Histórico

Coltejer, hilando progreso hace 105 años

Recuento de la historia tejida por la primera textilera del país que ahora, en manos extranjeras, sigue su marcha.

14 de enero de 2013

Corría el año 1907 y la industrialización era incipiente en el país. Las telas que se fabricaban en Colombia eran de mala calidad y muchos preferían importarlas desde Inglaterra, fueran teñidas o estampadas.

Por eso el presidente de la época, el general Rafael Reyes, obsesionado con el desarrollo fabril del país, no dudó en viajar hasta Medellín a conocer la pequeña fábrica en la calle Ricaurte que el empresario y filántropo Alejandro Echavarría Isaza arrancó con un plante de cuatro máquinas, doce operarios y mil pesos de capital: la Compañía Colombiana de Tejidos, Coltejer.

El mismo Reyes, “en el año 1909 puso en movimiento los nuevos y únicos telares que existían. Desde Bogotá se comunicó por medio de swith en conexión con las líneas telefónicas. Daba él mucha importancia a todo acto de progreso”, recuerda Enrique Echavarría, fundador de Coltejer, en su libro Historia de los Textiles en Antioquia.

Entre las empleadas fundadoras estaba María de Jesús Correa, una robusta niña de 12 años que ganaba 40 centavos al mes por confeccionar calzoncillos largos de amarrar en los tobillos y “unas medias bastante feas, pero que estaban de moda”.

Así lo narró, 70 años después, al diario El Tiempo, al rememorar los inicios de sus 38 años de trabajo en la fábrica que le regaló una vivienda y de la que siempre admiró la calidad de sus driles y liencillos, cuyas fibras acariciaba cuando ocupó el puesto de envolvedora en bobinas gigantes.

Cuando esta pujante empresa familiar ya contaba con 130 telares manuales en 1914 y con la necesidad de importar una maquinaría para las áreas de tintorería e hilados, su fundadores la transformaron en sociedad anónima, en un hecho sin precedentes en el país.

Así se emitieron acciones, a 50 pesos cada una, y sumando un capital de 450.000 pesos de la época aportados por amigos de los Echavarría y hombres de negocios de Medellín. Hoy la compañía tiene 49,6 millones de acciones en manos de 26.218 inversionistas que se negocian a través de la Bolsa de Valores de Colombia. Con la muerte en 1928 de don Alejandro, presidente hasta ese momento de la que ya se conocía como Coltejer, lo sucede su hijo Germán quien timoneó el crecimiento de la fábrica hasta el 17 de octubre de 1935.

Décadas de expansión
Para entonces, por cuenta de la empresa ya en el país se producían más de medio centenar de toneladas de algodón, cada vez de mejor calidad, mientras fue pionera en la importación de telares mecánicos, 200 en total, y en equipos para ganar eficiencia en el teñido de hilazas y telas. Incluso en 1933, Coltejer saltó a las primeras planas de los periódicos de la época al incorporar a su producción la primera máquina para estampar telas en el país.

El crecimiento de Coltejer no se detuvo y en 1942 se sumó a Coltefábrica, en Medellín, una sede en Envigado con la compra de Textiles Rosellón, lo que puso a la empresa a la cabeza de la industria textil nacional con un capital de ocho millones de pesos. Pero faltaba más.

Siguiendo con la idea de descentralización industrial, en 1943 se compró el terreno en Itagüí, sede principal de la compañía en la actualidad, que llegaron a sumar 96 cuadras de área. Y en 1944, se cocinó la compra de otra fábrica, Manufacturas Sedeco, en Copacabana y luego trasladada a Itagüí.

De ahí en adelante se montaron otras filiales como Planta de Acabados y Coltehilos que se inauguraron en 1957, después el conglomerado adquirió la fábrica de medias Fatesa. Ese mismo año, Coltejer se abrió al mercado internacional con sus primeras exportaciones.

Y en 1964 esta pujante industria cristaliza su descentralización al construir en Rionegro, oriente antioqueño, a Coltepunto, la primera empresa colombiana que producía telas no tejidas.

Al tiempo que en 1969 se compra a Textiles Rionegro, se levantaban los 35 pisos que sumaban 42 mil metros cuadrados edificados y 147 metros de altura del Edificio Coltejer, inaugurado en 1972. Con su forma de aguja de cemento hoy se mantiene como ícono de la industria antioqueña.

Recortes de prensa de hace 35 años dan cuenta que Coltejer ya tenía en su haber 33 plantas y 16 mil empleados cuando cumplió 70 años de fundada. Incluso por esos días, la compañía comenzó una expansión con inversiones en la industria química, con Polímeros Colombianos, la fundidora Futec, y hasta en el Banco Colombo-Americano.

Las primeras ocho décadas de Coltejer fueron una historia de expansión, inversiones en un amplio portafolio de negocios, crecimiento en ventas nacionales e internacionales y una modernización, hasta el punto que se decía que era la compañía consentida del magnate criollo Carlos Ardilla Lülle. Pero los problemas no se hicieron esperar.

Con la creciente llegada de importaciones asiáticas de telas y confecciones, las ventas de Coltejer comenzaron a estancarse y el Gobierno tomó medidas proteccionistas.

Pero se perdió valioso tiempo para una necesaria reconversión tecnológica que facilitara competir y se llegaron los tiempos de la apertura económica (1992), en que Coltejer comenzó a ceder terreno y una cascada de desinversiones para hacer frente a nuevas condiciones del mercado.

La historia se escribe de otro modo desde 2009, cuando tomó el control accionario el Grupo Kaltex, gigante mejicano que espera sacar a flote a una empresa insignia de la industria colombiana.