Histórico

COMIENDO POLLO COMO LOCO

26 de marzo de 2013

Quería parecerme a Evo: Me gustaba su cabello liso, brillante y sin horquilla. Mirándome la barriguita en el espejo, me preguntaba cuál era el secreto de su angelical belleza boliviana.

¿Cómo hago para llegar a ser como Evo?, me preguntaba, insatisfecho y ansioso. Para encontrar una respuesta, pasaba horas enteras repasando los videos donde Evo, lumbrera socialista y faro ilustrado de la humanidad, dejaba de lado su fuerte -la economía- para darnos prácticos consejitos nutricionales. Evo, para salvar vidas no tuvo ningún problema en expulsar de Bolivia a Coca Cola.

Como es tan original, impulsó su propia bebida y la llamaron Coca Colla, la cual no es una copia pirata de la Coca Cola, porque él, como buen alquimista, le agregó hojitas de coca, para retirarle el veneno imperialista, y hacerla la bebida sagrada y purificadora de los pueblos "américos" de Latinoamérica.

Un día, Evo, a quien le sigo todos sus consejos, enardecido y en medio de la multitud, recomendó no comer pollos criados con hormonas, porque podríamos volvernos homosexuales.

Preocupado, llamé a Evo y le pregunté qué podría pasarme si luego de volverme homosexual, seguía comiendo pollo alimentado con hormonas.

Evo, quien discrimina a los homosexuales, hizo una excepción y me atendió diciéndome que si seguía comiendo ese tipo de pollo, mi enfermedad me seguiría degenerando hasta convertirme en un demagogo y asqueroso político.

Como yo quería parecerme a Evo, importé de Bolivia cuatrocientas toneladas de pollo criados con pantano, hierba y grillos, y tres contenedores repletos de Coca Colla.

Desesperado por mi deseo de ser lindo, procedí de inmediato con la dieta de pollo libre de hormonas de Evo.

Día y noche comía hamburguesas, pinchos, nuggets, arroz y tamales hechos con los pollos bolivianos de Evo.

Los resultados fueron inmediatos: Mi labios se comenzaron a hinchar, el cabello se me puso liso y amarillo, mis senos crecieron como un par de montañas de plástico y mis nalgas se pusieron redonditas y paraditas. Contento, aumenté la dosis de pollo natural boliviano y el ombliguito se me puso planito. Mi cinturita se encogió hasta quedar como una linda guitarrita. Estaba hermoso. No lo podía creer.

Quería ser mucho, pero mucho más bello y como loco, seguí comiendo pollo sin hormonas. Al cabo de unos días, noté que mi cara se estaba pareciendo a la de una muñeca, que en medio de un exótico sonsonete hablaba puras bobadas, y que me había convertido en un ser tonto, homofóbico y discriminador. Ahora yo era una verdadera delicia.

Pero de pronto me sentí muy enfermo y fui adonde el médico, que al revisar mis exámenes neurológicos, me dio la trágica noticia: "Por estar comiendo pollo alimentado con lombrices, tierra y basura, su cerebro desapareció".