y la fantasía".

Usted también se ha nutrido de esos elementos. En Chiquita se observan algunos...
"Mi familia vivió en el campo y ese mundo me nutrió de mitos y tradiciones. Hay episodios en Chiquita como el del perro invisible, que es una historia propia de Matanzas".

Esos elementos le ayudan a asombrar...
"Sí. Pero dan también cuenta de la cultura de los pueblos, de la identidad de los países".

¿Cómo construyó a Chiquita? ¿Enamorándose primero del personaje?
"Fue un amor a primera vista. Desde que supe de ella me logró seducir. Tomé cinco años haciendo la novela. Desde la investigación, que me permitió ir entendiendo a la artista. Captar su psicología. Conseguir que viviera sobre el papel. Después de eso, me tocó ir detrás de ella".

¿Cómo era la Espiridiona real?
"Era contradictoria. Al escribir, uno corría el riesgo de hacer de ella un personaje blando, generoso, dulce, que no mata una mosca. Pero, por otro, un ser cruel. Como todos los seres humanos: una amalgama de sentimientos contradictorios".

¿Qué fue lo más difícil en la construcción del personaje?
"Lo más difícil fue sacarle el demonio. Al principio me estaba engañando. Con esa carita dulce, angelical... Tenía que sacarle el demonio: su capacidad de seducción, su sadismo. Cuando uno conoce a una persona como ella, una liliputiense, tiende a creer que no tiene sensualidad ni erotismo, que es asexuada. Uno tarda en entender que es un ser humano de verdad. La sexualidad no tiene que ver con el tamaño".

En este sentido, pienso yo, el tema ayuda a entender diferencias de cualquier tipo...
"Sí, es que lo importante de esta mujer no es que sea chiquita sino diferente. Y todos somos diferentes. La novela invita a ver la diferencia con una perspectiva de aceptación y de respeto".

¿Tiene expectativa sobre la acogida de esta novela en Colombia?
"Como yo viví varios años en Colombia, conozco su idiosincracia. Ya había publicado en este país Aprendices de brujo y fue una obra muy leída.

Sé que los colombianos son personas con gran sentido del humor, que les encanta la música, que son maliciosos, les gusta la picaresca y la fantasía. El lector colombiano valora estos elementos y en este libro los va a encontrar en dosis generosas".

Falta decir que con Chiquita, Antonio Orlando Rodríguez ganó el premio Alfaguara de novela 2008. Y que éste es un autor de narración bella, fluida, suelta, como la de pocos.