Cisneros, paraíso dulce
ESTE MUNICIPIO DEL Nordeste antioqueño celebró el 3 de febrero sus cien años. El paso del tren marcó su historia e identidad.
Afuera de la Estación hay tres caballos parqueados. Gracias al verde de las montañas que la enmarcan, y a las palomas que revolotean, resalta más el color rojizo del edificio. La escena parece una pintura que se trazó hace años y que se quedó suspendida en el tiempo.
En frente, una locomotora recuerda los días en los que los noveleros se apostaban en ese lugar para ver llegar a los turistas o comerciantes. Hoy, cerca de ella, se observan algunos jubilados y uno que otro vendedor.
El sonido de los pitos de camiones y carros, hace anhelar a los más ancianos, los "ujuuuus" del tren, como grita Berta Pescado mientras simula ser una maquinista.
A Bertha Inés Serna, de 74 años, se le conoce por alimentar a los transeúntes y desde el año 53, a todo el que montara en el ferrocarril, hasta que dejó de funcionar.
Portaba dos canastadas con tortas de pescado, hojaldras, oreja de marrano y hasta lengua. "Cuando tocaban para vender tiquetes o para la llegada, iba corriendo para la Estación".
Cisneros huele a caña y a panela, sabe a parva y se conoce, como dicen sus habitantes, por ser "un paraíso en el corazón de Antioquia", por la amabilidad de su gente, por los charcos, el buen clima y, claro, el Ferrocarril que marcó su historia.
Su fecha de fundación es el 3 de febrero de 1910, cuando fue inaugurado el servicio de trenes del Ferrocarril de Antioquia. Y, cien años más tarde, aún en Cisneros tienen vivas las imágenes de las multitudes emocionadas que no veían la hora del arribo de los vagones.
Así lo expresa Óscar del Salvador Quinchía, quien vivió su niñez en los 40, cuando las calles eran una mezcla de tierra y piedra.
No olvidan
Hoy, en la Estación, está la biblioteca municipal. Allí organizan las evidencias de sus años de funcionamiento, hasta su cierre en 1994. "Cisneros se hizo a través del Ferrocarril", cuenta el auxiliar Tulio Echeverry, mientras muestra unas fotografías que hacen parte del Museo Ferroviario.
Ubicado en el Nordeste, a 84 kilómetros de Medellín, Cisneros supera los 11 mil habitantes, tiene 14 veredas y 19 barrios, y es de vocación panelera, con unos 33 trapiches, comenta Luis Fernando Jaramillo, secretario de Gobierno de la localidad.
Los charcos, balnearios y las actividades culturales son un gran atractivo turístico. También los trapiches, algunos abiertos para que los visitantes miren el proceso de la panela, como el de la Villa Lina. "Por aquí vivimos de esto. Es un negocio dulce artesanal y de corazón", dice Iván Darío Zapata.
Y para aquellos que llegan de paseo, también están las hojaldras de Bertha Pescado.
"Con el gentío de antes se acababa más rápido la canasta. Hasta piropos me echaban porque yo era muy bonita. Ahora porque quedé toda arrugadita".
El profesor Édgar Herrera la señala como uno de los personajes que hay que conocer en el municipio. Él es experto en la historia y trabaja para que la nueva generación no la olvide. Por eso, dejó todo documentado en un libro que saldrá pronto y lidera el grupo de Vigías del Patrimonio.
Con el cierre del terminal ferroviario, afirma, sufrió la identidad del pueblo. "Ojalá volviera", suspira Berta que se va meneándose con su vestido azul. No hay piropos, solo los relinchos de los caballos que siguen parqueados en la Estación.